Juan Amador y los 150 años de la Iglesia Presbiteriana El Sinaí

Vuelve a colocarse en la mesa el debate sobre la cronología de la presencia presbiteriana en México y la importancia de su trasfondo político e ideológico en la conformación de la heterodoxia religiosa en el país.

10 DE JULIO DE 2020 · 09:39

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El próximo domingo 12 de julio se celebrarán los 150 años de organización de la Iglesia Presbiteriana El Sinaí, de Villa de Cos, Zacatecas. En ese templo se han celebrado, tradicionalmente, los aniversarios del presbiterianismo mexicano. Con motivo de esta conmemoración, se ha recopilado un conjunto de folletos  militantes producidos por Juan Amador, intelectual liberal radical y dirigente de la iglesia en cuestión, quien entre los años cincuenta y setenta del siglo XIX los dio a conocer como parte del debate anticlerical de la época. 1872 es el año que el presbiterianismo reconoce como su inicio formal con la llegada de los misionerios estadounidenses. Amador, sin ser propiamente protestante, fue uno de los pioneros de esta vertiente cristiana, tan rechazada en México y América Latina, y su labor encarnó la manera en que las fuerzas ideológicas anticatólicas se unieron para restar privilegios a esa iglesia. A continuación, un fragmento de la nota introductoria a la recopilación que lleva por título Juan Amador: documentos militantes desde Villa de Cos (1856-1872), patrocinada por varias instituciones evangélicas. Se presentará ese mismo domingo 12 de julio por el Facebook Live de la Comunidad Teológica de México, a las 19 horas, tiempo de la capital mexicana, con la participación de Christian Barraza Loera, Carlos Martínez García y el compilador.

 

Grandioso, elevado es ciertamente, ¡oh pueblo sufrido y digno de mejor suerte! El objeto con que hoy os habéis reunido. Venís a presenciar el acto solemne del juramento sagrado que vuestra primera autoridad política, vuestros empleados y el M. I. Ayuntamiento a vuestro nombre prestarán en estos momentos ante esa imagen santa de nuestro Salvador, ante ese mártir inocente y justo, esa bendita víctima de la democracia, ese supremo legislador, cuyo sublime evangelio es el acto que debiera unir a todos los hombres y a todos los pueblos de la esfera que habotamos; pero que la obra impía de un partido abiertamente conjurado contra los seres de su misma especie ha hoyado [sic] mil veces bajo su hedionda y opresora planta, regando con la sangre inocente del pueblo los altares que ha levantado su idolatría a los inmundos ídolos del orgullo, del egoísmo y del fanatismo.[1]

Juan Amador

 

De aniversarios e instituciones eclesiales

Ahora que se están celebrando los 150 años de la Iglesia Presbiteriana Sinaí de Villa de Cos, Zacatecas, vuelve a colocarse en la mesa el debate sobre la cronología de la presencia presbiteriana en México y la importancia de su trasfondo político e ideológico de orientación liberal en la conformación de la heterodoxia religiosa endógena en el país. El hecho mismo de que el inicio formal de la comunidad de fe se ubique en 1870, dos años antes de la llegada formal de misioneros presbiterianos estadunidenses al país es una clara muestra del desfase con que esta denominación ha marcado sus inicios formales desde hace mucho tiempo. […]

La proverbial distancia hacia la opción política, así como el escaso rigor que ha caracterizado al oficialismo del presbiterianismo mexicano, se ha expresado en diversas oportunidades. […] Dado que esta institución no ha logrado consolidar, luego de más de 140 años de labores un área específica para el estudio de su historia y no cuenta con un Archivo histórico formal (clasificado, catalogado y disponible para los investigadores), a diferencia de otras denominaciones similares, la práctica predominante ha consistido en hacer publicaciones conmemorativas que poco aportan al análisis profundo del desarrollo de esta iglesia. Así sucedió en 1947 (con la organización de la Asamblea General), en 1972 (celebración del llamado “Centenario”, es decir, del trabajo misionero extranjero) y en 2012 (con los denominados 140 años de la misma actividad presbiteriana estadunidense). […]

