La confesión de fe española de 1560-1561, de Casiodoro de Reina (I)

Su evolución textual y de publicaciones fue bastante azarosa. Andrew Messmer reconstruyó la trayectoria de este documento.

07 DE JUNIO DE 2019 · 08:00

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Habiendo releído muchas veces esta confesión, al fin me determiné de publicarla después de más de quince años que fue hecha, y de haber servido para el fin que se hizo. La principal causa que me movió a ello fue, de una parte, la consideración del estado miserable de nuestra España en tantas tinieblas de ignorancia de la Verdad de Dios, y en tan grandes y exquisitas diligencias en perseguir esa poquita de luz de ella, que Dios le da, y procurar apagarla del todo.

C. de Reina, “Epístola del autor al lector”, cit. por Andrés Messmer

El bastante ingenuo perfil biográfico de Casiodoro de Reina que se había construido (y transmitido al gran público) en épocas pasadas como el de una persona principalmente preocupada por traducir la Biblia y un tanto ajena a las disputas teológicas del momento que le tocó vivir, se ha ido modificando progresivamente a medida que los estudiosos de ambos lados del Atlántico profundizan en las fuentes y en el análisis detallado de las circunstancias por las que atravesó. Una de las causas de esa ingenuidad tuvo que ver, muy probablemente, con la supuesta necesidad de mantener una imagen “no tan heterodoxa” de alguien como él, siendo nada menos que el principal traductor de la Biblia al castellano. De esa visión tan cuestionable proceden afirmaciones como ésta:

Podemos afirmar que Reina hace gala de una marcada ambigüedad doctrinal, una ambigüedad doctrinal que podría haber pasado inadvertida en nuestros días, pero que ciertamente la Reforma del siglo XVI no estaba ni preparada ni dispuesta a admitir. No es sorprendente constatar que, por todas estas razones, la confesión de Reina no haya podido convertirse en un documento doctrinal válido para la Iglesia. Más bien sucedió lo contrario: en su día generó una fuerte polémica y con el tiempo, ha pasado al olvido (Jorge Ruiz Ortiz, La Confesión de Fe de Casiodoro de Reina, ¿una confesión reformada? (1).

 

Andrew Messmer.

En esta empresa de reconstrucción histórica, el recuento de autores es ya toda una odisea. Paul Hauben publicó Three Spanish Heretics and the Reformation (Ginebra, Droz, 1967; en español: Del monasterio al ministerio: tres herejes españoles y la Reforma. Madrid, 1978). Gracias al empeño de A. Gordon Kinder, cuya tesis doctoral se ocupó de tres reformadores, entre ellos Casiodoro (Three Spanish reformers of the Sixteenth Century: Juan Pérez, Cassiodoro de Reina, Cipriano de Valera, Universidad de Manchester, 1971), y después su libro de 1975 que se ha vuelto una referencia ineludible, se pudo apreciar el modo en que el autor de la Biblia del Oso actuó en relación con los poderes políticos y eclesiásticos de su época.

A este autor británico siguió José C. Nieto en 1997 (El Renacimiento y la otra España. Visión cultural sociocultural) con agudas observaciones sobre su talante teológico-doctrinal y los inevitables vaivenes en su trato con las autoridades eclesiásticas. Nieto fue contundente:

En Reina reina un espíritu de pacifismo o irenismo que nos recuerdan los hermanos Valdés y también a Vives, y a la vez también nos recuerda a Servet, para quién la imposición de ideas y doctrinas, por la tuerza, no tenía lugar dentro del cristianismo. No se trata pues de un adogmatismo latitudinarista sino de una creencia en doctrinas y dogmas 1as cuales no se imponen por la-fuerza de la espada sino por la persuasión del-corazón y la razón. Estamos aquí ante una actitud de independencia y libertad de las formas objetivas de autoridades externas, y muy parecida a la de su íntimo amigo y también exfraile isidoriano, Antonio del Corro (p. 480, énfasis agregado).

