‘Soñar, luchar, vivir: una teología desde la praxis y la visión de una mujer cubana’, de Ofelia M. Ortega (II)

Con el triunfo de la Revolución cubana, las cosas comenzaron a cambiar y en ese punto se encuentra con las posibles aportaciones de la Biblia y la teología que.

22 DE MAYO DE 2020 · 09:45

Ofelia M. Ortega y Leopoldo Cervantes-Ortiz en Cárdenas, 2019. / Cedida,
Ofelia M. Ortega y Leopoldo Cervantes-Ortiz en Cárdenas, 2019. / Cedida

La experiencia cotidiana de la mujer es, siempre, una experiencia de relación; por eso está más preparada para poder entender el sentido comunitario de la fe cristiana. Es lo que las teólogas latinoamericanas llaman “la praxis del cariño”. Es cierto que la mujer está más cerca de lo concreto, de los procesos vitales, y que su visión es más globalizante y unitaria; que trabaja más con categorías de relacionamiento que de distinción y por eso rompe con más facilidad el dualismo común del pensamiento occidental, eminentemente masculino.[1]

O.M. Ortega

 

La primera sección del libro Soñar, luchar, vivir: una teología desde la praxis y la visión de una mujer cubana, de la Dra. Ofelia Miriam Ortega está integrada por 23 textos representativos de su reflexión con el paso del tiempo. Arranca desde algunos escritos a fines de la década de los años 70 del siglo pasado, como “La mujer cubana, su papel revolucionario y su lucha por la liberación en el seno de la Revolución y en la iglesia” (octubre de 1979), un amplio recorrido por episodios históricos femeninos de América Latina. Desde entonces era patente su énfasis libertario al detenerse en diversos personajes: Micaela Bastidas, Josefa Ortiz, Juana Azurduy de Padilla, Manuela Sáenz, Ana Betancourt de Mora, Mariana Grajales… El enfoque era la liberación de las mujeres de sus cargas sociales y culturales. Con el triunfo de la Revolución cubana, las cosas comenzaron a cambiar y en ese punto se encuentra con las posibles aportaciones de la Biblia y la teología que, lamentablemente, en esa época eran vistas como auténticos obstáculos para el avance de las mujeres.

El planteamiento era muy esperanzador ante las trabas para la realización de la misión eclesial de ambos sexos: “Esta unidad, esta nueva humanidad, estará en proceso de integración únicamente cuando desaparezca del universo —creado y sostenido por Dios— toda discriminación, opresión, explotación e injusticia, que impida la liberación plena de la humanidad. Por eso la liberación precede a la unidad, y mientras no exista esa completa liberación, el ser humano no podrá formar la familia universal de que nos habla san Pablo en Efesios” (p. 31).

Son variados los registros del resto de los ensayos y artículos: “Influencia de la herencia misionera en lo cultural” (1984, en donde cita su tesis de Maestría: Lectura materialista de la Biblia para los niños en la etapa infantil preescolar, 1984), Jesucristo, su resurrección y ascensión, Mujer y teología: una perspectiva latinoamericana (1991, aquí narra su labor como responsable en el Seminario Evangélico de Matanzas de Educación Cristiana, área que desapareció para quedar únicamente la de Teología), Ecumenismo del Espíritu (1995, una buena visión del diálogo con el pentecostalismo), entre otros. En El final de la cristiandad y la nueva forma de la Iglesia (2000, título que recuerda uno anterior de Richard Shaull, La forma de la iglesia en la nueva diáspora, 1964), afirma:

Es necesario enunciar una visión del futuro donde existan nuevas maneras de hablar y de actuar, capaces de expresar las nuevas posibilidades sociales de transformación de la comunidad en favor de los más necesitados. Tenemos que escuchar el llamamiento que Dios nos ha hecho para volver a entrar en el dolor del mundo, como una posibilidad de renovación y salvación. Nuestra actividad misionera ocurre en el ámbito histórico de la dislocación, en el cual la pobreza, las guerras, el desempleo y la exclusión son comunes a todos los contextos (p. 96).

‘Soñar, luchar, vivir: una teología desde la praxis y la visión de una mujer cubana’, de Ofelia M. Ortega (II)

Ofelia M. Ortega.

Otros ensayos son: Encuentros y visiones (2001, largo recuento de su experiencia pastoral y educativa) El aprendizaje ecuménico: eje fundamental en la educación teológica de la mujer (2001, retrospectiva sobre su trabajo en el Consejo Mundial de Iglesias), Ministerio y poder: cambios en el ejercicio del liderazgo (2005), brillante exposición de los niveles requeridos para acceder a los liderazgos femeninos: bienestar, acceso, participación y control, en donde observa:

Los estilos de liderazgo deben conformar unos modelos que sean inspirados en una perspectiva de la realidad que nos lleve a compartir la autoridad de la comunidad, ayudándonos así a cambiar el paradigma de dominación y a buscar alternativas para la búsqueda de un orden en nuestro mundo que sea menos doloroso para los seres humanos y toda la creación. […]

La mayor participación de la mujer en el nivel de la toma de decisiones elevará el mayor desarrollo y adquisición de poder por las mujeres, cuando esta participación se utilice para lograr mayor control sobre los factores de producción, para asegurar la igualdad de acceso de la mujer a los recursos y la distribución de los beneficios. Igualdad de control significa un equilibrio de poder entre mujeres y hombres, de modo que ninguna parte se coloque en una posición de dominación. Significa que la mujer tiene, junto con el hombre, el poder de influir en su destino y en la sociedad (pp. 155, 163).