En es un breve resumen histórico dado a conocer por la directiva de la INPM en 2012 y que, a su vez, reproduce lo incluido en otros dos textos dados a conocer ese mismo año, en el párrafo que registra lo que denomina “Precursores del Presbiterianismo en México”, se incluye el nombre del médico estadunidense Julio (Greyson, en realidad) Mallet Prevost, “quien empezó a predicar en 1867en el norte de nuestro País, para lo cual adquirió el templo que había sido católico romano denominado San Agustín, en Zacatecas, Zacatecas”. Y agrega: “Este hombre de Dios, ha sido reconocido como el iniciador de la obra Presbiteriana en México”.[2] No se hace mención, en absoluto, de alguien que colaboró directamente con Mallet Prevost, Juan Amador (Villita de la Encarnación, Jalisco, 1817-Villa de Cos, 22 de marzo de 1876), quien lo antecedió en el esfuerzo por promover una visión religiosa alternativa en Villa de Cos, Zacatecas, lugar donde se estableció desde 1857, y que culminó con la organización de la iglesia evangélica Sinaí en 1870, dos años antes de la llegada de los primeros misioneros estadunidenses.[3][…]

El historiador luterano alemán Hans-Jürgen Prien en una amplia historia de la iglesia latinoamericana, trazó ágilmente los inicios del presbiterianismo en Zacatecas, aunque tampoco menciona a Amador. […]

Juan Amador y los inicios del protestantismo mexicano

El enfoque triunfalista, por un lado, e idealizador de la actuación de los misioneros extranjeros en México, es la nota dominante de los abordajes que desde la INPM se han intentado periódicamente. Los documentos citados forman parte de la ya larga cadena de equívocos que se han repetido continuamente al ignorar, en la reconstrucción de los inicios del presbiterianismo mexicano, la influencia de militantes liberales activos que, desde la década de 1850 a 1860, formaron parte de un conglomerado que desarrolló actividades cívicas, educativas, políticas y religiosas a favor del régimen que consiguió aprobar la Constitución de 1857 y, posteriormente, las Leyes de Reforma para restar fuerza a los privilegios de la iglesia católica y de sus aliados conservadores.

Juan Amador y los 150 años de la Iglesia Presbiteriana El Sinaí

Afortunadamente, no sucede así con las investigaciones externas que buscan situar el papel de los intelectuales liberales populares que, como sucedió con Amador, encarnaron la lucha ideológica de la época. Christian Manuel Barraza Loera ha estudiado el liberalismo de Juan Amador en el contexto del Plan de Ayutla, lanzado en 1854 contra el entonces presidente Santa Anna, y su impacto en Zacatecas, donde en agosto de 1855, el general Victoriano Zamora se pronunció a favor del Plan y tomó la plaza de la capital de ese estado, tal como lo narra Elías Amador, hijo de Juan, en Bosquejo histórico de Zacatecas (1892)[4]. Siguiendo a Elías Amador, Barraza Loera agrega: “En Zacatecas, Juan Amador fue quien encabezó el plan y lo firmaron en Villa de Cos, sin embargo, al ser descubiertos los firmantes fueron obligados a retractarse, llevando al fracaso los planes del general nuevoleonense [Santiago Vidaurri]. Por su parte, Amador mantuvo su postura y fue llevado a prisión en la ciudad de Zacatecas, permaneciendo ahí hasta que algunos conocidos influyeron para que fuera puesto en libertad, no sin antes advertirle que debía llevar una vida pacífica”.[5] El general Jesús González Ortega (en cuyo ejército alcanzó el grado de coronel) le obsequió una pequeña imprenta para llevar a cabo su trabajo como periodista, tal como lo consigna su hijo Elías en la revista presbiteriana El Faro (1 de marzo de 1902), citada también por Barraza Loera.