En ese sentido, Steven Griffin ha hecho un resumen más actualizado de la personalidad de Casiodoro:

Reina mostró una notable versatilidad a lo largo de su carrera. Además de ganarse la vida en el comercio de seda cuando oficiaba como ministro del Evangelio, logró componer una confesión de fe en nombre de su congregación en Londres (1559), un proyecto inusual para un traductor de la Biblia. Como una persona que pasó la mayor parte de su carrera semimarginado en las diversas comunidades cristianas en las tierras de su exilio —pero que tenía en mente aquellos que todavía estaban perdidos en las “tinieblas de ignorancia de la verdad” en su país natal—, Reina desarrolló una teología original que es, a la vez, ecuménica y misionera “Desde el exilio alemán y londinense. Casiodoro de Reina y la eclesiología del desplazamiento).

Uno de los momentos más relevantes en la vida de Casiodoro fue, sin duda, la elaboración y publicación de la Confesión de Fe Española, entre 1560 y 1561, en Londres, como parte de su trabajo ministerial en una comunidad de creyentes exiliados por sus ideas heterodoxas. El 21 de enero de 1561, como dirigente principal de la comunidad protestante española en la capital británica, presentó al Consistorio francés de las iglesias extranjeras una confesión de fe, la Confessión de Fe christiana, hecha por ciertos fieles españoles, los quales, huyendo los abusos de la Iglesia Romana y la crueldad de la Inquisitión d’España, dexaron su patria, para ser recibidos de la Iglesia de los fieles, por hermanos en Christo, que ese fue su largo título completo. El título en latín era: Hispanica Confessio fidei: Ecclesiae Christi, quae Londini congregantur Hispani exules propter Euangelium Christi. Su propósito era que, por medio de ella, la iglesia española fuese aceptada por las demás iglesias extranjeras. Era uno más de los iniciales avatares de Casiodoro fuera de España, a los cuales tuvo que acostumbrarse con muchas molestias y trabajo. Ya había pasado por Ginebra, en donde definitivamente no simpatizó con Calvino. Más tarde, tampoco gozaría de la amistad de Teodoro de Beza, el sucesor. A. Gordon Kinder editó la Confesión en 1988, pero su historia es larga y atormentada, pues por increíble que parezca, como bien señala Griffin, su evolución textual y de publicaciones fue bastante azarosa. Andrew Messmer reconstruyó la trayectoria de este documento que se presentó manuscrito en su momento y que el autor publicó hasta 1577:

Con 440 años de historia, los lectores estarían tentados a suponer que el texto de 1577 ya habría sido publicado varias veces, pero desgraciadamente no es el caso. En 1601 una versión redactada de la “Declaración” fue publicada en una edición bilingüe español-alemán en Kassel, Alemania. Más tarde, en 1611, el texto alemán solo, fue publicado en Amberes y parece ser que esa fue la última vez que fue publicada hasta el s. XX. Por fin, en 1988 Arthur Gordon Kinder publicó el texto español de la edición bilingüe español-alemán de 1601. Posteriormente, en 2009 Ian Hazlett volvió a publicar el texto de 1601, pero también tomó en cuenta el testimonio de dos testigos recientemente descubiertos, a saber, la edición española de 1577 y la edición latina. Aunque basada en la edición de Kinder, la de Hazlett es más bien una edición crítica de las ediciones españoles de 1577 y 1601; incluye, por ejemplo, la “Epístola” que fue omitida de la edición de 1601 (y todas las basadas en ella, como la de Kinder). En 2011, Steven Richard Griffin publicó por primera vez como apéndice a su tesis doctoral una versión de la edición española de 1577 (Declaracion, o Confession de Fe de Casiodoro de Reina. Edición crítica, en Aléteheia).

Carlos Gilly agrega, a estas observaciones su evaluación personal: “La edición anterior de Hazlett, 2009, sigue el texto español más corrupto de la edición bilingüe de Kassel de 1601: Reina, Confessión de fe Christiana, hecha por ciertos fieles españoles…, mas conserva en parte las notas marginales y hace referencias ocasionales a la versión manuscrita latina autógrafa de Casiodoro de Reina. Ambas ediciones presentan frecuentes faltas de lectura y no mejoran substancialmente las ediciones de Kinder, 1978 y 1988” (El influjo de Sébastien Castellion sobre los heterodoxos españoles del siglo XVI, en reforma y disidencia religiosa).

 

Portada de la edición de 2019 de la Confesión de fe de Casiodoro de Reina.

