Los grandes documentos de Lutero de 1520, a 500 años (I)

El proceso de herejía en contra de Lutero corroboraría a cada paso su intención de lograr una serie de transformaciones teológicas y eclesiales que nunca soñó.

04 DE SEPTIEMBRE DE 2020 · 10:00

Detalle de la portada de la edición de Martín Lutero, vida, mundo, palabra, de Thomas Kaufmann.,
Detalle de la portada de la edición de Martín Lutero, vida, mundo, palabra, de Thomas Kaufmann.

¡Ante todo, gracia y paz de Dios, reverendo, digno y amado señor y amigo! Pasó el tiempo de callar y ha llegado el tiempo de hablar, como dice el Eclesiastés. Según nuestro propósito, hemos reunido algunos fragmentos acerca de la reforma del estado cristiano para proponerlos a la nobleza cristiana de la nación alemana, si acaso Dios quisiera auxiliar a su Iglesia mediante el estado laico, puesto que el estado eclesiástico, al cual con más razón esto corresponde, lo ha descuidado completamente.[1]

M.L., “A la nobleza cristiana de la nación alemana acerca del mejoramiento del estado cristiano”

 

Luego de las grandes celebraciones por los 500 años de los inicios de la Reforma luterana en 1517, y de la conmemoración del medio milenio de la Reforma zwingliana en 1519, además del nacimiento del reformador francés Teodoro de Beza, sucesor de Calvino, y del 450º aniversario de la aparición de la Biblia del Oso ese mismo año, en el complicado 2020 coinciden los 500 años de algunos acontecimientos relevantes. Primero, el muy probable nacimiento del traductor Casiodoro de Reina, después, la publicación de tres de los documentos mayores de Martín Lutero (a la nobleza alemana, sobre el “cautiverio babilónico” de la iglesia y sobre la libertad cristiana), así como otra fecha crucial en el desarrollo de la obra del monje agustino alemán, nada menos que la quema pública de la bula papal de excomunión el 10 de diciembre de 1520.

Todos estos sucesos ameritan un nuevo acercamiento crítico que analice y desglose minuciosamente los entretelones de las transformaciones religiosas y culturales que sacudían a Europa a tres años del inicio de la gesta luterana en Wittenberg. Si nos es desconocida con exactitud la fecha del nacimiento del futuro traductor de la primera Biblia traducida completa al castellano desde los idiomas originales, no lo es tanto el contexto que comenzaba a gestarse en los diversos países para la configuración de una nueva geografía espiritual, impensable en los inicios del siglo XVI que se vería sacudido también por los también inesperados avances de la violenta conquista e invasión de las culturas mesoamericanas por parte de Hernán Cortés. Esa conquista, no debe olvidarse, fue estricta contemporánea de las transformaciones religiosas de Europa, con todo lo que eso conllevó de simultaneidad desfasada por la natural tardanza en las noticias del otro lado del Atlántico.

El movimiento iniciado por Lutero (el “fraile hambriento de Dios”, como lo calificó Ricardo García-Villoslada en su clásica obra en dos tomos, 1976) en octubre de 1517 había atravesado ya por diversas etapas en los poco más de 25 meses transcurridos hasta el inicio de 1520, que sería, según palabras de Thomas Kaufmann, catedrático de historia de la Iglesia en la Universidad de Gotinga, “el año milagroso de Lutero”[2], pues ya encontraba “en el horizonte de la reforma de Dios”. La sucesión de hechos, a pesar de los retrasos ocasionados por la cercana elección del emperador Carlos I de España, fue vertiginosa. Asimismo, la curia tuvo consideraciones hacia el príncipe elector Federico de Sajonia por lo que, como explica este mismo autor: “En los dos años transcurridos entre la apertura del proceso romano (mayo-junio de 1518) y la promulgación de la bula de amenaza de excomunión Exsurge Domine (15 de junio de 1520), Lutero desarrolló sin descanso una ofensiva de publicaciones, aclarando sus posiciones teológicas precisamente en medio de las controversias en las que se veía envuelto y consolidando el apoyo político del electorado de Sajonia, con el que contaba desde la primavera de 1518”.[3]

Los grandes documentos de Lutero de 1520, a 500 años (I)

Thomas Kaufmann.

La febril actividad escritural en 1520 fue precedida por el interrogatorio al que fue sometido por el cardenal de la curia y legado pontificio Tomás Cayetano al momento de la dieta de Augsburgo (primera aparición de esta ciudad en el periplo luterano) en octubre de 1518. Allí, conminado a explicar con mayor precisión su concepto de la certeza individual del creyente acerca de su salvación, “Lutero expuso la tesis de que sólo con la justificación por la fe basada en la promesa de Cristo se logra la certeza de la salvación. La relación entre palabra y fe constituyó, de ahí en adelante, el eje teológico interpretativo que permitió a Lutero una comprensión nueva de los sacramentos y de la presencia salvífica de Dios”.[4]

Otros dos acontecimientos antecedieron la redacción de los grandes documentos reformistas: primero, la Disputa de Heidelberg, en abril de 1518, en la que debió exponer sus puntos de vista ante los compañeros de su orden. Esa exposición, instigada por una orden papal de febrero de 1518, se basó en 28 tesis teológicas y 12 filosóficas y en ellas Lutero tuvo un “extraordinario manejo de la palabra, […] sagacidad mental y [un] planteamiento incisivo [que] logró impresionar a los jóvenes miembros del clero y a los seminaristas”.[5] En esa ocasión lo conoció el joven Martín Bucero, futuro reformador de Estrasburgo y mentor de Juan Calvino, quien quedó muy impresionado y logró entrevistarse con él. Felipe Melanchton también presente, se entusiasmó con el carisma y la profundidad de Lutero. Éste pasó del tema de las indulgencias a temas más complejos en los que aquellas eran apenas la parte más visible. En las tesis 16 a la 21 se refiere ya a una “teología de la cruz”. En el aspecto filosófico, demostró “que el basamento teórico de la teología oficial de la iglesia medieval era enteramente especulativo”.[6]

