“No debe haber teólogos(as) sin pueblo creyente”: mil artículos de Carlos Martínez García en PD

Entrevista al escritor y colaborador de esta publicación, donde lleva 20 años participando con una columna semanal.

29 DE NOVIEMBRE DE 2025 · 21:00

Carlos Martínez García y LC-O en la feria del Libro de Coyoacán-Ciudad de México.,
Carlos Martínez García y LC-O en la feria del Libro de Coyoacán-Ciudad de México.

Carlos Martínez García ha completado mil artículos (alrededor de 20 años) en Protestante Digital, nuestra casa común, y eso es digno de celebrarse. Para tal fin, respondió estas preguntas en las que los temas dominantes son la pasión por la lectura, la escritura, la literatura, la teología, la historia, en fin, todo un conjunto de aficiones que lo llevó al periodismo de manera natural. Autor de varias decenas de volúmenes sobre esos y otros tópicos (uno de los más recientes es precisamente Leer es navegar), además de una amplia trayectoria como profesor, conferencista y animador cultural, se explaya generosamente para mostrar sus influencias, orientaciones y proyectos. En su caso, han confluido la intensidad escritural y el celo histórico y teológico para producir esta larga cadena de textos que llega ahora hasta el millar. Nos congratulamos por ello.

 

Hola, Carlos, es un placer dialogar contigo a propósito de tus mil artículos en Protestante Digital. Cuéntanos cómo inició tu colaboración.

Primero, estimado Leopoldo, muchas gracias por tu generosidad al proponerme esta conversación. En algún momento del 2005 llegó a mi conocimiento que en España se estaba publicando Protestante Digital. Tuve acceso a su sitio en la red digital, me gustó el contenido y me propuse escribir un artículo, enviarlo y desear que fuese publicado. Seguí el mismo camino que ya había andado en otras publicaciones periódicas en México, escribir una colaboración y entregarla a quien toma la decisión de publicarla o no. Así sucedió en diarios como unomásuno y La Jornada (además en otros medios), en los cuales después me invitaron a escribir regularmente. Tras haber publicado mi primer envío a Protestante Digital, continué haciendo entregas y, por correo electrónico, inicié amistad con su director Pedro Tarquis. Agradezco profundamente a Pedro que me haya concedido espacio semanal y tribuna para dar a conocer mis bodrios. Esta palabra la adopté de mi entrañable amigo Carlos Monsiváis, quien, al obsequiarme su nuevo libro, me decía: “toma y lee mis bodrios”.

 

Estudiaste Sociología en la UNAM. ¿Qué maestros influyeron en tu futura labor como escritor y analista? Recuerdo que has hablado, por ejemplo, de Gastón García Cantú, un gran estudioso del pensamiento conservador en México.

De todos mis maestros en la UNAM el que más me marcó fue don Gastón García Cantú, autor de obras muy importantes en la historiografía mexicana. Ejerció el periodismo, sobre todo el género opinativo, en el cual era muy riguroso con sus artículos de fondo. Don Gastón me descubrió libros sobre la historia de México que ningún otro docente me había mencionado. Él era muy preciso tanto en la expresión verbal como en la escrita. Su sencillez en el trato y disposición a escuchar son lecciones que sigo atesorando. Con el escritor Gustavo Sainz (autor de, entre otras novelas, Gazapo, La princesa del Palacio de Hierro y Obsesivos días circulares) cursé un año la materia Literatura y Sociedad, en la que aprendí a interrelacionar ficción y realidad. Otro gran maestro que me deslumbró fue el especialista en geopolítica mundial Enrique Ruiz García (más conocido por uno de sus seudónimos: Juan María Alponte). Él fue muy prolífico en la escritura de libros y artículos de opinión. No en la UNAM, sino en otros espacios, recibí lecciones y consejos de don Gonzalo Báez-Camargo, quien, como bien sabes, cultivó distintos géneros literarios. Alguien que me impulsó a escribir fue Carlos René Padilla, quien en una ocasión me escuchaba con paciencia y me preguntó; “Carlos, ¿por qué no escribes?”.

 

Has hablado otras veces de tu formación como lector obsesionado. ¿Qué nombres y obras te han marcado en esa ruta?

Yo provengo de una familia obrera, en mi casa no había libros. Abundaban el cariño y el convencimiento de mis padres sobre que sus hijos(as) tendrían un futuro mejor si avanzaban en escolaridad. Mi padre pudo concluir la primaria, mi madre la dejó trunca porque desde niña debió emplearse para generar ingresos porque su papá murió de un ataque al corazón. Me sedujo la lectura hasta los quince años, cuando leí cautivado y de corrido Relato de un náufrago, de Gabriel García Márquez. Sobre la experiencia escribí en La Jornada: “La vida es más que los libros leídos. Sin embargo, para los lectores consuetudinarios la vida sin libros está trunca. Creo que por esto recordamos el primer libro leído como un rito iniciático. En mi caso fue como un torrente que me llevó a experimentar sensaciones nunca tenidas. Las páginas leídas me marcaron de tal manera que al recorrerlas ávidamente tuve la claridad suficiente como para darme cuenta de que había tenido una conversión. A partir de entonces comencé a leer por puro gusto, por el inigualable placer de gozar un libro con todos los sentidos” (“La iniciación de un lector”, en La Jornada, 25 de agosto de 2018).

