El primer asiriólogo: Paul-Émile Botta y el palacio de Sargón II
Uno de los aspectos más importantes de los relieves asirios, así como de los registros en escritura cuneiforme, es la luz que pueden darnos acerca de la historia bíblica.
07 DE NOVIEMBRE DE 2025 · 19:55
En el año que vino el Tartán a Asdod, cuando lo envió Sargón rey de Asiria, y peleó contra Asdod y la tomó. Isaías 20:1
Mesopotamia es un lugar que siempre ha despertado interés histórico y cultural, fue allí donde empezó la escritura, el sitio que escogió Alejandro Magno (356-323 a.C.) para establecer su imperio, así como el lugar de donde surgieron dos naciones importantes para la historia bíblica: Asiria y Babilonia. Narrativas como la del jardín del Edén, la torre de Babel, la ciudad de Nínive, la cual es descrita como una ciudad grande en extremo, de tres días de camino (Jonás 3:4), el intento de conquista de Senaquerib en la tierra de Judá, y la narrativa del libro de Daniel en Babilonia, eran relatos de los cuales se buscaba evidencia histórica.
La historia de la investigación en Babilonia en el siglo XIX abarcó varios enfoques diferentes, uno de los cuales se ejemplifica en la obra de Claudius James Rich (1787-1821), quien fungió como representante de la Compañía Británica de las Indias Orientales en Bagdad de 1808 hasta su prematura muerte por cólera en 1821. Rich visitó varios yacimientos en Mesopotamia, tanto en Babilonia como en Asiria en 1811 y 1817 por iniciativa propia, debido al interés que tenía por la lectura de la Biblia, así como para obtener ladrillos con inscripciones, sellos cilíndricos y objetos de cerámica. Claudius Rich hizo estudios topográficos con la esperanza de que esto sirviera en futuras excavaciones, los cuales se encuentran en dos obras que publicó, una en 1815, Memoir on the ruins of Babylon, y la segunda en 1818, Second memoir on Babylon : containing an inquiry into the correspondence between the ancient descriptions of Babylon and the remains still visible on the site.
Después de la muerte de Rich en 1821, Mary Mackintosh Rich (1789-1876) publicó un libro en base a los apuntes de su esposo en dos volúmenes en 1836, Narrative of a residence in Koordistan, and on the site of ancient Nineveh: with journal of a voyage down the Tigris to Bagdad and an account of a visit to Shirauz and Persepolis. Mary Rich vendió una colección de objetos que habían sido encontrados por su marido, entre los que destacan varios ladrillos con inscripciones, los cuales tendrían un gran valor debido a que después de que se descifrara la escritura cuneiforme, se sabría que varios de estos ladrillos tenían grabados los nombres de algunos reyes de Asiria y Babilonia que aparecen en la Biblia: Senaquerib y Nabucodonosor.
Fue la descripción de Claudius James Rich de los yacimientos antiguos de Mesopotamia, en especial los descritos en el libro de 1836 sobre Nínive, lo que inspiró a Jules von Mohl (1800-1876) a convencer al gobierno francés a investigar y excavar la zona norte del actual Irak. Jules von Mohl había abandonado la idea de estudiar para ser pastor luterano, interesándose más por el oriente antiguo que por la teología, motivo por el cual en 1823 decide ir a París a estudiar filología y estudios del Próximo Oriente bajo la tutela de Silvestre de Sacy (1758-1838) quien había sido profesor del descifrador de la escritura jeroglífica egipcia, Jean-François Champollion (1790-1832). Jules von Mohl fue miembro de la Académie des Inscriptions et Belles-Lettres, así como secretario de la Société Asiatique.
