Limpiar la casa ajena

Hace años, en una de las reuniones que teníamos semanalmente los jóvenes de mi congregación, ocurrió un hecho que me gustaría compartir a modo de anécdota ilustrativa.

02 DE MARZO DE 2006 · 23:00

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En la reunión a la que me remonto, tratábamos el tema de tabaco y de sus efectos nocivos para la salud. Tanto jóvenes como adolescentes nos habíamos preparado para aquella tertulia en la que a modo de debate se trataría el tema en cuestión. Ese día, vinieron unos hermanos de visita, los cuales fueron invitados a participar en el coloquio. Nos encontrábamos sumidos en un interesante debate, cuando de forma inapropiada, uno de los invitados se levantó expresando contrariado que cómo podíamos estar debatiendo un asunto tan absurdo con la cantidad de temas interesantes que había. Todos nos quedamos perplejos, no entendíamos como alguien podía expeler tan groseramente un pensamiento que hubiese sido más apropiado no hacer público. En ese momento y ante el barullo que se ocasionó, uno de los hermanos allí presente tomó la palabra y dirigiéndose hacia el invitado exclamó: “Cuando usted esté en su casa espero que la limpie de la forma que crea conveniente, pero es de mala educación ser invitado a una casa ajena y decir a sus propietarios como la han de limpiar.” Tras esa intervención el presunto ofendido abandonó la reunión que intentamos retomar sin que nos afectase lo sucedido. Comento este pequeño incidente a modo de preámbulo para hablar de algo realmente serio. Cuando el 20 de marzo del 2003, las tropas aliadas lanzaron los primeros ataques sobre Irak, todos los que nos habíamos opuesto a esa guerra sabíamos que ésta no tendría un buen final, que ni tan siquiera tendría final. Que al igual que todas las guerras, la sinrazón acabaría ciñéndose sobre los verdugos y éstos enarbolarían falsas esperanzas ante un escenario de crueldad y sangre. Hoy casi tres años después de aquel primer ataque, Irak se desdobla, no hay vencedores y todos han sido vencidos por el fuego de una guerra que ha dejado tantos amaneceres de dolor y que aún hoy, sigue latente. Las tropas aliadas fueron a limpiar la casa ajena, a imponer reglas, a promulgar edictos. Irak sufría en manos de un dictador y debía ser liberada. Hoy Irak sucumbe bajo la ira de los invasores e infinidad de tiranos que intentan dominar el país. Con qué absoluta claridad vieron “los grandes” la necesidad de un pueblo pequeño, un país dolorido por las heridas ocasionadas por el cruel opresor. Con cuanta irreverencia se presentaron ante el llagado territorio e hicieron lo que creyeron oportuno, dejando tras sus pasos innumerables víctimas, incontables corazones rotos. Como dijo Machado: “El hacer las cosas bien, importa más que el hacerlas” . No creo que las guerras se ejecuten bien, nada que tenga que ver con el odio puede tener buenas entrañas. Seamos razonables, luchemos por la paz con paz. No vayamos de superlimpios por la vida intentando limpiar las inmundicias de otros cuando existe tanta impureza en nuestros desaseados corazones.

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