Encuentro de Calvino con Farel en Ginebra

Su amigo Tillet se enteró que Calvino estaba en Ginebra y quiso que conociese a su protector, Guillermo Farel.

09 DE MARZO DE 2012 · 23:00

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Tras su estancia en Basilea, Calvino y uno de su amigo más cercanos Louis du Tillet viajaron juntos a la ciudad italiana de Ferrara en los Alpes, pero aquel viaje terminaría al final en Ginebra, la futura “Roma” del protestantismo. La duquesa René era una acaudalada mujer protestante, intentaba salvar a los intelectuales evangélicos que huían de sus países. La duquesa era cuñada del rey Francisco I de Francia, pero pretendía mantener una postura abierta a la nueva iglesia reformada. Al poco tiempo de llegar a Ferrara, se desató una persecución contra los protestantes de la ciudad. Calvino y su amigo Tillet escaparon de Italia atemorizados por la persecución. Calvino se separó de su amigo y se dirigió a París, el rey Francisco I había otorgado seis meses de amnistía, para que los acusados de herejía se retractaran o abandonaran el reino. Juan quería vender las tierras que quedaban a su familia y sacar a su hermano y hermana de Francia. Tras hacerse con algo de dinero, Calvino convenció a su familia para que viajara con él a Estrasburgo en Suiza. Allí, Calvino tenía planeado continuar su carrera como escritor e intentar propagar la Reforma con sus libros. El viaje era duro e incómodo, a pesar de ser verano. Calvino y sus hermanos llegaron hasta Suiza, pero la guerra entre Carlos V y Francisco I mantenía cortado el paso a Estrasburgo. Juan y su familia se desviaron hasta Ginebra. La ciudad se convertiría en el centro neurálgico de su ministerio, aunque él todavía no lo sabía. Calvino y su familia se habían alojado discretamente en una posada a las afueras de la ciudad, utilizaban nombres falsos, pero de alguna forma su amigo Tillet se enteró que estaba en Ginebra y decidió que su amigo debía conocer a su nuevo protector, Guillermo Farel. Farel era un hombre educado en las mejores escuelas de Francia. Su mentor había sido el propio Lefevre, que al ver el ímpetu de su alumno le había dicho: “Dios renovará este mundo y tu vivirás para verlo”. Así, Farel se había convertido en unos de los predicadores del Evangelio más reconocidos de su tiempo, pero necesitaba alguien que le ayudara en su ardua tarea. Tal vez, el joven francés tendría la inteligencia y la capacidad de sistematizar la fe que Farel no poseía. Estando solo, Farel había conseguido muchos progresos para la Reforma en la ciudad de Ginebra. En dos años, la práctica totalidad de la ciudad se había pasado a la Reforma, pero él no sabía como gobernar a toda esa masa de gente. ¿Convencería Farel a Calvino para que se quedase con él?

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