El gobierno francés, apoyado en gran parte por el rey Luis Felipe I (1773-1850), decidió enviar a Paul-Émile Botta (1802-1870), como cónsul en Mosul, con el objetivo de realizar excavaciones en la antigua Asiria. Hijo de un médico, Carlo Botta (1766-1837), que se convirtió en uno de los historiadores más destacados de su época, escribió sobre la historia de Italia y se hizo especialmente famoso por su extensa obra sobre la Guerra de Independencia de los Estados Unidos, publicada en 1821. Carlo Botta abandonó Italia y se convirtió en ciudadano francés. Trabajó durante un tiempo como médico en los ejércitos de Napoleón y, en 1827, fue nombrado rector de la Academia de Ruan; sin embargo, cuatro años más tarde se vio obligado a dimitir de este cargo porque las autoridades consideraron que sus opiniones religiosas eran demasiado liberales, motivo por el cual se trasladó a París. Paul-Émile, quien había nacido en Turín con el nombre de Paolo Emilio, siguió los pasos de su padre graduándose de medicina en Francia. Es probable que en 1824 haya participado de alguna forma en una batalla en Salónica durante la guerra de independencia griega. Es posible que Botta se sintiera impulsado por sentimientos similares a los que llevaron a Lord Byron (1788-1824), el gran poeta inglés, en la lucha por la independencia de Grecia en contra del Imperio Otomano.
Botta perdió a su madre cuando era niño. Es quizá este uno de los motivos por los cuales Botta desarrollaría una tristeza profunda durante el resto de su vida. Sin embargo, esto no impidió que su espíritu de aventura se apagara: a la edad de 20 años realizó un viaje que tuvo una duración de tres años en los cuales pudo conocer el continente americano, Asia y varios lugares del Pacífico. Uno de los países que le impactó fue China, lugar en donde adquiría el hábito de fumar opio, lo cual afectaría su salud y lo sumiría en una gran melancolía. Fue en este viaje en donde desarrolló una de sus grandes pasiones: la zoología. Botta coleccionó insectos, y estudió la flora y la fauna de los lugares que visitó.
En 1830 fue nombrado médico en la corte del rey egipcio Mehmet Alí (1769-1849). Botta trabajaría en Egipto de 1830 a 1833, realizando una expedición al actual país de Sudán. Fue en Egipto en donde Botta haría amistad con Benjamín Disraeli (1804-1881), futuro primer ministro británico. Disraeli fue un apasionado de la historia que de forma curiosa entablaría amistad con dos grandes arqueólogos de Mesopotamia: Paul-Émile Botta y Austen Henry Layard (1817-1894). Fue Disraeli, actuando como primer ministro, el que designaría a Layard como embajador británico del Imperio Otomano. Disraeli también fue un gran novelista, en su obra Contarini Fleming de 1832 uno de los personajes está inspirado en Paul-Émile Botta.
En 1837 Botta realiza un viaje por el actual Yemen. Es en ese año en el que publica una obra para el Museo de Historia Natural de París. Botta desarrolla varias facetas que ayudarían a que el gobierno francés se fijara en él como el personaje ideal para ser enviado a Mosul como cónsul. Aparte de tener experiencia tratando con personas árabes, Botta era médico, zoólogo, botánico y aventurero. No solo había escrito de zoología, sino también había escrito sobre el uso del opio.
Botta es designado como cónsul en Mosul con la misión de hacer prospecciones arqueológicas. A pesar de no tener experiencia en excavaciones, Botta tenía habilidades que podían ser de ayuda, sabía relacionarse con las personas de la zona y era un hombre generoso. Francia buscaba juntar colecciones antiguas para el Museo del Louvre. Después del gran éxito de las misiones arqueológicas francesas en Egipto, el interés pasaba ahora a Mesopotamia, lugar que no se había excavado. Había también otro interés: en el siglo XIX la veracidad del relato bíblico era puesta en duda debido a la falta de información arqueológica, por lo cual se necesitaban descubrimientos con los cuales se podía demostrar la realidad histórica de los libros de Reyes y Crónicas del Antiguo Testamento.
Botta empieza realizando prospecciones arqueológicas en Kuyunjik, lugar que empieza a excavar a finales de 1842. Los descubrimientos que hace en ese lugar no son tan espectaculares, solo consigue algunas inscripciones en tablillas de arcilla. El terreno era difícil y lo que se sabría después es que los objetos más espectaculares estaban a una gran profundidad. Esto se conocería después por las excavaciones inglesas de 1845.
