“Salir del patriarcado, incluso en nuestras iglesias”: Carola Tron, moderadora saliente de la Iglesia Valdense del Río de la Plata

La pastora Carola Tron fue la primera mujer en ocupar el cargo de moderadora de la Mesa Valdense (la Mesa) de la Iglesia Valdense del Río de la Plata, la rama sudamericana de la Iglesia Valdense. En esa ocasión, el autor de esta traducción (Riforma, 4 de abril de 2022, ver aquí) estuvo presente. Después de seis años en el cargo, decidió que era hora de dejar su cargo y, en el Sínodo de 2022, el pastor Marcelo Nicolau fue elegido nuevo moderador. En una entrevista conducida por Verónica Biech del sitio web de Iglesia Valdense, la pastora Tron habla sobre sus seis años en el cargo, sus desafíos al ser la primera mujer moderadora y su vida hoy.

¿Cómo describiría estos seis años como moderador de la Mesa Valdense?

Han sido seis años de trabajo constante, ya que la moderación es un papel muy exigente en general y también un trabajo de mucha exposición, en diferentes niveles. Por un lado, está la misión ligada internamente a las iglesias, los mandatos del Sínodo y la cuestión de la gestión misma, pero, por otro lado, externamente, está la cuestión de los vínculos con otras instituciones, las iglesias y los organismos ecuménicos.

Siempre me pareció que seis años eran muchos, más que nada por el ritmo de vida que llevamos hoy en día, en el que los tiempos son cada vez más rápidos. La comunicación de hoy es muy diferente a la que usaba una administración hace 20 años. Esto significa que las expectativas y los plazos se aceleran y, en consecuencia, el desgaste de las personas en determinados papeles es un poco mayor. Eso es lo que sentí cuando comencé y lo que había observado antes, cuando también formaba parte de la Mesa, pero como moderadora adjunta.

Servir de esa manera me dio mucha experiencia, pero, al mismo tiempo, me di cuenta de que ya no tenía la misma cantidad de tiempo para dedicarme por completo a mi comunidad local donde era pastora. Al respecto, siempre recuerdo que poco tiempo después de mi elección como moderadora, la comunidad de Dolores, Uruguay, donde yo ejercía, fue azotada por un tornado. Hemos vivido una situación totalmente inesperada y desconocida para nuestro país. Fue difícil acompañar y gestionar en ese contexto una comunidad que ha perdido sus estructuras, con todo lo que significa como símbolo y más. Por no hablar de la situación de las personas que habían perdido sus casas, sus trabajos.

Entonces, en fin, siempre sentí que tenía una agenda muy apretada porque en estos seis años también tuve que cambiar de comunidad y nos mudamos de Dolores a la comunidad de Colonia del Sacramento. Obviamente, esto requería energía extra. Y no fue fácil, porque cuando llegué a Colonia empezó la pandemia y eso hizo que no pudiera conocer a la comunidad en su funcionamiento diario.

¿Cómo se siente ser la primera mujer moderadora?

En cuanto al género, no me sentí discriminada ni en situaciones que me hicieran sentir diferente por ser mujer, pero viví lo que llamamos “micromachismos”, cuestiones más sutiles u ocultas, sobre todo en la forma de manejar el poder... Creo que aquí es donde se puede percibir una forma diferente de toma de decisiones por parte de los grupos en la iglesia. No solo por hombres, sino a veces por mujeres que reflejan o reproducen modelos de trabajo de decisión y una visión de poder hacia el papel de moderación, en oposición a la construcción de poder que la iglesia elige en su formato de gobierno. Ahí es donde creo que hay temas a revisar, superar y que van de la mano con el tema de género porque creo que las mujeres podemos deconstruir estos sistemas y generar una construcción de poder ligada a lo compartido, consensuado, es decir, en la manera opuesta a lo que está tan naturalizado en nuestra cultura fuertemente marcada por el patriarcado.

¿Qué desafíos enfrentó cuando asumió el cargo y cómo logró superarlos?

Los desafíos no aparecieron inmediatamente cuando asumí el cargo, pero surgieron a medida que surgían. Hicimos bromas con el resto del equipo en la Mesa porque cuando logramos hacer algunas definiciones o cerrar un problema después de un largo proceso, nos decíamos: “No nos preocupemos porque algo nuevo vendrá”. Siempre surgen situaciones y lo mejor es gestionar para crear las mejores posibilidades.

¿Qué cosas ha aprendido que podría decir que se lleva para el resto de su liderazgo o trabajo pastoral?

Estoy intentando volver a un nuevo ritmo de trabajo, que por cierto es muy diferente al que estaba acostumbrada. Pero creo que las experiencias que recogemos en el camino siempre son buenas, positivas. estoy aprendiendo... todo lo llevamos con nosotros y como seres humanos en general.

[Asimismo, en su edición del 8 de abril, Riforma dio cuenta también de cómo el Espacio Cultural Valdense, que cuenta con una Biblioteca, Archivo y Museo, dedicó el mes de marzo a las mujeres: “Mujeres de la historia y con historias dignas de contar y compartir. Es por eso que Fabricia Malán y Erika Velázquez, quienes forman parte del equipo de trabajo de dicho espacio, crearon la serie: ‘Historias con Mujeres’. En entrevista, ambas respondieron:

¿Cómo surgió la idea de dedicarle un espacio a la serie “Historias con Mujeres”?

La idea surge a partir de pensar qué materiales podíamos tener en el Espacio Cultural Valdense para conmemorar el mes de las mujeres y destacar las luchas, participación y vivencias relacionadas con la comunidad valdense de una forma u otra, de cara al 8 de marzo.

A partir de allí empezamos a darnos cuenta [de] que, además de algunos caminos que ya habíamos recorrido, que tenían que ver con la historia, como por ejemplo la investigación y la exposición temporaria de Ana Armand Ugon y las Escuelas del Hogar, podíamos generar nuevos materiales a partir de relatos de vidas de grupos de mujeres. Estuvimos buscando material sobre la historia primitiva del movimiento valdense y la intervención de las mujeres y finalmente decantamos un poco y decidimos centrarnos en las “Historias con mujeres”, presentando un caso de la historia de la comunidad valdense en Uruguay y cuatro historias actuales que representan la vida de mujeres e incluso formas diferentes de participación en ambas márgenes del Plata: el trabajo de la cooperativa de mujeres Qom Lashepi Alpi, en el marco de la Junta Unida de Misiones; el grupo de mujeres campesinas de San Pedro, nucleadas por la comunidad de San Gustavo, Entre Ríos; el grupo de mujeres de la Obra Ecuménica Barrio Borro, Montevideo; y el trabajo que lleva a cabo la Fundación Voz de la Mujer, en el departamento de Colonia, Uruguay.

Estas historias con mujeres nos llevaron a pensar en otras que sería muy interesante de abordar en otras oportunidades, como es el movimiento de las Ligas Femeninas, su historia, relatos de experiencias de las pastoras valdenses (para profundizar sobre estos temas contamos con el estudio de tesis de Aymará Pais), al igual que las historias de vida y trayectorias de mujeres en y fuera de la Iglesia.

Algunas de las historias se pueden leer aquí.