Conflicto, pasión y vida plena de Jesús de Nazaret: una relectura del evangelio de Marcos
La “rebeldía eficaz” con que Dios el Padre hizo resurgir a Jesús de Nazaret es lo que nos ofrece, en líneas memorables y de no fácil lectura e interpretación, el evangelio de Marcos.
10 DE ABRIL DE 2020 · 16:00
Ante la contingencia sanitaria que mantiene en vilo a buena parte de la población mundial, la Ciudad de México no ha sido la excepción y las iglesias han tenido que recurrir a la transmisión de sus cultos de la Semana Santa, un periodo obligado de recogimiento que ahora tiene características peculiares. Lo que sigue son las reflexiones bíblicas que se han enviado y transmitido en estos días en la Iglesia Presbiteriana Ammi-Shadday. Las compartimos como una sencilla contribución a la conmemoración que unifica a toda la cristiandad.
Pasión y fe / Fernando Brandt y Tavinho Moura
Ya suena la campana, suena en la catedral,
y su sonido penetra todos los portales.
La iglesia está llamando a sus fieles
para orar a su Señor,
para cantar la resurrección
y sale el pueblo por las calles a cubrir
de arena y flores las piedras del suelo.
En los balcones veo las jóvenes y los lienzos
en cuanto pasa la procesión,
alabando las cosas de la fe,
Navegar a vela, navegué
en el mar del Señor;
allí yo vi la fe y la pasión,
allá yo vi la agonía de la barca de los hombres.
Ya suena la campana, suena en el corazón
y el pueblo pone a un lado su dolor
por las calles variopintas de todo color,
olvida su pasión
para vivir la del Señor.[1]
Dios, en efecto, estuvo y está siempre a prueba, hoy, ante la tragedia planetaria, como ayer en los sucesos que llevaron a la cruz a Jesús de Nazaret, la víctima inocente pero ferozmente combativa a favor de la presencia del reinado de Dios en el mundo. Releer esa historia en estas circunstancias es un gran desafío, se haga o no desde la fe. El evangelio de Marcos, primer intento histórico literario y teológico por dejar constancia de lo sucedió está ahí, esperando a sus lectores, para aportar su mirada crítica y profética. El siempre presente deseo de concordar, a como dé lugar, lo narrado en los cuatro evangelios para hacer digeribles no solamente los últimos días de la vida de Jesús sino todo su esfuerzo apocalíptico por romper los esquemas religiosos de su tiempo debe dejar lugar a la mirada fresca, militante y testimonial de un documento que no acepta lecturas superficiales y asépticas. Requiere, de quien se acerque a él, una profunda simpatía y coraje suficiente para acompañar al protagonista de la tradicional “semana santa” en la clandestinidad rota por él mismo para asumir el rechazo total, la tortura y la muerte como un forajido que se ganó por su pasión incondicional para servir a la humanidad sufriente, la misma que hoy ruega a Dios (o se aleja más de Él) sin entender cabalmente si hay razones o explicaciones para lo que está sucediendo. La “rebeldía eficaz” con que Dios el Padre hizo resurgir a Jesús de Nazaret es lo que nos ofrece, en líneas memorables y de no fácil lectura e interpretación, el evangelio de Marcos. Tratemos de escucharlo y comprenderlo.
1. El Señor manifiesta la justicia de Dios (Mr 11.12-19)
6 de abril
Los gestos simbólico-proféticos de Jesús lo conectaron con la gran tradición profética del antiguo Israel. Las palabras dirigidas a la higuera pueden ser leídas en la clave del reproche que Dios dirigió a su pueblo (“Nunca jamás coma nadie fruto de ti”, 11.14) por su ineficacia testimonial o como una manifestación de su capacidad de fe para actuar. Lo que sigue es el episodio de la “limpieza” del templo, un momento álgido que bien pudo costar la vida a Jesús. La expulsión de los vendedores y la exigencia de que ese espacio litúrgico recuperase su sentido original (11.15-16) mostraron el celo profético anclado en las palabras antiguas de Isaías (56.7) que impactó rotundamente a sus adversarios, pero también los convenció de atentar directamente contra su vida (18) por causa de la veracidad y eficacia de su mensaje. La acusación de haber convertido el templo en una “cueva de ladrones” fue hasta la raíz del sistema oficial de creencias y lo sacudió rudamente.
