La lucha étnica se intensifica en Etiopía: “Las relaciones posteriores al conflicto no serán fáciles”

El conflicto entre el gobierno federal y los rebeldes de Tigray sigue lejos de resolverse mientras millones de personas son abocadas a niveles urgentes de hambruna.

Jonatán Soriano

ADDIS ABEBA · 15 DE NOVIEMBRE DE 2021 · 10:00

Un hombre camina junto a un tanque destruido en la calle principal de Edaga Hamus, en la región de Tigray. / Yan Boechat, VOA, Wikimedia Commons.,
Un hombre camina junto a un tanque destruido en la calle principal de Edaga Hamus, en la región de Tigray. / Yan Boechat, VOA, Wikimedia Commons.

“Morir por Etiopía es un deber para todos nosotros”, aseguraba hace unos días el primer ministro etíope Abiy Ahmed Ali en un comunicado difundido a través de las redes sociales. El que fuera reconocido con el premio Nobel de la Paz en 2019, ha declarado ahora el Estado de emergencia en el país por el conflicto con los rebeldes de la región norteña de Tigray y ha animado a la población a “organizarse y utilizar cualquier arma para prevenir” el avance de sus tropas.

El conflicto comenzó en noviembre de 2020, cuando Ali decidió ocupar la región de Tigray y disolver el órgano de gobierno regional, controlado por el Frente de Liberación del Pueblo de Tigray (TPLF, por sus siglas en inglés). Después de que las autoridades federales anunciasen el retraso de las elecciones generales en junio de 2020 a causa de la crisis sanitaria de la Covid-19, el TPLF, que se había excluido a sí mismo de la coalición interétnica fundada por Ali argumentando que reducía la autonomía regional, celebró sus propias elecciones en septiembre. De esta manera la hostilidad diplomática se transformó en un conflicto armado entre Adís Abeba y Mekele (la capital de Tigray).

En apenas un mes, el gobierno federal proclamó la victoria sobre los rebeldes del TPLF y estableció una administración interina. Sin embargo, el anuncio fue prematuro. Con el paso de los meses, el TPLF ha recuperado posiciones en la propia región de Tigray e incluso a avanzado en dirección a Adís Abeba. 

Aunque muchos medios hablan de una probable llegada de los rebeldes a la capital, sobre todo tras el anuncio del Estado de emergencia por parte del gobierno, desde Etiopía la sensación es diferente. “La narrativa de que los rebeldes están acercándose a Adís Abeba es muy exagerada y está alejada de la verdad”, explica a Protestante Digital el coordinador regional de la Comunidad Internacional de Estudiantes Evangélicos (IFES, por sus siglas en inglés) en el África anglófona y lusófona, Zelalem Abebe, afincado en la capital etíope. La idea del TPLF tomando el control del ejecutivo federal, dice Hans Wlahout, misionero evangélico neerlandés que en estos momentos se encuentra de viaje en el país, “sería una catástrofe” y “traería caos al país y desestabilizaría toda la región”. “Es importante mencionar la amenaza de las notificas falsas. Ninguno de mis contactos me ha confirmado el avance de los rebeldes hacia Adís Abeba. Por el contrario, en la capital todo sigue como de costumbre, aunque hay informes de detenciones de personas de Tigray”, explica. En un escenario de gobierno nacional del TPLF, subraya Walhout, “los conflictos internos solo crecerían”, ya que ni los amhara ni los oromo tendrían oportunidades.

Un largo conflicto étnico

La confrontación entre etnias por el poder en Etiopía es un elemento clave para la comprensión de este conflicto. El TPLF ha estado presente en la toma de decisiones en Adís Abeba desde el derrocamiento de Mengistu Hailé Mariam en 1991, junto a los amhara y los oromo. De estos dos grupos étnicos proviene el primer ministro Ali.

“Este conflicto es sobre todo étnico”, resume Walhout. “Los de Tigray han estado al frente del país durante casi dos décadas, pero el primer ministro Ali ha marginado su participación. Sobre todo cuando hizo reformas en el ejército, esto alimentó el sentimiento en contra de Tigray hacia el nuevo gobierno y provocó la oposición del TPFL”, explica.

Walhout recuerda que “el TPLF no es Tigray”. “Hay muchas personas en Tigray que solo quieren vivir una vida pacífica y que son víctimas de estos enfrentamientos”, añade. 

