¿Cómo se vive la libertad religiosa en Afganistán?

En este país apenas hay unos pocos miles de cristianos que no tienen ninguna o casi ninguna libertad para congregarse o celebrar cultos.

Iván Carra

23 DE MAYO DE 2020 · 22:50

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Desde que supe que tenía que escribir un artículo para hablar de la libertad religiosa en Afganistán, comencé a tomar un tiempo para documentarme y prepararme bien. No porque no conozca el perfil del país en cuestión, sino porque quería asegurarme de dar una información veraz y contrastada de lo que allí viven nuestros hermanos en Cristo. 

Tengo que confesar que hasta hace algunas semanas cuando escuchaba hablar de Afganistán, lo primero que acudía a mi mente eran las palabras “guerra” y “talibán”. Ciertamente Afganistán es un país que desde tiempos inmemoriales ha saltado de un conflicto armado a otro, ya sean conflictos externos o internos. En cuanto a su economía, Afganistán vive sumido en una pobreza constante y casi extrema. En los últimos años este país ha tratado, con poco éxito, de encontrar su propio camino hacia una economía sostenible que no fuese dependiente, como lo había sido hasta ahora, del cultivo y tráfico de drogas como el opio y la cocaína, pero las constantes luchas de poder con los “señores de la droga” no han permitido que esto suceda. Los campesinos que cultivan estos productos apenas ganan lo suficiente para alimentar a sus familias y muchos de los jóvenes en las grandes ciudades, como Kabul, son empleados como narcotraficantes y terminan cayendo victimas de la drogadicción

Sin tratarse de un país tan hermético como Corea del Norte, Afganistán está a la par con el régimen de Pyongyang en términos de libertad religiosa, ocupando la deshonrosa segunda posición en la Lista Mundial de Persecución que anualmente elabora Puertas Abiertas, separado de Corea del Norte por apenas unas pocas décimas (93.5 frente a 94.6 puntos) prácticamente un empate técnico. Este dato de por sí ya nos da una alarmante idea de cómo se puede vivir la fe en este país en el que apenas hay unos pocos miles de cristianos y los que hay no tienen ninguna o casi ninguna libertad para congregarse o celebrar cultos.

El nivel de persecución contra los cristianos que existe en Afganistán puede explicarse por el hecho de ser una República Islámica en la que la pertenencia a un clan, tribu o familia se antepone a todo lo demás en la vida. Esto hace que las conversiones al cristianismo sean vistas como una traición vergonzosa y una mancha en el honor familiar y que sean severamente castigadas. La forma mas común para que la familia, clan o tribu recupere su honor tras la conversión de uno de sus miembros es que dicho miembro muera. Normalmente el estado permite que la familia o tribu se “ocupen de resolver el asunto” y no interfiere en estos temas familiares.

Aunque pueda parecer una cantidad muy pequeña, unos pocos miles de cristianos representan un gran crecimiento del cristianismo en este país, ya que hace 25 años no había ningún cristiano en Afganistán y todos los que hay actualmente provienen del trasfondo musulmán. Por tanto, se trata de conversiones genuinas, en las que podemos ver que Dios está obrando con poder y milagros, como nos cuenta este cristiano afgano clandestino: 

“Tengo siete hijos. Uno de ellos no podía andar. Cuando traje el Nuevo Testamento a casa, mi hija empezó a moverse. ¡Empecé a leer la Biblia y ella empezó a andar!”

Además, las cifras de conversiones evidencian que los cristianos afganos están usando la astucia para encontrar “pequeñas brechas” en las que poder sembrar las semillas del evangelio; quizás hay quien pueda comparar a este pequeño grupo de cristianos con las “flores suicidas que crecen entre los carriles de las vías del tren”, como decía el escritor Ramon Gómez de la Serna, ya que nacer de nuevo en Afganistán es sinónimo de una sentencia de muerte, pero lejos de esta comparación yo creo que más bien son como las flores que crecen el desierto en las situaciones más extremas, milagros andantes y cartas que hablan del amor y la compasión de Dios por el pueblo afgano. 

A pesar de que le hayan dado la espalda, Afganistán sigue siendo objeto del amor de Dios. Por tanto, si los cristianos afganos son, o no son, flores suicidas, ¿qué deberían hacer? ¿Dejar de hacer aquello que una flor hace? ¿Dejar de dar su olor, dejar de fabricar oxígeno para toda la nación? Puede que, dada la precaria situación económica, política y social de Afganistán, los cristianos sean precisamente lo que este país más está necesitando: un poco de amor del verdadero Dios sería suficiente para acabar con siglos de guerras y conflictos y traer por fin una paz profunda y duradera que dé descanso y reverdezca la tierra.

Quiero aprovechar para hacer un llamado a todos aquellos que estáis leyendo este artículo: un llamado a la oración por nada menos que el segundo país mas peligroso en el mundo para ser cristiano. Piensa que, si Dios no ha abandonado a los cristianos afganos, nosotros tampoco debemos hacerlo; si Dios ama Afganistán, nosotros también debemos hacerlo; si Dios tiene abiertos los oídos a nuestras oraciones, oremos de tal forma que seamos escuchados y fortalezcamos lo que aún queda del evangelio en Afganistán.

 

Sé vigilante, y afirma las otras cosas que están para morir; porque no he hallado tus obras perfectas delante de Dios. Apocalipsis 3:2

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