Con esta acción, Jesús cimbró las estructuras institucionales de la religiosidad oficial del templo y puso definitivamente en su contra a todo el aparato religioso y político con quien había roto inevitablemente y que lo llevaría a una muerte violenta e injusta. Jesús no permaneció en la ciudad ese día y pernoctó fuera, para volver al día siguiente a continuar el ataque frontal y a la denuncia de los diversos aspectos de la práctica religiosa viciada que ocultaban la realidad profunda y que aparentaban una estabilidad que perjudicaba a las personas más desfavorecidas y poco informadas de las exigencias de la alianza. Marcos dedica varias secciones a las controversias que desató Jesús para exhibir las fallas y desobediencias de los dirigentes religiosos de Jerusalén que controlaban la vida de toda la nación sometida al imperio romano, con quien habían pactado reciprocidad en el apoyo.
2. El Señor manifiesta su misión profética (Mr 11.27-33)
7 de abril
La siguiente controversia de Jesús (que nuevamente transcurre en el templo) tuvo que ver, nada menos, que con la legitimidad de su labor profética y con la continuidad (o discontinuidad) de la misma ante los ojos del pueblo y de las autoridades religiosas de su tiempo. El trasfondo inmediato fue la impactante figura de Juan Bautista, quien en vida produjo una reacción ambigua entre sus contemporáneos, dada la radicalidad de su actuación y el respeto que se ganó gracias a ella. La pregunta, predecible, que escuchó de labios de sus interlocutores fue: “¿Con qué autoridad haces estas cosas, y quién te dio autoridad para hacer estas cosas?” (11.28) que evidencia el grado de preocupación que generó entre ellos. Su interés fundamental era deslegitimar su labor ante el pueblo y así recuperar influencia sobre él. En su momento, rechazaron a Juan Bautista y su llamado a la conversión, lo que invalidó definitivamente su autoridad teológica y espiritual. Al remitirse a él en su contrapregunta (29-30), Jesús los encerró en un callejón sin salida, tal como se afirma en el comentario del propio texto, pues de haber aceptado su origen divino debieron hacer caso a su predicación y, si no lo hacían, ponían en duda su carácter de profeta verdadero, algo impensable (31-32).
Jesús no puede ser hallado entre los muertos, sino en el espacio de la vida.
Al negarse ellos a responder (33), Jesús sale airoso de la controversia, pues, entrando en detalles, reconocer el movimiento de Juan implicaba dejarse bautizar por él, a lo que parece que se negaron ellos.[2] Su rechazo hizo del bautismo una institución humana, de ahí que el dilema mostró a los adversarios de Jesús como unos oportunistas. El dilema al que los llevó Jesús contribuyó a descalificarlos más como intermediarios entre Dios y el pueblo. La categoría de profeta incluiría al propio nazareno, por lo que este nuevo conflicto lo reivindicó ante el pueblo, testigo silencioso de cada controversia con los escribas y sacerdotes. Lo que queda claro también es la incredulidad de los judíos ante cualquier tipo de acción divina, pues ni el mensaje intransigente de Juan, ni la acción mesurada y aleccionadora de Jesús captó su atención o los condujo al arrepentimiento. Eso mismo descalificó su autoridad y los orilló a recurrir a la violencia física como última y definitiva medida: “De esta manera es el precursor el que señala también el camino de Jesús a la pasión”.[3]3. El Señor manifiesta su filiación divina (Mr 12.1-12)
8 de abril
En esta sección, Jesús se sirve de un ejemplo arraigado, nuevamente, en la tradición antigua de Israel, pues la explicación gira alrededor de la viña de Isaías 5, esto es, la visión metafórica de la nación judía como espacio central de la acción divina en el mundo. Sin conexión aparente con lo acontecido con anterioridad, no obstante, los destinatarios de la parábola son los dirigentes religiosos cuyos planes homicidas Jesús denunciaría abiertamente. La viña rentada a los trabajadores, preparada de antemano por el dueño (12.1) sirve como muestra de la práctica permanente de soberbia y altivez de ellos (2-3). La acusación identifica veladamente a los dirigentes judíos, pues habían rechazado continuamente, golpeado, y hasta asesinado, a los siervos de Dios (4-5). No sería diferente la suerte del hijo del dueño de la viña, el propio Jesús como representante de su padre Dios (6). La saña con que actuaron los labradores en ese caso es digna de señalarse (7-8), pues su conducta hacia él es particularmente violenta: “agarraron al muchacho, lo mataron y arrojaron su cuerpo fuera del terreno”. La última parte alude a la muerte indigna que implicaría arrojar el cadáver fuera de los límites de la viña, una clara referencia a lo que padecería Jesús, que fue retomada por Hebreos 13.12ss.