“La cuestión étnica tiene su lugar en el proceso, pero no es la única razón”, puntualiza Abebe. “A mí parecer, la principal causa del conflicto es la transferencia de poder en abril de 2018 del TPLF y la reforma introducida por el nuevo líder, haciéndoles perder dominio y generándoles ira y resentimiento. Como resultado de ello, la relación entre el TPLF y el gobierno federal se rompió, pero, hasta donde sé, algunos líderes religiosos y ancianos tradicionales han intentado traer reconciliación entre ambas partes pero no lo han conseguido porque el liderazgo del TPLF ha rechazado los esfuerzos de mediación. Ahora, el conflicto se ha convertido en una guerra y ha tomado una imagen étnica”, remarca. 

La lucha étnica se intensifica en Etiopía: “Las relaciones posteriores al conflicto no serán fáciles”

Según FAO, hasta casi un 25% de la población etíope está por debajo del umbral de la pobreza alimentaria. / Yan Boechat, VOA, Wikimedia Commons.

En un amplio análisis publicado en julio de este año, la plataforma Crisis Group señalaba que “a menos que todas las partes en Etiopía hagan las concesiones necesarias para lograr el cese de las hostilidades (…) miles de personas más morirán en medio del conflicto y la hambruna”. 

Para que el Gobierno federal se siente a negociar, hay ciertas condiciones previas que deben cumplirse”, ha apuntado el portavoz del Ministerio de Exteriores etíope, Dina Mufti. Esas condiciones son que el TPLF se retire “de las regiones de Afar y Amhara, anexas a Tigray, detener sus ataques y reconocer la legitimidad del Gobierno”.

La hambruna: la consecuencia más mortífera del conflicto

En juego no solo está la estabilidad del país, de la cual también depende en gran parte la región del cuerno de África. Una de las consecuencias más devastadoras del conflicto es el hambre. Según la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO, por sus siglas en inglés), un 24,8% de la población en Etiopía ha caído por debajo del umbral de la pobreza alimentaria y se encuentra en un riesgo grave de inanición. Además, hasta 13,4 millones de personas dependen de asistencia alimentaria. Algo que tanto las tropas federales como el TPLF también han utilizado como arma de guerra, bloqueando en ocasiones la llegada de ayuda humanitaria durante el conflicto. 

El del hambre no es el único abuso que se ha perpetuado durante el conflicto. La Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) calcula en 1,2 millones de personas la cantidad de desplazados en Etiopía a raíz de la guerra. Según Associated Press, el enfrentamiento militar ha dado lugar a toda clase de atrocidades y violaciones de los derechos humanos contra la población de Tigray por parte de los soldados eritreos que han combatido apoyando al gobierno federal. Entre otras cosas se mencionan agresiones sexuales, asesinato de civiles y apropiación de propiedades privadas.

“Condenamos enérgicamente el abuso contra ciudadanos inocentes en diferentes lugares basado en la religión y las diferencias étnicas y condenamos firmemente este tipo de conflicto que no tiene solución y que dura por un largo período de tiempo”, han asegurado desde el Consejo Evangélico de Etiopía en un llamado a la oración publicado en redes sociales. “Quisiéramos expresar nuestro más sentido pésame a las personas inocentes que han sido asesinadas y desplazadas en la situación actual de nuestro país”, han añadido.

“Nuestro corazón llora cuando vemos el desarrollo reciente en el país”

El conflicto ha movilizado a la iglesia en Etiopía para orar por la paz y por la restauración de las relaciones. “Hay mucha oración por la nación. Muchos cristianos creen que Dios mostrará su poder e interferirá de una forma prodigiosa”, señala Walhout. No obstante, el misionero reconoce que “nuestro corazón llora cuando vemos el desarrollo reciente en el país”. “Hemos sido testigos de los rápidos desarrollos en el país durante los últimos diez años y ahora parece ir cuesta abajo al mismo ritmo. Esta situación tiene un efecto devastador en la economía. Sentimos pena por las decenas de millones de personas que solo quieren vivir sus vidas en paz y construir la nación, pero ahora son víctimas de una seria amenaza causada por un grupo minoritario”, añade.

Según Abebe, la situación “tampoco es fácil para la comunidad evangélica”. “El conflicto ha tomado una imagen étnica y esto ha destruido la confianza entre los cristianos de la región de Tigray y el resto. Los extremistas de ambos lados también han señalado la diferencia y han ampliado la brecha. Las relaciones posteriores al conflicto no serán fáciles”, manifiesta. 

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