Algunos más son: José Martí: aportes para una espiritualidad del siglo XXI (2013, conferencia presentada en el 160º aniversario del natalicio del patriota cubano), Por una religión humanizadora (2013), Mujeres cristianas y reflexión teológica feminista en el proceso revolucionario cubano (2016, importante recuperación de la participación de mujeres de fe en los cambios revolucionarios), Panorámica de la teología protestante en Cuba en el período de la Revolución (2016, presentado en el Seminario de Princeton como homenaje a Sergio Arce y restringido a personas formadas en el SET), La Reforma protestante: una puerta abierta al ecumenismo (2017, sólida actualización de la fe protestante) y Presencia de la ternura en el Primer Testamento (2018, análisis de varias historias bíblicas). En este último, una de sus conclusiones subraya:

Inspirada por las historias de ternura del Primer Testamento, la iglesia debe presentarse como un sacramento de la ternura de Dios. Una iglesia de la ternura es una iglesia de un Dios de bondad y de gracia, y no de un Dios de castigo y de miedo. Es la iglesia del amor y de la vida, cuya fe la sostiene la ternura absoluta de Dios. Sin la ternura —ese secreto de armonía interior, de gozo de creer, de esperar y de amar— los cristianos corren el riesgo de transformarse en una iglesia encerrada en sí misma, rígida, ligada solo a las instituciones y privada de espíritu (p. 328, énfasis agregado).

La segunda sección consta de textos de homenaje a personalidades bastante conocidas como Paulo Freire (testimonio de su influencia pedagógica), Rafael Cepeda (celebración colectiva, 1997; “hombre hecho de utopía”, así lo califica), Sergio Arce (“Hacer teología con la vida”, de quien fue discípula) y Elsa Tamez (“Amiga entrañable, mujer con mayúscula”), y algunas más restringidas al ámbito cubano: René Castellanos (prólogo de una recopilación de textos; “maestro por excelencia”), José Felipe Carneado (“Compañero fiel e incansable humanista”) y Ercilio Vento (“Fiel discípulo de la sabiduría”). En todas estas semblanzas se deja ver el afecto y la cercanía conseguida por Ortega con ellos y ella. En el caso de Arce, esta cita es imprescindible por la relevancia del suceso en su vida y porque describe plenamente al elogiado:

Siempre nos llenaba de esas sorpresas imprevisibles; por eso no me extrañó demasiado cuando me manifestó: “Ya terminaste Teología. Ahora podemos ordenarte”. Y cuando le pregunté: “¿Cuándo serán los exámenes de ordenación?”, me contestó: “Ningún examen, cómprate un lindo vestido para ese día”. Creo que soy la única pastora cubana que nunca pasó un examen de ordenación. Cuando pienso cuánto han tenido que luchar las mujeres en sus iglesias para ser ordenadas al ministerio sacramental, creo que he sido muy bendecida al vivir bajo una dirección tan acogedora de la vocación de la mujer cristiana (pp. 345-346).

En la última parte del libro aparecen cuatro entrevistas (con Elsa Tamez, Nuevo Siglo, Liset García y quien escribe estas líneas) que pintan de cuerpo entero a Ortega y que intentaron extraer de ella diversos aspectos de la memoria de su vida y ministerio. Incluso cuando se repiten algunos datos, la repetición diferenciada por el momento consigue crear un mosaico en el que se aprecia mejor todo lo experimentado por ella. De la entrevista concedida a Nuevo Siglo entresacamos, para concluir, esta cita entrañable y sincera, pues la muestra justo en el punto de partida hacia lo que ella sería en su vocación de servicio a Dios, a su iglesia y al mundo:

Yo era una niña y una adolescente triste, llorona, que se sentía rechazada por su madre. Mi madre entendía que en la vida de las mujeres hay muy pocas oportunidades. Entonces la transformación de mi vida empieza cuando Jesucristo me sacó de debajo de la cama, donde yo estaba llorando, y me dijo que me aceptaba como mujer y como persona. Mi vida cambió totalmente. Y una de las razones para que dedicara mi vida al ministerio pastoral fue que yo quería que las demás personas sintieran esa aceptación de Dios. Eso es conversión para mí. Dios te saca de la oscuridad, del rechazo, y te dice: “Tú tienes un gran valor para mí”. El mensaje de la evangelización es que lo que tú recibiste tienes que compartirlo con otros (p. 375).

 

Notas

[1] O.M. Ortega, Soñar, luchar, vivir: una teología desde la praxis y la visión de una mujer cubana. México, CUPSA, 2020, p. 53.

Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - Ginebra viva - ‘Soñar, luchar, vivir: una teología desde la praxis y la visión de una mujer cubana’, de Ofelia M. Ortega (II)