La pregunta con que concluye la historia (“¿Qué piensan ustedes que hará el dueño de la viña?”, 9a) y su respuesta inmediata (“Yo se lo voy a decir: irá a la viña, matará a esos hombres, y luego dará la viña a otras personas”, 9b) remite a Is 5.4-6, adonde el Señor se plantea varias preguntas sobre su accionar hacia la viña y decide actuar radicalmente, para luego afirmar categóricamente, en el mismo espíritu de la parábola de Jesús: “Mi viña, mi plantación más querida, / son ustedes, pueblo de Israel […] Yo, el Dios todopoderoso, / esperaba de ustedes obediencia, / pero sólo encuentro desobediencia; / esperaba justicia, / pero sólo encuentro injusticia” (5.7). “Si la muerte del Hijo debe convertir a los viñadores en propietarios de la viña se da a entender que ellos reconocieron en el Hijo al heredero de las promesas de Israel, al que haría que ellas llegaran también a los gentiles”.[4] Como bien señala Gnilka, la parábola tiene una amplia perspectiva de toda la historia de la salvación, “desde la elección hasta el rechazo de Israel, así como la constitución de un nuevo pueblo de Dios”[5] y apunta hacia el juicio de Dios (la abolición total de la elección de Israel, su pérdida de privilegios) al remitir al Salmo 118 (vv. 22-23, el mismo que fue citado en la entrada a la ciudad) mediante la figura de la piedra rechazada que ahora sería la “piedra principal” (10-11). Los destinatarios de esta historia se reconocieron completamente en ella y trataron de detenerlo, pero fu mayor su temor de un levantamiento popular, por lo que se alejaron de Jesús (12). Esta es la parábola de juicio más dura de toda la tradición sinóptica.
4. El Señor manifiesta su entrega (Mr 14.10-25)
9 de abril
La noche de la entrega total, del desprendimiento absoluto, del desmayo completo para asumir la tarea de redención desde lo más profundo. Pero también la noche de la comunión y de la intimidad, Jesús en medio de lo humano con sus luces y sombras, aunque también en la búsqueda abismal de la voluntad del Padre. “La entrega vuelve a ser el elemento clave. A diferencia de otras interpretaciones teológicas, aquí no es Dios quien entrega al Hijo del hombre, sino “uno de ustedes, que come conmigo”; no es resultado de una necesidad eterna (a pesar de que se dice que su ida está escrita), sino del rejuego de voluntades humanas: la alianza de uno de los Doce con el Centro judío”. Marcos expone linealmente lo acontecido en la vida de Jesús como parte de una simbiosis entre la experiencia humana más triste, pero al mismo tiempo de la conciencia redentora más diáfana y efectiva. Ched Myers ha resumido bien lo sucedido:
El “juego de la pasión” de Marcos corresponde exactamente a un cuadro político pintado con tonos de tragedia, de realismo y de parodia. En él, Marcos dramatiza el conflicto final entre la acción simbólica no violenta de Jesús, el aparato de seguridad de las autoridades y los anhelos revolucionarios de los rebeldes, la “guerra en el cielo” que irrumpe en el teatro de la vida real de los tribunales judío y romano, de sus prisiones y de sus torturas.[6]
La entrega de Jesús, en sus tres sentidos, primero por causa de la traición, segundo por su propia decisión redentora, y tercero por su carácter sacramental, aparece como el núcleo de esa cena pascual en la que él entrega su cuerpo y su sangre (22-24) “para que muchos puedan ser salvos” (24b).