La nómina de autores que ha estudiado esta veta del trabajo de Reina ha crecido. En 2004, el puertorriqueño Rady Roldán-Figueroa (Casiodoro de Reina as Biblical Exegete: Studies on the 1569 Spanish Translation of the Bible, tesis doctoral, Universidad de Boston) también dedicó unas páginas a la Confesión. Últimamente, Messmer y Griffin han hecho nuevas aportaciones: el primero, con la tan esperada edición crítica de la Confesión de fe española (lanzada en febrero de 2019 y sobre la cual ha hablado en estas páginas: Se publica por primera vez la Declaración o Confesión de fe, de Casiodoro de Reina), y el segundo, desde su tesis doctoral (Participants in the sufferings of Christ (I Pet 4:13): 16th-century Spanish Protestant ecclesiology, Universidad McGill, 2011) y en otros textos sueltos. Así llegamos hasta la tesis doctoral en Teología de Constantino Bada Prendes, quien en 2016 defendió en la Universidad Pontificia de Salamanca el trabajo más reciente sobre la Biblia del Oso, con un amplísimo estudio que trató de no dejar cabos sueltos en sus más de 600 páginas. Doris Moreno (2017) se ha expresado en la misma línea de Nieto acerca de la estrategia seguida por el reformador.

Carlos Gilly ha observado, desde una sólida perspectiva ecuménica, la influencia de Erasmo de Rotterdam, Miguel Servet y Sebastián Castellio en la obra teológica y de traducción de Casiodoro. La Confesión, por supuesto, no podía ser la excepción. Sobre el influjo de Servet, Kinder escribió páginas iluminadoras y un libro completo sobre el también descubridor de la circulación pulmonar de la sangre. En un apartado que lleva un título enjundioso (La lucha por la palabra libre), Gilly, erudito español nacido en 1940 y profesor de la Universidad de Basilea, escribe: “No disponemos de espacio suficiente para analizar detalladamente aquí las evidentes influencias castellionianas en todos los escritos de Casiodoro de Reina, retrazables ya en la Hispanica Confessio fidei, redactada por él en latín en 1560 para obtener una iglesia de lengua española en Londres, y presentes también en su versión española, publicada en Fráncfort del Meno en 1577” (Op. cit.).

Dada la estrechez de miras de los confesionalismos protestantes que estaban emergiendo con una fuerza inusitada, Casiodoro debió escribir otras dos confesiones de fe: “…una publicada en Estrasburgo en 1565 cuando intentó asumir una posición pastoral allí y otra que se le obligó a firmar en Fráncfort en 1593 antes de permitírsele actuar allí como pastor” (A. Gordon Kinder, ¿Cuál ha sido la verdadera influencia de Servet en Casiodoro de Reina?, p. 30). Kinder se detiene también en los “peligrosos” contactos de Casiodoro con el italiano Jacobo Aconcio (1492-1566): “De hecho, cuando se considera que Acontius era presidente del consejo eclesial de Casiodoro [en Londres], se impone por sí misma la conclusión de que esta confesión es tanto expresión de las ideas del primero como de las del último. El tono irénico está en agudo contraste con la punzante provocación de los escritos de Servet, y este mismo espíritu puede ser observado en todo lo que Reina escribió después” (op. cit., p. 40, énfasis agregado).

 

Portada de la tesis doctoral de Gordon Kinder.

El contenido teológico-doctrinal de los 21 capítulos de la Confesión depara muchas sorpresas aún (en temas tan álgidos como el de la Trinidad y la actuación del Espíritu Santo) dado su eclecticismo y la argumentación que muestra cómo Casiodoro supo moverse en medio de un mar de sospechas, pues la rivalidad entre luteranos y calvinistas, que hoy parece superada, lo colocó en medio de ellos, pero ambas confesiones en germen también dudaban de su “ortodoxia evangélica”, pues advirtieron, sin equivocarse del todo, la presencia de otras ideas, notoriamente las de Servet y Castellio, como se ha tratado de mostrar aquí. Planteado como punto de partida inicial, cerramos esta primera entrega con las puntuales observaciones de Carlos Gilly: “…ambas confesiones [1560 y 1577] no corresponden en absoluto al tipo de confesión de fe en vigor entre los protestantes de entonces” (Op. cit.). Veremos detalladamente la razón de esta afirmación tan enfática.

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