Jean-Pierre Bastian, en su búsqueda y descripción de actores liberales en la provincia mexicana de mediados del siglo XIX, encontró que en la figura de Amador se dieron cita los tres aspectos, a saber, una protesta social por mayor justicia, el liberalismo radical (con su fuerte componente anticlerical) y sus tendencias filoprotestantes alimentadas por los dos primeros:

Amador, imbuido de las ideas de la Revolución francesa, autor de 'El Apocalipsis o revelación de un sans culotte' (1856), fundador de sociedades protestantes y colaborador del periódico obrero El artesano de Aguascalientes, estaba animado —como [Plotino C.] Rhodakanaty, Alberto Santa Fe y Santiago Sierra— por una crítica social cuyo sustrato moral debía iniciarse en la regeneración, del individuo desde el interior de las sociedades de ideas para extenderse, luego, al conjunto de la sociedad civil. Aunque la adhesión a tales sociedades coincidía con movimientos agraristas antihacendarios y con demandas de autonomía obrera frente a los dueños y los capataces “españoles” de las fábricas, se pensaba que democracia y transformación de l a sociedad tradicional provendrían de la difusión de asociaciones nuevas, donde se inculcaron los principios y valores modernos y donde se practicara l a democracia, en el sentido consensual del socialismo cristiano utópico.[6]

Los documentos liberales y anticlericales de Juan Amador

Bastian, en el prólogo a Juan Amador, pionero del protestantismo mexicano (2015), subraya la necesidad de rastrear en profundidad la formación, militancia e influencia de personajes que, como Amador, participaron simultáneamente en el debate político y en la instauración de nuevas formas de asociación religiosa que fueran un verdadero contrapeso a la iglesia católica. […] Y para comprender mejor su actuación, se pregunta:

¿Pero qué hizo antes de 1857? ¿Dónde se educó? ¿Quiénes fueron sus padres? ¿De dónde le vino su liberalismo radicalizado? ¿Cuáles eran los círculos en los que se movía? ¿Qué periódicos leía o en cuáles escribía? ¿Cuáles fueron sus lazos militares en el ejército liberal? Pues no se puede hacer de Amador un héroe solitario. Más bien, se sabe que el individuo no existe en cuanto hombre aislado en el México decimonónico. Las redes que uno tejía eran indispensables para su propia protección y expresión, aún más importantes para un intelectual popular pueblerino portador de un liberalismo de combate y, por lo tanto, constantemente amenazado físicamente por sus enemigos políticos.[7]

A varios aspectos de los planteados aquí, Barraza Loera ha dado respuesta con su investigación. Como se ve, Bastian encuentra mucha relación entre la publicación de varios panfletos (propios o traducidos, como Por qué la iglesia romana no es ya la iglesia católica, del abad C. Michaud, entre los segundos, 1875) y su combativa labor política y eclesiástica. El arco que va desde 1856 (con la publicación de El Apocalipsis…) hasta 1872 (cuando dio conocer el Pacto y Confesión de fe para la iglesia evcangélica de Villa de Cos) engloba el impetuoso esfuerzo de Amador por exponer sus ideas y debatir con quienes consideraba sus adversarios. El primero de ellos y tal vez el más citado, El Apocalipsis o revelación de un Sansculotte (1856) es valorado por Elías Amador como “un opúsculo de ideas y pensamientos bastante avanzados”. Y añade: “En ese folleto atacó con energía y resolución los abusos y la tiranía de las clases privilegiadas, abogando en favor de la libertad del pueblo y de la tolerancia religiosa”.[8] […]

Para Barraza Loera, quien hace un amplio análisis, afirma que la razón por la que dicho panfleto produjo fuerte escándalo 

no fue por haber contextualizado las condiciones en que la dictadura santanista había dejado al país, ni por señalar el apoyo mutuo entre dictador, conservadores y eclesiásticos, sino por la puntual e incisiva crítica al clero desde una visión similar a la de los filósofos ilustrados que tuvieron su impacto en la Revolución Francesa, además, el texto citaba a varios de los autores que habían estado prohibidos por el clero, sin dejar de mencionar que citaba pasajes bíblicos. […]

Los grupos sociales que según Amador se habían privilegiado durante la dictadura, fueron descritos como un monstruo de tres cabezas que se “alimentaban con la sangre, el sudor y lágrimas del pueblo que tenía a la vista, mientras que con un pie oprimía una grande águila, y con el otro, pisoteaba un gorro frigio, símbolo de los revolucionarios liberales”.[9]