En el contexto de la Cena Pascual y del recuerdo del Éxodo a través del cual conquistó el pueblo la libertad y fue regalado con la Alianza, que lo constituyó como Pueblo y como pueblo de Dios, un pan partido y entregado y una copa de vino compartida son usados por Jesús para expresar el sentido de su entrega. Ha compartido con la gente su pan, su vida, su fe en el Reinado del Padre; ahora comparte su cuerpo-pan para la vida, y su sangre será el sello de la Alianza que constituya al nuevo pueblo de Dios.[7]
La pascua-entrega de Jesús estaría marcada por el sufrimiento: “Con ello nace un sentido completamente nuevo de la celebración de la pascua. Tal vez en la palabra páscha percibió Marcos también la palabra griega páscho (‘sufrir’). La etimología es equivocada, pero la temática no se encuentra distanciada”.[8] Ese banquete tenía, además, una proyección escatológica que apareció inmediatamente en la que se apunta hacia la consumación del reino de Dios, adonde ya no habrá traiciones ni sombras. En ese futuro anunciado, la comunión de los discípulos con el Maestro y Salvador será total, absoluta. La entrega de Jesús a su misión salvadora habrá rendido su fruto cuando la comunión del pueblo que surgiría de la cruz y de la resurrección haga suya la entrega al mundo en testimonio y obra.
5. El Señor manifiesta su amor en la cruz (Mr 15.33-41)
10 de abril
Por amor aceptó Jesús de Nazaret subir a la cruz para ser masacrado. A esa conclusión posterior llegarían los autores de los documentos del Nuevo Testamento a medida que profundizaron en el misterio de su entrega voluntaria, de su asesinato injusto y violento, y de su retorno a la vida gracias al poder de Dios el Padre de amor y misericordia. Algunos de ellos fueron testigos directos o indirectos de los sucesos encadenados como parte de una prolongada agonía que supuso la dolorosa asimilación de que Dios no actuaría visiblemente para impedir la muerte de Jesús y así llegar hasta el final de la historia insertada en el proyecto de salvación. Marcos, uno de ellos, se incluye en su relato de una forma velada y afirma que era muy joven en el momento de los sucesos (14.51-52). La extensa y minuciosa narración del escarnio, los juicios religioso y político, las torturas y la muerte de Jesús en Mr 14-15 sería retomada y modificada por Mateo y Lucas. Jesús se identificó con el “hijo de hombre” apocalíptico de Daniel (14.62), por lo que asumió su papel a través de él en la historia: “Lo que el centro judío no puede tolerar es que alguien del pueblo, de fuera de los núcleos de poder, se presente como la alternativa liberadora que Dios respalda. Eso es, para ellos, la verdadera blasfemia. La consecuencia es la condena a muerte”.[9]