Hay libros, Carlos Monsiváis dixit, que lleva uno en su ADN, como para él, igualmente para mí, en primer lugar, ese libro es la Biblia. En cuanto autores(as) que para mí son imprescindibles menciono a Ignacio Manuel Altamirano, Martín Luis Guzmán, Juan Rulfo, Mario Vargas Llosa, Carlos Monsiváis, José Emilio Pacheco, Charles Dickens, Robert Louis Stevenson, Franz Kafka (su frase la considero canónica: “No se deberían leer más que los libros que nos pican y nos muerden. Si el libro que leemos no nos despierta con un puñetazo en el cráneo, ¿para qué leerlo?”), Arthur Conan Doyle, John Steinbeck, George Orwell, Howard Fast, Jack London, Herman Melville, Truman Capote, Harper Lee, Rosario Castellanos, Agatha Christie. De cada uno de los mencionados(as) tengo preferencia por alguna de sus obras. La lista de mis autores(as) preferidos(as) es más amplia, por ahora la dejó con quienes mencioné.

 

Tus intereses van desde la historia del protestantismo hasta la promoción de la lectura pasando por la reivindicación de actores religiosos marginados y la pasión por los sucesos navideños, entre otros tópicos. ¿Cómo se articula todo esto en tu escritura?

Te confieso que soy caótico en mis gustos, hay constantes como las que citas, pero por temporadas me apasiono en conocer lo más a fondo que pueda un tema y frenéticamente busco referencias bibliográficas para, en cuanto pueda, adquirir los libros. Te pongo un ejemplo, hace unos meses me interesé en la historia y cultura afroamericana de Estados Unidos. Leí biografías, novelas, ensayos acerca del tema y quedé fascinado por tanta creatividad y cultura de la resistencia de la población afroamericana. Su identidad está marcada por su lectura/interpretación de la Biblia, uno de cuyos frutos fue una teología de la liberación anterior a la de Latinoamérica; una muestra de ello es el libro de Howard Thurman, Jesus and the Disinherited (Jesús y los desheredados), publicado por primera vez en 1949. Leer sobre temas aparentemente inconexos me ha dado muy gratas sorpresas y descubrimientos insospechados. Aspiro a que de mis saltos cognitivos resulte algo más o menos articulado.

 

La Biblia ha sido una de tus aficiones más constantes. ¿Qué dirías acerca de la permanente presencia de la versión de Reina y Valera a la luz de las traducciones que han surgido en los últimos años?

El vínculo con la Biblia Reina-Valera es intelectual, emocional, espiritual y lingüístico. Tanto tú como yo hemos escrito libros sobre Reina y su traducción. Él y su obra es tanto un punto de llegada como de partida. Lo es de llegada porque se cumplió con la publicación de la Biblia del Oso, en 1569, un sueño que otros traductores españoles (como Francisco de Enzinas y Juan Pérez de Pineda) no pudieron completar. Es punto de partida porque, como el mismo Reina lo escribió, deseaba que otros traductores, con mejores condiciones y apoyos que los tenidos por él, pudiesen hacer otra traducción en equipo. En español contamos con un amplio abanico de traducciones, y es bueno que así sea. Sin embargo, la de Reina es la que llevo en mi corazón.

 

Háblanos de cómo iniciaste en la publicación de libros, que ya suman varias decenas.

El primero fue Intolerancia clerical y minorías religiosas en México, publicado por CUPSA en 1993. En tal año el director era Moisés Valderrama, quien dio luz verde para el libro, en el que conjunté artículos originalmente publicados en el diario unomásuno. En el diario el director de opinión era el legendario Huberto Batis, profesor en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, editor tanto de libros como de revistas y suplementos literarios. Él, una vez me confió, que publicaba mis artículos porque compartía el tono de mis críticas a la jerarquía de la Iglesia católica romana y mi defensa de la libertad de creencias.

 

¿Quiénes son algunos de tus autores/as favoritos en los diversos géneros: poesía, novela, ensayo, teología, historia de la iglesia...?

Me pones en un predicamento porque tengo la tentación de referir a varios autores(as), pero con el fin de acortar la respuesta hago mención de José Emilio Pacheco y Rosario Castellanos (poesía); Ray Bradbury, George Orwell (novela, estoy leyendo una biografía impresionante sobre él cuyo autor es D. J. Taylor); Octavio Paz y George Steiner (ensayo); John H. Yoder y Stanley Hauerwas (teología); Roland H, Bainton, C. Arnold Snyder y Diarmaid MacCulloch (historia de la Iglesia).

 

¿Cómo valoras tu participación en el Consejo Editorial de la Casa Unida de Publicaciones, benemérita editorial protestante, adonde hemos coincidido?