A comienzos de 1843, una persona fue a visitar a Paul-Émile Botta con el objetivo de mencionar que en una aldea llamada Khorsbad se encontraban inscripciones por todas partes. Botta decide enviar a un puñado de trabajadores a que investigaran si esto era verdad, lo cual resultó ser cierto. Los descubrimientos fueron monumentales: estatuas colosales de toros, esculturas en relieve de dioses, reyes, batallas y asedios, todas con inscripciones cuneiformes, y numerosas salas de un palacio perteneciente a Sargón II, rey de Asiria, el mismo que aparece mencionado en Isaías 20:1.

Al igual que todos los excavadores posteriores de los palacios asirios, Botta encontró las ruinas de enormes edificios destruidos por el fuego, cuyas paredes se habían derrumbado y habían quedado lentamente cubiertas por la tierra. Muchos de los relieves estaban muy dañados, en parte por el fuego y en parte por haber estado expuestos a la intemperie. En los libros y registros de los primeros arqueólogos podemos leer cómo los relieves que acababan de quedar al descubierto se desmoronaban ante los ojos de los excavadores.
El descubrimiento de este palacio asirio se comunicó mediante una serie de cartas dirigidas a Jules Mohl en París, quien las publicó en el Journal asiatique. Estas cartas dieron al mundo académico una primera visión de la antigua Asiria y las descripciones e ilustraciones causaron sensación. Botta describió con detalle las salas cuyas paredes estaban cubiertas de relieves y las puertas adornadas con grandes losas que llevaban largas inscripciones. Los hallazgos eran sensacionales y espectaculares, pero en realidad Botta no tenía ni idea de lo que sus obreros estaban descubriendo, por lo que, sabiamente, se limitó a hablar de lo que iba encontrando. A pesar de no ser un ilustrador, Botta se esforzó en calcar y en dibujar los descubrimientos de la mejor forma que podía. Botta pidió ayuda para que alguien más hiciera las ilustraciones, algo que Jules von Mohl tomó en cuenta para que las cosas encontradas fueran mostradas al público. Mohl pidió apoyo al gobierno francés, el cual no puso trabas en enviar dinero y recursos. Una de las labores de Botta era hacer un inventario con el objetivo de transportar todo lo encontrado a Francia.

A pesar de que en una de las cartas informó a Mohl: Nineve est retrouvé, lo que realmente había encontrado Botta fue Dur Sharrukin, nombre asirio para Khorsabad, que literalmente significa “La ciudad de Sargón”. Botta fue el primero en sacar a la luz los restos de una civilización que había sido importantísima en la antigüedad, la cual había sido olvidada, sepultada bajo tierra por más de dos mil años. Nínive sería encontrada posteriormente en las excavaciones llevadas a cabo por los ingleses en 1847.
Gracias a los descubrimientos en Khorsbad, Botta había dado un gran impulso al nacimiento de la asiriología como disciplina científica, al igual que Champollion lo había hecho con la egiptología. Botta llegó a mencionar lo siguiente: Me parece que Asiria es igual a Egipto y sería bueno explotarlo por completo. Yo he abierto el camino.
Aparte de encontrar los famosos Lamassu, los toros alados que protegían a los palacios asirios, Botta encontró una figura que el mismo denominó el Hércules asirio: Es uno de los héroes tradicionales de la iconografía mesopotámica, armado con lo que parece un bumerán y sosteniendo descuidadamente a un león sobre un brazo. Este héroe, quienquiera que haya sido, y los grandes toros eran espíritus protectores que custodiaban las puertas principales de los palacios. Varios asiriólogos en la actualidad opinan que este monumento que encontró Botta representa a Gilgamesh, uno de los reyes más importantes de la antigüedad.

Una cuestión para resaltar en la vida de Botta es el contacto que tuvo con Austen Henry Layard. En junio de 1842 Layard llega a Mosul, en donde le presentan al cónsul francés Paul-Émile Botta, y el encuentro entre estos dos hombres tuvo un significado muy especial, ya que se puede decir que marcó el comienzo de la exploración arqueológica de la antigua Mesopotamia. Botta y Layard estaban destinados a convertirse en los descubridores de la antigua Asiria. Esta visita de Layard a Botta en Mosul se convirtió en el comienzo de una amistad entre dos hombres que, evidentemente, se admiraban y respetaban mutuamente. Su relación estaba libre de la rivalidad personal y nacionalista que marcó el trabajo de arqueólogos franceses, ingleses y alemanes en los siguientes años.
