Navidad, triste navidad

A tropel, cual ratoncillos tras el flautista, acuden con premuras a los abarrotados centros comerciales para, de forma casi autómata, adquirir cosas al parecer eleméntales y sin las cuales para ellos la navidad no tendría sentido.

17 DE DICIEMBRE DE 2009 · 23:00

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Comprar compulsivamente, obtener hoy para pagar mañana, gastar y gastar y así satisfacer la irrefrenable demanda de felicidad. La Navidad un año más queda eclipsada por una seudo navidad consumista, un entramado juego que de manera sutil se mezcla cada vez más con una celebración donde debiera primar la sencillez. La conmemoración queda empobrecida por el festejo. Un cumpleaños notorio se ve trastocado y el homenajeado es sólo una simple reseña en un anticuado y polvoriento portal de Belén. ¿Qué está pasando? La realidad es que cada vez son más quienes buscan un estímulo material, una pincelada prosaica para entender estas fiestas. Sin ese compendio de golosinas nada de lo que se celebra tendría sentido. Nadie se plantea el por qué de este desenfreno, ni de todo ese gasto innecesario. Si la multitud camina hacia el norte, para qué complicarse y marchar hacia el sur. El flautista sigue tocando su melodía, entonando una juguetona canción que a todos gusta, lo siguen sin preguntarse quien es ese dicharachero componedor de melodías, marchan bailando al son de su flauta mágica que encandila e hipnotiza. Las luces centellean, un variado colorido ilumina la ciudad, pero aún así, los corazones siguen apagados. Hay quienes todavía no se han dado cuenta de que la Navidad se celebra a diario en las vidas de aquellos que reconocen en su caminar las huellas del Mesías.

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