El siguiente episodio fue la disputa en la Universidad de Leipzig a fines de junio y principios de julio de 1519, en donde Lutero, acompañado de Karlstadt (quien había sido desafiado originalmente en torno a la gracia y el libre albedrío), tuvo como adversario a Juan Eck, profesor en Ingolstadt, quien lo orilló a aceptar positivamente los dogmas de John Wyclif y Jan Hus, condenados en el Concilio de Constanza (1414-1418). En esa disputa también estuvieron en juego el primado y la autoridad de la iglesia de Roma, con lo que las indulgencias pasaron definitivamente a un segundo plano. Lutero respondió las acusaciones de Eck con un documento en defensa que le serviría para debatir sobre la tesis 13 de Eck sobre la autoridad del papa y la jurisdicción de Roma.[7] La postura de Lutero hizo imposible la reconciliación y lo conduciría eventualmente a la excomunión.[8]

La suerte estaba echada y lo que se vendría en una cascada imparable ese año fundamental fue definitivo para la Reforma, pues tal como observa Kaufmann, el proceso de herejía en contra de Lutero corroboraría a cada paso su intención de lograr una serie de transformaciones teológicas y eclesiales que nunca soñó:

…su declaración como hereje, amenazante, pero en suspenso, aumentó una vez más el interés por su persona, que había crecido ya de manera imponente en los años 1519-1520, y lo convirtió en el líder carismático de un movimiento en adelante imposible de sojuzgar. […] …la autoridad y la influencia de Lutero crecieron entre la opinión pública de una forma nunca antes conocida por un teólogo. En efecto, supo utilizar el medio que representaba la imprenta en una medida y con una habilidad tales, y arrastrar a su público de tal modo, que su persona se convirtió en una figura clave de la política imperial.

El trasfondo de la capacidad escritural de Lutero expuesta por James Atkinson, así como las raíces místico-poéticas de su expresividad en los documentos de 1520, tan bien rescatadas por García-Villoslada, serán aspectos que veremos a continuación, antes de consagrar el resto del análisis a dichos textos fundadores, en el mejor sentido del término, de la tradición protestante.

*

La presente revisión quiere ser también un homenaje a la magnífica edición del profesor mexicano Humberto Martínez, Escritos reformistas de 1520, publicada en México en diciembre de 1988, nada menos que por la Secretaría de Educación Pública, con un tiraje de 10 mil ejemplares en su prestigiada colección Cien del mundo. En la decisión de esta edición probablemente tuvo que ver el hecho de que la colección era dirigida por el escritor, poeta y traductor Carlos Montemayor (1947-2010), quien durante un tiempo tuvo simpatías muy directas por la iglesia adventista. Originario de Nuevo León (1942), Martínez es también autor de una antología de Erasmo de Rotterdam (1986) para la misma colección y de Humanismo y Reforma. Ensayos sobre Erasmo y Lutero (1987). Lo mismo debemos decir de la Universidad Nacional Autónoma de México, que en 1997 publicó A la nobleza cristiana de la nación alemana, en traducción de Marianne O. de Bopp con la colaboración de Cecilia Tercero, como parte de la colección Opúsculos, serie Fuentes y documentos, de la Facultad de Filosofía y Letras.

 

Notas

[1] M. Lutero, en Humberto Martínez, pról., sel. y notas, Escritos reformistas de 1520. México, Secretaría de Educación Pública, 1988 (Cien del mundo), p. 27.

[2] T. Kaufmann, MartínLutero: vida, mundo, palabra. Madrid, Trotta, 2017 (Estructuras y procesos), p. 53. Kaufmann es el responsable de la más reciente edición alemana de escritos de Lutero en 4 volúmenes (2014-2016) y autor de una Historia de la reforma (2009), además de numerosas publicaciones sobre el cristianismo en la época de la Reforma y en los inicios de la modernidad.

[3] Ídem.

[4] Ibid., p. 52. Énfasis agregado.

[5] Giacomo Casesse, introducción a “La Disputación de Heidelberg”, en G. Casesse y E. Pérez Álvarez, eds., Lutero al habla. Antología. México, Varios editores, 2005, p. 27. Cf. Daniel Beros, “La disputación de Heidelberg y su theologia crucis. Elementos de una gramática fundamental de la teología evangélica”, en L. Cervantes-Ortiz, ed., Antología de Martín Lutero. Legado y trascendencia. Una visión antológica.Barcelona, CLIE, 2019, pp. 279-302.

[6] Ibid., p. 29.

[7] José David Rodríguez Rivera, introducción a “Disputación y defensa de fray Martín Lutero contra las acusaciones del doctor Juan Eck”, en Lutero al habla…, p. 60.

[8] Cf. Francisco Illescas, “La Disputa de Leipzig, momento culminante en rompimiento de Martín Lutero con la iglesia romana (1517-1521)”, en L. Cervantes-Ortiz, op. cit., pp. 257-277.

[9] T. Kaufmann, op. cit., p. 53.

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