Con su dominio del francés, Layard debió de ser un compañero muy apreciado por Botta, lo cual puedes verse en la siguiente descripción: Visitamos juntos los grandes montículos situados frente a Mosul, que según se creía ocupaban el emplazamiento de la antigua Nínive. Botta había abierto una o dos zanjas en el mayor de estos montículos, pero solo había descubierto unos pocos ladrillos cocidos en horno y fragmentos de alabastro con inscripciones cuneiformes. La convicción de que entre esas acumulaciones de tierra y escombros se ocultaban restos de gran interés e importancia me llevó a animar a Botta a continuar con sus excavaciones.
Henry Layard tenía en alta estima a Botta, pero consideraba perjudicial su hábito de fumar opio, lo cual es descrito de la siguiente forma en una carta de Layard: El Sr. Botta era un compañero encantador. Tenía opiniones liberales, era de mente abierta, dispuesto a compartir sus conocimientos y a reconocer los méritos de los demás. Sus logros científicos, especialmente como botánico, eran considerables. Había visitado China, donde, por desgracia, había adquirido el fatal hábito de fumar opio, lo que arruinó su salud y lo hizo propenso a ocasionales ataques de melancolía y desánimo de la naturaleza más dolorosa.
Botta mantenía a Layard constantemente informado de sus resultados. Para Botta era importante brindar a su amigo la oportunidad de ver y copiar las cartas oficiales dirigidas a Jules von Mohl antes de que fueran enviadas a Francia, y en la Biblioteca Británica se pueden consultar las copias manuscritas de Layard de algunos de estos informes, junto con varios dibujos de relieves y planos del edificio. La generosidad de Botta es bastante singular, especialmente si se compara con otros arqueólogos de su época, a quienes les resultaba extremadamente difícil compartir sus conocimientos y descubrimientos con sus colegas a quienes consideraban más bien rivales y competidores. Botta parece haber estado completamente libre de tales consideraciones. De hecho, instó a Layard a hacer copias de todo, le dio su bendición para que escribiera sobre Khorsabad en revistas y periódicos basándose en sus reportes, y le invitó repetidamente para que le ayudara en las excavaciones. «Lamento mucho que no estés aquí ahora para ver Khorsabad», escribió. «Te aseguro que es extraordinario y que merece la pena verlo». En una de sus cartas, Botta invita a Layard a que le ayude haciendo dibujos para así ilustrar las cosas que se han encontrado, ofreciéndole alojamiento y manutención e insistiendo en que su presencia en la excavación sería muy útil:
No sé dibujar y, por lo tanto, solo puedo hacer malos bocetos de las figuras mejor conservadas; todo lo demás se perderá y es una lástima, porque pequeños detalles que a mí me pasan desapercibidos, ya que me parecen insignificantes, podrían llevar a otros a determinar con certeza la antigüedad de los monumentos, los hechos históricos representados y la interpretación de los escritos. Con mis escasos conocimientos, no puedo ser tan útil como debería. Te invito a que vengas.
El gobierno francés designó a Eugène Flandin (1809-1889), como ayudante de Botta. Flandin ya tenía experiencia en excavaciones, había hecho ilustraciones en Persépolis y era un dibujante muy meticuloso. Layard utilizó las cartas de Botta y, especialmente, los maravillosos dibujos de Flandin como base para una serie de artículos que se publicaron en The Malta Times en enero de 1845, incluso antes de que se imprimieran los propios informes de Botta. Los artículos despertaron un gran interés ya que se publicarían en varios periódicos y revistas en Europa.