Mt 15 inicia con una enfática constatación del contubernio entre el Sanedrín judío y el poder romano invasor, que preside toda la historia de una manera siniestra: comenzando el día los líderes religiosos se reunieron y decidieron entregar a Jesús al gobernador romano (15.1). El interrogatorio de Pilato se basó exclusivamente en la preocupación política acerca de la eventual realeza de Jesús (2a), algo que a éste le tenía sin cuidado (2b). El gobernador tenía otras acusaciones (rituales, religiosas y teológicas) por parte de los dirigentes judíos (3), que es a lo que se refirió inmediatamente (4). Al no responder nada el acusado, Pilato “se quedó asombrado” (5), pues cualquier otro reo hubiera solicitado clemencia o reconocido su culpabilidad. La escueta respuesta de Jesús era enigmática e indiferente. En el nivel teológico, explica Carlos Bravo Gallardo, las cosas son muy diferentes, pues en todo el ciclo de la pasión, muerte y resurrección de Jesús hay una “intra-historia”, un diálogo espiritual profundo entre el Hijo y el Padre, en donde hasta el silencio desempeñó un papel central (14.35-36, 39, 41a):
Lo que el Padre quiere no es que el Hijo muera para satisfacerlo sino que no evada mágicamente la condición humana: que permanezca fiel y que asuma la conflictividad de su historia hasta el final, como consecuencia de su opción en favor de la vida amenazada, y que no resista a la violencia usando un poder similar al que lo condena. Sólo así podrá desenmascarar el carácter homicida del poder del Centro y de la Ley de la Pureza, y romper el círculo diabólico que excluye al pueblo de la vida. El Hijo ha de dejar en manos del Padre el rescate del Reino y su propio rescate, hundiéndose en la oscura certeza de la esperanza contra esperanza. [10]
6. El Señor manifiesta su poder sobre la muerte (Mr 16.1-8)
12 de abril
Éste es el “primer final” del evangelio de Marcos en el que el rumbo de los acontecimientos parecía sombrío y poco alentador. Los conflictos enfrentados por Jesús lo llevaron a una muerte injusta, violenta e ignominiosa que sumió a sus seguidores en la tristeza más absoluta. Todo había terminado para ellos/as y ahora había que retomar la cotidianidad casi como si nada hubiera pasado. Aparentemente la injusticia, la impunidad y la muerte habían impuesto, una vez más, su dominio: “Para las mujeres, Jesús es un muerto. A un muerto se le encuentra en el sepulcro, que es el lugar que encierra su memoria, y el sello que clausura su existencia, su práctica, su presencia en la historia. Lo único que se puede hacer con él es ungirlo, es decir, concluir los ritos funerarios que cierran el ciclo de la existencia humana, para que pueda descansar adecuadamente en el sheol”.[11] Hasta el final de su vida Jesús había sido marginado por la ley de la pureza y todo lo relacionado con su cadáver extendía la impureza, pero aun así las mujeres corrieron el riesgo y se acercaron a la tumba para ungirlo con perfume, lo que ya se había hecho con él antes de morir (14.3, 8-9). El ritual se rompe con la presencia inesperada de alguien vestido de blanco que les anuncia la ausencia de Jesús en la tumba (16.6b), lo impensado, aunque anunciado por Jesús, la superación de la muerte. Ellas debían avisar lo sucedido a los discípulos que habían escapado, pero “no dijeron nada a nadie porque estaban dominadas por el miedo” (16.8b), es decir, no hicieron lo que se les pidió, guardaron un silencio total.