La respuesta por parte de la iglesia católica no se hizo esperar y desde Guadalajara el sacerdote José María Chávez publicó una Censura e impugnación del folleto del C. Juan Amador [10], en la que, como sintetiza Bastian, “se resumían todas las posiciones ideológicas tomistas del clero ante el pensamiento liberal radical”[11], pues a cada principio de éste, opone un argumento propio del catolicismo tradicional. […] El siguiente documento, ya mencionado, es el Discurso dirigido al pueblo de la Villa de Cos en la solemnidad del juramento de la Constitución del presente año de 1857, que, para Bastian es un “documento clave [que] expresa nítidamente su visión política y religiosa de la sociedad mexicana; lo conduce a dar nombres a sus adversarios políticos, el clero y los hacendados: “los hacendados, esos reyezuelos tiranos y déspotas interesados tenazmente en prolongar el dominio de sus grandes feudos para oprimir en ellos a su antojo, establecer injustos monopolios, prohibir el comercio, infringir las leyes, quebrantar impunemente los preceptos de la moral pública, impedir el progreso de la población en sus desiertos terrenos y defraudar con el mayor descaro el justo precio de vuestro trabajo”. [12][…]

Amador saludó la Constitución como un instrumento de liberación en las manos de Dios, e interpreta la lucha política que le dio lugar como un episodio similar a los que relata la Biblia e integra los asuntos políticos a una práctica religiosa consecuente con las enseñanzas de Jesucristo. Los pasos dados por esta Constitución en el sentido de la tolerancia religiosa son vistos desde una óptica muy adelantada para su época, pues se aprecia aquélla como resultado de la dinámica social, al mismo tiempo que como designio divino. […] 

En su argumentación se mezcla crítica religiosa, teología bíblica, teología política y análisis social, en un mismo momento, para plantear un nuevo estado de cosas en un país que se acercaba a vivir una serie de guerras civiles y contra enemigos extranjeros, con la religión como elemento primordial. Las últimas palabras, una exhortación a la defensa armada de los nuevos derechos consagrados por la Constitución, suenan como un mensaje antiguo. Amador fue un promotor de las libertades laicas y, al mismo tiempo, un fervoroso anunciador de las verdades evangélicas, sin ser aún protestante en sentido estricto. Además, el folleto se ubica en el conjunto de materiales similares que contribuyeron a la construcción del imaginario progresista sobre el papel de la Constitución.[13]

Otro panfleto es El despertador de los fanáticos. Estracto [sic] de los retratos de varios papas, impreso en Aguascalientes en 1867, un ataque a todos los pontífices romanos hasta Pío IX [14]. Esta larga revisión histórica (61 pp.) del papado desde los inicios del cristianismo, es un ejercicio de análisis bíblico, teológico e histórico, notable por el énfasis moral con que se aborda el comportamiento de los obispos de Roma. La introducción afirma que “el Evangelio es el manantial de donde se derivan nuestras creencias religiosas; así que todo lo que de él se separe o se le oponga, es con la misma evidencia una falsedad y una mentira” (p. I). En torno a esta idea gira el resto de la argumentación, a fin de mostrar la manera en que, en opinión de Amador, los 114 papas revisados mancharon “con su mala conducta la silla de Roma” (p. IV). Para él, el pueblo mexicano “necesita más que ningún otro de que se propaguen entre él los escritos religiosos, porque careciendo de todo medio de instrucción, no puede dejar de permanecer en la ignorancia y fanatismo conque por siglos enteros ha sido alimentado” (Ídem). De modo que el ataque no se dirige contra la religión como tal sino contra su manipulación en detrimento del conocimiento masivo de las doctrinas y postulados.

Con este documento, Amador se situó en una trinchera reformadora que propugnaba la necesidad de redescubrir el rostro libertario de la fe cristiana, secuestrada por una burocracia corrupta y que se había colocado a sí misma como detentadora de privilegios que su fundador estuvo muy lejos de concebir. Especial atención reciben los diversos cismas que aquejaron al papado durante varios siglos, lo que da cuenta de una profunda investigación. Sus palabras son contundentes: “Es necesario, pues, clamar a cada momento por una completa reforma religiosa para derribar del Vaticano al oráculo de la impostura, al Anti-cristo de que tan claramente nos habla el Evangelio” (pp. III-IV). Para lograrlo, ve en los masones y en la prensa aliados importantes. La restauración soñada del cristianismo aparecía históricamente en la coyuntura de una serie de transformaciones que costó muchos años consolidar en México. […]