Agradezco infinitamente haber sido invitado a formar parte del Consejo Editorial de una casa publicadora con tanta historia y rico catálogo. Cuando CUPSA cumplió cien años, en 2019, escribí en Protestante Digital una reflexión acerca del acontecimiento, en uno de cuyos párrafos se lee: “Es un enorme logro llegar a los cien años, sobre todo cuando se trata de la edición de libros para instruir a una minoría: la población protestante/evangélica mexicana y, en alguna medida, de Iberoamérica. En el siglo cumplimentado por CUPSA han desaparecido numerosas editoriales, mientras que la nueva centenaria pudo campear adversidades y, en los últimos años, resurgió con vitalidad” (aquí el artículo completo: “CUPSA y obras clásicas de la Reforma”, 7 de julio de 2019). Coincidir contigo en el Consejo ha sido muy gratificante. De alguna manera somos herederos de uno de sus grandes directores: Gonzalo Báez-Camargo, en muchos sentidos nuestro maestro.

 

¿Qué artículos tuyos o ensayos consideras que han tenido mayor trascendencia o impacto en estos años?

No sé si hayan tenido gran trascendencia algunos escritos de mi autoría, deseo que algunos sí. Tal vez un artículo publicado en La Jornada es el que más me trajo consecuencias, para nada halagüeñas, porque, a causa de evidenciar las contradicciones y excesos de una organización religiosa, el liderazgo de la misma envió emisarios para que me amenazaran de muerte. La Comisión de Derechos Humanos de la Ciudad de México y el Mecanismo de Protección para Personas Defensoras de Derechos Humanos y Periodistas (instancia del gobierno federal) me asignaron guardaespaldas por unos meses. Me di cuenta de que, a veces, hay quienes sí leen lo que uno escribe y toman en cuenta el contenido de lo expresado.

“No debe haber teólogos(as) sin pueblo creyente”: mil artículos de Carlos Martínez García en PD

Carlos Martínez García, en un coloquio en Oaxaca.

 

Como parte de la Fraternidad Teológica Latinoamericana desde hace largo tiempo, ¿qué rescatas de esa experiencia como autor de diversos ensayos históricos sobre ella?

Guardo en la memoria y el corazón haber conocido de cerca y convivir en distintos momentos con fundadores de la FTL: Samuel Escobar, René Padilla, Pedro Arana y Pedro Savage. Les agradezco que, como escribió Alberto Roldán sobre los primeros dos (pero que aquí hago extensivo a los dos Pedros), haber sido “los maestros que me introdujeron en la apasionante búsqueda de una teología evangélica situada” (Teologías de la Reforma. Actualidades y desafíos, Buenos Aires, Ediciones Kairós, 2017, p. 3).

 

¿Qué opinas de las nuevas producciones teológicas en el ámbito mexicano y latinoamericano? ¿Piensas que se está cubriendo la enorme necesidad de una sólida reflexión para responder a las exigencias eclesiales?

Me gusta mucho lo que dices acerca de “una sólida reflexión para responder a las exigencias eclesiales”. Es así porque, desde mi ethos anabautista, la producción bíblica y teológica no debe quedar nada más en un ejercicio meramente académico. La reflexión tiene que hacerse con rigor y seriedad académica, a la vez que en conexión con las comunidades de fe insertas en realidades que tienen especificidades y demandas muy concretas por parte de su entorno. Creo que sí, por el territorio latinoamericano hay, como las denominas, “nuevas producciones teológicas” y la circulación de las mismas, con frecuencia, es un tanto limitada por distintas razones. La otra parte del asunto es que exista, en las comunidades de fe, apertura hacia sus pensadores(as) que están reflexionando sobre temáticas que surgen debido a que las sociedades cada vez son más diversificadas. Para el caso del marxismo mexicano escribió José Revueltas, en 1962, su Ensayo sobre un proletariado sin cabeza. Con esta base hago una analogía para la realidad del cristianismo protestante/evangélico iberoamericano: no debe haber pueblo creyente sin teólogos(as), pero tampoco teólogos(as) sin pueblo creyente.

 

¿Qué dirías a quienes desean iniciar una carrera como autores de textos o artículos en el ámbito evangélico o protestante? ¿Qué sugerirías?

Es fundamental aprender a hacer preguntas e indagar las respuestas. Al respecto sentenció Gastón Bachelard: “La fuente de todo conocimiento es la pregunta”. También transmito el consejo del que fue considerado el mejor periodista del mundo, Ryszard Kapuściński (cuyos libros de reportajes/crónicas son aleccionadores): “Para escribir una página hay que leer cien”. Es insustituible formarse un bagaje creciente que nos permita desmenuzar el tema sobre el cual se quiere escribir. Se puede ser un gran lector sin ser escritor, pero no es posible ser escritor sin practicar la lectura cotidiana. En términos más coloquiales lo afirmó el comediante mexicano Cantinflas: “Ni modo, joven, hay que estudiar”.

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