Pero Dios les cambia su proyecto limitado a ver ungir a Jesús. No pueden hacer nada, porque no hay nadie a quien ungir. El sepulcro está abierto y vacío y no es posible verlo allí. No es lugar de encuentro con él porque no tenía poder para clausurar su presencia en la historia; porque nada de él ha quedado allí encerrado. Es inútil quedarse allí. Para encontrarlo hay que salir del sepulcro. Porque el ausente aquí va caminando de nuevo por Galilea.[12]
La enseñanza del suceso es clara: a Jesús no se le encuentra en el reino de los muertos sino en el espacio de la vida, en la cotidianidad transformada (Galilea) por la influencia del reino de Dios. Sólo allí podrían verlo nuevamente, pues él se ha anticipado: “va a Galilea para llegar antes que ellos. Allí podrán verlo, tal como les dijo antes de morir” (7b). ¿Cuál es la razón de un relato incompleto hasta el v. 8? ¿Acaso la práctica truncada violentamente exigía un relato también incompleto, atravesado por el miedo de las mujeres y la cobardía de los discípulos? No se insiste en la resignación, se busca más bien que los lectores/as se encarguen de proseguir en el camino, en busca de Jesús. Sólo en la experiencia de Galilea (en el camino, en retomar la vida cotidiana con nueva esperanza) sería posible reencontrarse con él. Marcos pospone los relatos de apariciones para marcar el otro rumbo de la fe de sus seguidores: “Marcos pone al lector en su justo lugar, que es el de las mujeres que recorren cierto itinerario [...] El sepulcro empuja hacia afuera [...] es preciso ir allá, pero para ser arrebatado por otro proyecto”.[13]
Coda
El mensaje del cielo (16.6-7) desarrolla esta dialéctica, enlazando cuatro momentos de la existencia de Jesús:
- la muerte en cruz se explica por la práctica del Nazareno;
- la ausencia de Jesús en el sepulcro se explica por la práctica de Dios a su favor;
- la manera de superar esa ausencia es el seguimiento, dado que él espera caminando en Galilea, encontrarlo dependerá de la movilización de la esperanza que se dé como respuesta;
- y el lugar del encuentro con Jesús no es el pasado concluido, sino en el futuro inédito; no la contemplación del muerto, sino el seguimiento al que ha sido confirmado en la vida.
A Jesús, resucitado por la fuerza del Padre, no se le unge como muerto, sino que se le sigue, prosiguiendo su causa. Hay, finalmente, una definición practica de la paternidad de Dios y de su silencio en la cruz: el Padre que ama la vida no protesta contra esa muerte matando a los asesinos sino rescatando al Hijo de la muerte, y haciendo de esa resurrección una promesa incluso para los que le matamos al Hijo. […] La resurrección no le quita un ápice al dolor de la muerte injusta. El resucitado es y será para siempre el crucificado. Y al resucitar al Hijo, el Padre confirma su proyecto y el camino hacia la cruz...[14]
Notas
[1] F. Brandt y Tavinho Moura, Pasión y fe, en Nancy Cardoso Pereira, Jesucristo latinoamericano. Tres posibles milagros y alguna poesía necesaria, RIBLA,núm. 47, 2004/1, p. 9. La canción pertenece al álbum Conspiração dos poetas(1997).
[2] Joachim Gnilka, El evangelio según san Marcos. II. Salamanca, Ediciones Sígueme, 1986 (Biblioteca de estudios bíblicos, 56), p. 163.
[3] C. Bravo Gallardo,Jesús, hombre en conflicto.El relato de Marcos desde América Latina. 2ª ed. corregida y aumentada. México, Centro de Reflexión Teológica-Universidad Iberoamericana, 1996, p. 165.
[4] J. Gnilka, op. cit., p. 172.
[5] Ídem.
[6] C. Myers, O Evangelho de São Marcos. São Paulo, Paulinas, 1992, pp. 421-422. versión de Alberto F. Roldán,Jesús en acción. II.Buenos Aires, Publicaciones Alianza, 2003, p. 134. Cf. C. Myers, Binding the strong man: A political reading of the Gospel according to Mark.Versión abreviada.
[7] C. Bravo Gallardo,op. cit., pp. 220-221.
[8] J. Gnilka, El evangelio según san Marcos. II. Salamanca, Ediciones Sígueme, 1986 (Biblioteca de estudios bíblicos, 56) p. 274.
[9] C. Bravo Gallardo, op.cit.,p. 228.
[10] Ibíd., p. 223.
[11] C. Bravo Gallardo,op. cit., p. 241.
[12] Ibíd., p. 242.
[13] Xavier Léon-Dufour,Resurrección de Jesús y mensaje pascual. Salamanca, Ediciones Sígueme, 1973 (Biblioteca de estudios bíblicos, 1), p. 201ss. Énfasis de C. Bravo Gallardo.
[14] C. Bravo Gallardo,op. cit.,p 242.
Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - Ginebra viva - Conflicto, pasión y vida plena de Jesús de Nazaret: una relectura del evangelio de Marcos