También de 1867 es, al parecer, la Carta sobre la creación, dirigida al Ilmo. Sr. Dr. D. Ignacio Mateo Guerra, Obispo de Zacatecas, que fue duramente respondida en abril del mismo año por una Contestación… (Zacatecas, F. Villagrana, 75 pp.)[15]. Como lo indica el título, se trata de un análisis de la historia bíblica de la creación, especialmente sobre la duración de los seis días en que Dios hizo el mundo y otros aspectos de la misma, desde el punto de vista científico. […]

Juan Amador y los 150 años de la Iglesia Presbiteriana El Sinaí

Finalmente, el documento que mejor expresa el compromiso eclesial de Amador es Pacto, confesión de fe y constitución religiosa de la congregación evangélica de Villa de Cos (en cuyo acto inaugural en 1870 presentó el discurso principal y de la cual era secretario un año después), fechado en 1872 e impreso en el “Ramo tipográfico a cargo de Elías Amador”. En la “Advertencia” se lee:

Los artículos que componen nuestro credo religioso están basados en las prescripciones del Evangelio y son los que reconocen las iglesias reformadas de Cristo. Al publicarlos nos proponemos el objeto de desmentir las atroces calumnias con que el clero pretende deturpar nuestras congregaciones, haciendo que el pueblo se forme el más desfavorable concepto de ellas, pues muchos nos juzgan como a impíos o enemigos de toda religión. Creemos, por tanto, que la sola lectura de nuestro pacto y confesión de fe, será suficiente para desvanecer los tremendos cargos que con torcidos fines se nos hacen, y que cualquiera persona por poco despreocupada que sea, hará justicia a la verdad.

La fecha de publicación deja constancia de los casi 15 años de existencia de la comunidad que sería la Iglesia Presbiteriana El Sinaí. En el texto no se deja de reconocer que se ha retomado el documento elaborado en Nuevo León por el Rev. Andrew Park, antiguo colaborador de Melinda Rankin, la educadora y misionera que trabajó en el norte de México durante muchos años [16]. Resulta sobremanera interesante el hallazgo de una “confesión de fe” casi típicamente protestante, como ésta, desde la perspectiva de los impulsos endógenos que derivarían en la conformación eclesial formal, en este caso, presbiteriana. El documento está formado por tres partes: el Pacto, la Confesión de fe (10 artículos) y la Constitución (20 declaraciones). […]

Las 20 declaraciones de la “Constitución” dan fe de la organización que sus miembros acordaron para caminar como grupo cristiano disidente del catolicismo mexicano. Llama la atención también el énfasis en el consenso comunitario y participativo: “Todos los asuntos de ella serán sometidos a sus miembros convocados para la deliberación, o a sus representantes elegidos por la misma congregación, de entre los ancianos y ministros”. Se percibe con ello la manera en que se buscaba la participación colectiva, en un esfuerzo “congregacional” por lograr que las decisiones del grupo incumbieran a todos sus integrantes y no sólo a los dirigentes.[17]

Los documentos reunidos aquí forman parte del legado de unas familias de ideas religiosas heterodoxas cuya labor demostró la fuerza con que muchos grupos de inspiración liberal, en el ámbito político, asumieron la búsqueda de formas religiosas más libres, ajenas al control del catolicismo. La reconstrucción de su mentalidad y su visión de la fe los muestra como auténticos reformadores religiosos y luchadores sociales. Su filiación política, aunque en ocasiones no se definiera del todo, los colocaba en una zona de rebeldía difícil de ocultar en las lecturas hagiográficas, mediatizadas por el interés en demostrar únicamente los aspectos religiosos de los grupos protestantes.

