La ética de Calvino ante algunas tendencias teológicas reduccionistas (II)

Esta insistencia en que todo lo que afirma el “pensamiento reformacional” es 100% bíblico forma parte de la actitud impositiva y arrogante con que estos defensores suyos intentan imponerla en los espacios eclesiásticos que ven como territorio de conquista.

16 DE FEBRERO DE 2024 · 10:24

J. Glenn Friesen.,
J. Glenn Friesen.

Calvino ve, pues, ampliamente. Piensa en la acción de Dios en círculos concéntricos: el orden de la naturaleza y la vida de lo vivo, el destino particular de cada individuo y, finalmente, la vida de los cristianos.1

F. Dermange, La ética de Calvino

Señalamientos sobre las tendencias de la “filosofía cosmonómica” o “reformacional”

Algunos promotores de la llamada “filosofía reformacional” han objetado algunas críticas que se le han hecho, señalando incompetencia e ignorancia para abordarla. Obviamente, varios de ellos se consideran como los poseedores de la única herencia de los pensadores estadounidenses de origen neerlandés a los que invariablemente hacen referencia. Especial prurito ha causado el libro de J. Glenn Friesen, Neo-Calvinism and Christian Theosophy: Franz von Baader, Abraham Kuyper, Herman Dooyeweerd (Calgary, Aevum Books, 2015; edición revisada: 2021) que desarrolla 95 tesis para discutir su objeto de análisis y demostrar, en su opinión, que muchas de las ideas de Kuyper, Vollenhoven y Dooyeweerd provienen en realidad de sus lecturas de Franz Xaver von Baader (1765-1841), filósofo y teólogo laico alemán, cuyas inclinaciones teosóficas han sido señaladas en varios lugares por Friesen:

A menudo se le conoce como teósofo debido a sus puntos de vista que relacionan la creación con una emanación de Dios. Pero a diferencia de algunas formas de teosofía, la teosofía de Baader no es panteísta; enfatiza la separación del Creador y la criatura. También se opone a cualquier idea que atribuya el mal a Dios; él dice que el mal es el resultado de nuestra libre elección. Gershom Scholem dice que la “teosofía” no debe entenderse en el sentido del movimiento posterior de Madame Blavatsky con ese nombre. “La teosofía postula una especie de emanación divina por la cual Dios, abandonando su reposo autónomo, despierta a la vida misteriosa; además, sostiene que los misterios de la creación reflejan la pulsación de esta vida divina” (Gershom G. Scholem, Major Trends in Jewish Mysticism. Nueva York, Schocken, 1961).2

La reacción en contra de sus opiniones ha sido dura e intransigente: “Los detractores de la filosofía reformacional necesitan ser más serios en sus críticas y comentarios, y sobre todo leer a los autores antes de usarlos para calumniarla”.3Los calificativos han subido de tono en una mezcla de argumentos rápidos y señalamientos a la persona: “La religión de Friesen es oriental. El problema es que quiere imponer su agenda panenteísta a Kuyper y a Dooyeweerd, de allí las gigantescas distorsiones que hace del pensamiento de estos autores. Ahora los enemigos de la filosofía cosmonómica se alían con representantes de otras religiones para atacar una filosofía auténticamente bíblica”.4

Esta insistencia en que todo lo que afirma el “pensamiento reformacional” es 100% bíblico forma parte de la actitud impositiva y arrogante con que estos defensores suyos intentan imponerla en los espacios eclesiásticos que ven como territorio de conquista. Raúl Méndez Yáñez ha hecho un buen resumen de estas inclinaciones luego de observar con atención las actitudes de sus promotores:

Los seguidores de esta corriente consideran que señalar a un autor como “platónico”, “tomista” o, simplemente, descubrir la línea teórica que maneja (que para ellos es invariablemente un "motivo religioso"), ¡basta para descalificar a dicho autor! 

“¡Ese pensador es heideggeriano!”. “Tú sigues una filosofía dualista”. “Usas el presupuesto secular…”.

Y con esos criterios pretenden desestimar las posturas contrarias. 

Otro ad hominem común en que incurren los apologetas cosmonómicos es señalar que cualquiera que les critica “no sabe lo suficiente”. Es decir, creen que su postura no admite objeciones porque quien critica es “ignorante”. Ese tipo de argumentos que apela a una caja negra o conocimiento oculto que un externo no conoce, es propio del pensamiento sectario. 

Lo más peligroso: los “reformacionales” se consideran a sí mismos carentes de presupuestos filosóficos, como si su modelo emanara mágicamente de la Biblia sin mediación histórica ni intelectual (por eso es muy adecuado el adjetivo de “teosofía” para describir a esta perspectiva).

Los reformacionales aspiran a ser una “filosofía cristiana” no contaminada por ninguna filosofía pagana ni secular, una impoluta “cosmovisión” libre de cualquier “presupuesto” de pensamiento humano. 