Al ser el primero en enterarse de los descubrimientos de Botta, incluso antes de que la noticia de los descubrimientos llegara a París, Layard estaba en una posición privilegiada para informar sobre los hallazgos realizados: Mi amigo Botta había continuado sus excavaciones entre las ruinas asirias y había comenzado esos grandes descubrimientos en Khorsabad con una generosidad y liberalidad poco comunes entre los descubridores, me permitió ver sus cartas a sus superiores oficiales en Francia, en las que describía los restos que había descubierto y que iban acompañadas de copias de inscripciones cuneiformes y dibujos de los bajorrelieves encontrados en las excavaciones. Así pude ser uno de los primeros en anunciarlos al público y dar cuenta detallada de ellos. Lo hice en una serie de cartas al Malta Times y en muchos periódicos europeos. En estas cartas me esforcé por fijar el período de los maravillosos monumentos que mi amigo había desenterrado y relacionarlos con el gran imperio que, antes de la caída de Nínive, había florecido en las vastas llanuras de Mesopotamia.
La generosidad de Botta es mencionada por otras personas, entre las que se encuentran Henry Rawlinson (1810-1895), uno de los descifradores de la escritura cuneiforme. En una carta dirigida a Layard en noviembre de 1848, Rawlinson mencionó que Botta le había enviado una copia de sus inscripciones publicadas de Khorsabad, aunque estaban en un papel tan fino que casi le daba miedo tocarlas. Botta envío inscripciones encontradas por él a diferentes personas con el objetivo de que esto ayudara en el desciframiento de la escritura cuneiforme. Layard hizo público que los logros de Botta le inspiraron a realizar excavaciones en el norte del actual Irak. Sin saberlo, Layard superaría los descubrimientos de Botta, ya que encontró más relieves, inscripciones y esculturas asirias. Botta sabía que los descubrimientos del inglés habían superado los suyos realizados en Khorsabad. Botta en varias cartas expresó su satisfacción por los descubrimientos de Layard que le parecían tan importantes que su propia contribución se estaba reduciendo rápidamente a la de ser quien había abierto el camino en las excavaciones de la antigua Asiria.
Botta siguió excavando durante el bienio de 1843-1844. Tras completar sus excavaciones en Khorsabad, Botta pasó el invierno de 1844-45 ocupado en transportar algunos de los objetos más valiosos en balsa por el Tigris, pero a finales de 1845 aún se encontraban en Basora a la espera de que el cargamento fuera enviado a Francia. Un barco de la armada francesa sería el encargado de llevar los objetos, los cuales serían después trasladados a París. El 1 de mayo de 1847, el Louvre abrió al público la primera colección de monumentos asirios, casi exactamente cuatro años después de que Botta comenzara las excavaciones en Khorsbad.

Después de terminar su labor arqueológica y diplomática en Mesopotamia, Botta después sería traslado al consulado francés en Jerusalén, lugar donde permanecería de 1848 a 1855. No tuvo la oportunidad de excavar en esta ciudad. A pesar de haber publicado junto con Eugène Flandin una obra en cinco volúmenes, Les Monuments de Ninive (Paris 1849-1859), Botta no volvería a participar en ninguna excavación.
Botta sería designado cónsul francés en Tripolí, Libia durante los años 1855 a 1868. Debido a complicaciones de salud, en 1868 Botta decide volver a Francia, en donde recibe la condecoración de la Legión de Honor debido a sus contribuciones científicas, arqueológicas y diplomáticas. Botta murió el 29 de marzo de 1870, dejando un legado que sigue vivo: fue el pionero de las excavaciones en Mesopotamia, abriendo el camino para futuros arqueólogos, contribuyendo con sus publicaciones en el desarrollo del estudio del antiguo Irak.
Uno de los aspectos más importantes de los relieves asirios, así como de los registros en escritura cuneiforme, es la luz que pueden darnos acerca de la historia bíblica. Varios reyes asirios son mencionados en los libros de Reyes, Crónicas y en algunos profetas del Antiguo Testamento. Gracias a las excavaciones de Botta se podía comprobar la existencia de reyes mencionados en la Biblia en registros independientes: a esos reyes se les podía visualizar por primera vez en muchos años. Todo esto demostraba que los asirios mencionados en la biblia eran de hecho personajes históricos. Los descubrimientos en Asiria venían a confirmar gran parte de la historia bíblica.
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Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - Huellas del pasado - El primer asiriólogo: Paul-Émile Botta y el palacio de Sargón II