El Discurso de Juan Amador sobre la Constitución de 1857 y su panfleto sobre la historia de los papas anunciaron lo que vendría más tarde: su participación en una comunidad de creyentes dispuestos a vivir y proclamar su fe, pero sin relación con el catolicismo tradicional. Este “protestantismo espontáneo”, o sin denominación, que comenzó a formarse en varios lugares del país manifestaba, sobre todo, su enorme insatisfacción con la manera en que la iglesia dominante transmitía las enseñanzas de Jesús, por lo que todos los grupos que iban surgiendo hacían notar que deseaban rescatar esas enseñanzas y experimentar la fe de una manera fresca y auténtica. Esto último se percibe diáfanamente en la breve introducción del Pacto, confesión de y constitución religiosa: “Para mayor honra y gloria de Dios, promulgación del evangelio en esta Villa, práctica de los preceptos de nuestro Salvador y perfección de nuestros corazones, mediante los frutos que en ellos produzca la gracia del Espíritu Santo, nos constituimos en congregación evangélica, adoptando la enseñanza de las Sagradas Escrituras en la breve confesión de fe siguiente”. […]

 

Notas

[1] Discurso dirigido al pueblo de la Villa de Cos en la solemnidad del juramento de la Constitución del presente año de 1857 por Juan Amador, comisionado por el I. Ayuntamiento de la misma Villa. Zacatecas, Tip. de Juan T. Cantabrana, 1857, p. 1, en Latin American Pamphlet Digital Collection, Biblioteca de la Universidad de Harvard.

[2] “Sinópsis [sic] histórica de la Iglesia Nacional Presbiteriana de México”,p. 2.Cf. L. Cervantes-O., “Iglesia Presbiteriana de México: mentiras de su aniversario”, en Protestante Digital29 de junio de 2012.

[3] L. Cervantes-O., “Labores eclesiásticas: Iglesia El Sinaí” (I) y (II), en Juan Amador, pionero del protestantismo mexicano. México, Casa Unida de Publicaciones-Centro de Estudios del Protestantismo Mexicano-Ayuntamiento de Villa de Cos, 2015, pp. 51-56, 57-61.

[4] C.M. Barraza Loera, “Liberales, conversos y misioneros de la American Bible Society. Zacatecas 1856-1872”, en Vuelo Libre. Revista de HistoriaAcademia de Historia e Historiografía de México, Universidad de Guadalajara núm. 5, enero-junio de 2017, p. 20.Este ensayo, además de “‘Muerte a los protestantes’. Motín en contra de los conversos protestantes de Villa de Cos, 1869”, y “El liberalismo de Juan Amador visto desde El apocalipsis o despertar de unSansculote”, forma parte de su tesis doctoral, Entre la disidencia católica y la conformación de la Iglesia presbiteriana en Villa de Cos, Zacatecas. Liberales, misioneros y conversos, 1846-1876, que está por defender en El Colegio de San Luis.

[5] Ibid., p. 21.

[6] J.-P. Bastian, “El paradigma de 1789. Sociedades de ideas y revolución en México”, en Historia Mexicana, El Colegio de México, vol. 38, núm. 1, julio-septiembre de 1988, pp. 86-87.

[7] Ibid., p. 12.

[8] E. Amador, op.cit. El documento se encuentra en el Fondo Antiguo de la Biblioteca Especial José María Lafragua.

[9] C.M. Barraza Loera, op. cit., p. 22.

[10] El documento (114 pp.) puede leerse completo en el sitio Mexicana. Repositorio del Patrimonio Cultural de México.

[11] J.-P. Bastian, Los disidentes…, p. 30.

[12] J.-P. Bastian, “Prólogo”, p. 9.

[13] Cf. Salvador Cárdenas Gutiérrez, “La construcción del imaginario social ‘república representativa’ en la folletería mexicana: 1856-1881”, en Historia MexicanaEl Colegio de México, núm. 191, vol. XLVIII, núm. 3, enero-marzo de 1999, pp. 523-566.

[14] Texto disponible en Latin American Pamphlet Digital Collection, Biblioteca de la Universidad de Harvard.

[15] El documento está disponible en el sitio Latin American Pamphlet Collection, de la Universidad de Harvard.

[16] M. Rankin, Veinte años entre los mexicanos. Relato de una labor misionera. M.Á. González Quiroga y T.P. Bowman, introd. Monterrey, Fondo Editorial Nuevo León, 2008. Esta edición, en una nueva traducción de David Toscana, actualiza la publicada por El Faro en 1958.

[17] Cf. L. Cervantes-Ortiz, “La Confesión de Fe evangélica de Villa de Cos”, en Juan Amador, pionero del protestantismo mexicano. México, CUPSA-Cenpromex-Ayuntamiento de Villa de Cos, 2015,pp. 69-89.

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