Paradójicamente, esta corriente que, supuestamente rechaza la “absolutización” de “cualquier esfera”, termina absolutizando su propia visión “cosmonómica”.5

La ética de Calvino ante algunas tendencias teológicas reduccionistas (II)

Libro de John H. Leith.

El énfasis global de la ética de Calvino

François Dermange, en la introducción de su libro, centra muy bien el horizonte de análisis que le permitió acercarse a la ética de Calvino para resaltar todas sus facetas sin demeritar lo que se ha escrito antes, pero tampoco sin dejar de puntualizar los aspectos en que, definitivamente, ha sido poco comprendido e incluso mal interpretado. Por ejemplo, cuando define la manera en que el reformador se situó ante el humanismo, que hoy muchos ven como nocivo sin considerar su uso, práctica y utilidad para los estudios teológicos en la época de la Reforma:

Calvino leyó mucho y no solo de teología. Aunque no todos los autores son citados de primera mano, Platón, Aristóteles y los otros pensadores antiguos están constantemente presentes y enriquecen su pensamiento. Que la primera publicación de Calvino en 1532 haya sido el texto De Clementia, de Seneca, es el signo, y este primer interés nunca ha sido desmentido. El humanismo era un aliado. Permitió redescubrir con pasión la frescura de las fuentes antiguas y la elocuencia del discurso, y a menudo cuestionaba a las autoridades religiosas hasta entonces establecidas.6

Según algunos defensores del neocalvinismo, ésta más que afición calviniana por el humanismo (sin ser alguien como Erasmo, lo subraya Dermange) lo descalificaría automáticamente desde una lectura teológica reduccionista que rechaza el interés humanístico y escolástico, incluso en los reformadores, quienes son criticados por su limitada comprensión de la necesidad de radicalizar sus postulados teológicos. Así lo expresa Gordon Spykman:

La Reforma marca un comienzo nuevo. Sin embargo, su ímpetu original demostró ser de corto aliento. No obstante, mientras duró ofreció a la teología cristiana occidental el primer enfoque decisivamente diferente desde fines de la era apostólica, al tema en cuestión. […]

La teología de Calvino representa una separación decisiva de los prevalecientes patrones dualistas de estas teologías medievales y tridentinas. Por eso representa la ruptura hacia un nuevo futuro evangélico. Sin embargo, en un número de asuntos Calvino no logró desarrollar plenamente los potenciales de su rearticulada doctrina reformada. Por lo tanto, su teología no es la última palabra. Aunque ciertamente es una promisoria primera palabra. Su virtud está en señalar nuevas direcciones para un enfoque más integralmente coherente hacia el filosofar y hacer teología reformada.7

Tal como señala Méndez Yáñez, se hace notar ese aire de superioridad de la perspectiva “reformacional” para colocar a la Reforma en un lugar secundario, además de subrayar su carácter incompleto, pues no sería sino hasta la emergencia de la teología neerlandesa de Abraham Kuyper que se recuperaría el ímpetu para hacer los cambios teológicos más trascendentales. Y conste que la valoración de Kuyper en otros autores no es negativa, incluso en la formulación de la idea de la “soberanía de las esferas”, tal como lo muestra esta cita de John H. Leith: “Kuyper creía intensamente que la totalidad de la vida es experimentada bajo la soberanía de Dios pero que las diferentes esferas tales como el Estado, la iglesia, el matrimonio y la educación son independientes una de la otra. La soberanía de las esferas permanece en contraste con el carácter subsidiario de las esferas en la cual cada una, el Estado o la ciencia, por ejemplo, serían subsidiarias de la iglesia. Así, la soberanía de Dios puede ser realizada en una sociedad total sin algunas esferas de la sociedad siendo sujetadas a la tiranía de otras esferas en subordinación jerárquica”.8 Pero eso es muy diferente a suponer que con este teólogo la tradición reformada por fin se animó a proclamar la soberanía de Cristo sobre todos los ámbitos de la vida y acción humana.

Es ahí donde el mérito del trabajo de Dermange merece ser destacado, pues los cinco capítulos de su obra despliegan de una manera muy meritoria los aspectos soteriológicos, primero, y después el impacto de la espiritualidad y la ética reformadas sobre áreas tana relevantes de la vida, como lo son la economía y la política. En ambas se recurre a una sólida afirmación pormenorizada de los efectos de la obra redentora de Dios en Cristo que van desde el interior del ser humano caído que recibe la salvación hasta la misma persona en cuanto integrante de una sociedad que demanda un pensamiento, una acción y una ética. Cada capítulo termina con una sección signada por la pregunta: “¿Qué retener… de la ética del reformador?”. En el primero, luego de exponer “La vida según la naturaleza”, se expresa como sigue:

Ésta es la primera función de la Ley y su uso civil: garantizar a todos que no vivan como “bestias brutas”; se trata de un uso que se aplica tanto a los paganos como a “los hijos de Dios” “desde el tiempo en el que no tenían aún el Espíritu de Dios, sino que se iluminaban en la intemperancia de su carne” (Inst. II, VII, 10). Si Aristóteles hizo de la educación la atención primaria del Estado, era porque estaba convencido de que, al conducir a los ciudadanos a la práctica del bien, los ponía en el camino de la virtud, hasta el momento en el que pudieran elegirla libremente (Aristóteles, Política V, I, 1337a; Ética a Nicómaco, II, 1,11036, 23-25; X, 10, 1180a, 14-16). Calvino le da a este razonamiento un alcance teológico; al acostumbrar a los ciudadanos a vivir honesta y justamente los unos con los otros (Inst. III, XIX, 15), la práctica de la equidad familiariza a los hombres con la voluntad de Dios: “Así se van acostumbrando poco a poco a llevar el yugo de nuestro Señor, de modo que cuando él los habrá llamado, no será en absoluto [es decir, completamente] difícil de someterse a sus mandamientos, como una cosa nueva y desconocida” (Inst. II, VII, 10.).

Calvino tiene cuidado en no confundir los planes. La política y el derecho no solo se refieren a las costumbres externas y son incapaces de transformar los corazones. (Inst. II, III, 3.) Esto solo es posible a través de un procedimiento interior y espiritual (Inst. III, XIX, 15). Como todo lo que proviene de la sabiduría humana, la política y la ley solo son las “camareras”, que se preparan para el anuncio del Evangelio, pero sin abrirle la puerta: “La prudencia natural es un don de Dios, las artes liberales y todas las ciencias por las que se adquiere cierta prudencia, son dones de Dios; pero ellas tienen su límite, porque no pueden penetrar en el reino celestial de Dios, por eso ellas solo deben ser las camareras y no las dueñas” (Com. NT, t. 3, p. 324, sobre 1 Co 3,19).9

Las fuentes de estas expresiones, tomadas minuciosamente de la Institución y de otras obras de Calvino no citadas con frecuencia, manifiestan el rigor con que Dermange se ha sumergido en su obra para reconstruir, paso a paso, el lugar de la ética en el mundo tan religioso que conoció el reformador, así como en la posibilidad de trasladar sus conclusiones a la realidad del mundo actual, autónomo y ciertamente arrogante, pero tan incomprendido por las tendencias retardatarias y nostálgicas de la época medieval con que con preocupante frecuencia se expresan los voceros de la llamada “filosofía reformacional”. Dermange sugiere que la soberanía de Dios en todas las áreas de la vida humana se experimenta en el mundo de manera paradójica y exigente, quizá más para las comunidades de fe que deben tratar de comprender al mundo en su dinámica interna para que, así, puedan discernir los signos de esa soberanía y sus consecuencias para todos los seres humanos, creyentes y no creyentes.

 

Notas

1 François Dermange, “Introducción”, en La ética de Calvino. Trad. de Luis Vázquez Buenfil. México, Comunión Mundial de Iglesias Reformadas-Comunión Mexicana de Iglesias Reformadas y Presbiterianas-Universidad de Ginebra-Labor et Fides-Casa Unida de Publicaciones, 2023, p. 27.

2 J. Glenn Friesen, “Franz Xaver von Baader”, en Christian Nondualism.

3 A. García de la Sienra Guajardo, en su muro de Facebook, 9 de febrero de 2024.

4 Ídem, “Glenn Friesen no es cristiano”, 12 de febrero de 2024.

5 R. Méndez Yáñez, muro de Facebook, 12 de febrero de 2024Cf. Ídem, Di no a la ‘cosmovisión’ cristiana”, 27 de julio de 2019Allí se hace un breve resumen histórico del surgimiento de la corriente “reformacional”.

6 F. Dermange, op. cit., pp. 19-20. Énfasis agregado.

7 G. Spykman, Teología reformacional. Un nuevo paradigma para hacer la dogmática. Jenison, The Evangelical Literature League, 1994, pp. 23, 24.

8 J.H. Leith, “The ethos of the Reformed tradition”, en An introduction to the Reformed tradition. A way of being the Christian community. Atlanta, John Knox Press, 1981, pp. 78-19. Version propia. Leith cita aquí el texto de Spykman, “Sphere-Sovereignity in Calvin and the Calvinist Tradition”, en David E. Holwerda, ed., Exploring the heritage of John Calvin. Grand Rapids, Baker Book House, 1976, pp. 163-208, al que califica como “excelente estudio”.

9 F. Dermange, op. cit., p. 73. Énfasis agregado.

 

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