La Biblia y su mensaje: 2 Corintios y Gálatas, por José María Martínez
La tribulación despierta simpatía fraternal; la simpatía, oración; y la oración, liberación. Resultado final: gratitud y alabanza a Dios.
06 DE OCTUBRE DE 2022 · 17:14

Un fragmento de “La Biblia y su mensaje: 2 Corintios y Gálatas”, por José María Martínez (Unión Bíblica, 2010). Puede saber más sobre el libro aquí.
2 Corintios 1
El Dios que consuela es también el Dios que libra a los suyos (vv. 8-11). En el momento oportuno. Así se puso de manifiesto en una experiencia reciente de Pablo en Asia. No sabemos exactamente qué le sucedió. No hay base para relacionarla con el alboroto producido en Éfeso (Hch. 19), pues cuando hubo cesado, parece que el apóstol partió de allí inmediatamente después. Pero en algún otro lugar ¿habría sufrido otra violenta persecución? ¿0 había padecido una enfermedad grave y sido desahuciado por los médicos? Esto explicaría quizá la frase tuvimos respuesta de muerte (v. 9); pero ninguna conjetura al respecto tiene base suficiente para aceptarla con certeza.
Cualquiera que hubiese sido la naturaleza de la tribulación sufrida, lo cierto es que había llevado al apóstol a perder la esperanza de conservar la vida, lo que le hizo sentirse "abrumado sobremanera por encima de sus fuerzas" (v. 8). Pero tal experiencia fue para él altamente reveladora. Puso de relieve por un lado su propia fragilidad y por otro la grandeza del poder de Dios. Cuando todo hacía presagiar "muerte", intervino el Dios de la vida. Y la vida triunfó. Siempre son saludables las situaciones que nos llevan a estar no confiados en nosotros mismos, sino en Dios que resucita a los muertos. Cuando todo parece perdido estamos a las puertas de que todo sea salvado.
Dios es el liberador permanente de sus hijos. Así pudo comprobarlo Pablo y así lo confesó: nos libró de tan mortal peligro y continuará librándonos; esperamos que aún nos librará (v. 10). Esta última afirmación ¿indica tal vez que la tribulación todavía no había concluido del todo? Quizá no; pero Pablo era consciente de que en el futuro no le faltarían experiencias semejantes. Necesitaba seguir confiando en el poder y la bondad del Dios a quien servía.
Esta confianza se veía reforzada por el conocimiento que el apóstol tenía de la intercesión de los corintios a su favor (v. 11). Sabía que la oración cambia situaciones, por difíciles que parezcan. Y que Dios alegra, mediante su respuesta favorable a las oraciones, a quienes le han pedido,
Para que la gracia obtenida por intervención de muchos sea, por muchos, agradecida en nuestro nombre. (v. 11, BJ)
Así la tribulación despierta simpatía fraternal; la simpatía, oración; y la oración, liberación. Resultado final: gratitud y alabanza a Dios.
(2 Corintios 1:12-22). Integridad en el comportamiento
Aunque la buena relación entre Pablo y la iglesia de Corinto se había restablecido casi totalmente, todavía había detractores que injustamente le acusaban. Le tildaban de voluble. Había prometido una pronta visita y no había cumplido su palabra. Además, dudaban de su sinceridad; aparentaba una cosa -pensaban- y era otra. Ante esta difamación, Pablo tiene que defenderse; de lo contrario, su autoridad quedaría gravemente mermada, y su ministerio, sensiblemente debilitado.
Exposición del testimonio de su conciencia (vv. 12-14).
Con sencillez y sinceridad de Dios, no con sabiduría carnal, sino con la gracia de Dios, nos hemos conducido en el mundo, y mucho más ante vosotros. (v. 12)
A renglón seguido reafirma la calidad moral de sus escritos (v. 13). Éstos no han variado; expresan lo mismo que siempre ha dicho y que ellos conocen. Los corintios eran para el apóstol motivo de gozo y gloria, a pesar de los problemas que le habían causado. También él había de ser motivo de gloria para ellos (v. 14), prescindiendo de las críticas de quienes negaban su sinceridad.
Objeción a las críticas (vv. 15-19). Pablo entra de lleno en la refutación de las imputaciones de que era objeto, especialmente la relativa a la volubilidad que parecía haber mostrado incumpliendo su promesa de volver a Corinto. Confiaba sinceramente el apóstol que este propósito, por ser conveniente, podría realizarlo (vv. 15-16). Pero el curso de los acontecimientos aconsejó una demora. La verdadera razón la expondrá más adelante (1:23-2:4). En ningún momento hubo en él "ligereza", falta de seriedad, ni actuó valiéndose de maniobras carnales. No era el tipo de persona que hoy dice "Sí" y al día siguiente dice "No" (vv. 17-18), según le convenga. El ejemplo que inspiraba su conducta era el del Hijo de Dios, Jesucristo, predicado por él y sus colaboradores (v. 19), como los corintios bien sabían (v. 13). ¿Podía creerse que la predicación de Pablo era una cosa y su conducta otra muy diferente?
La lealtad de Dios a sus palabras (vv. 20-22). La referencia a Cristo da lugar a una digresión sobre la fidelidad de Dios a sus promesas (v. 20), que en Cristo son Sí y Amén. Su palabra tiene cabal cumplimiento. La solemne declaración de Pablo es muy atrevida. Viene a significar que en materia de lealtad a la palabra él obra al modo como lo hace Dios. No podía quedar más comprometido. Pero estaba decidido a que sus hermanos de Corinto no solo creyesen en su integridad, sino que se sintiesen orgullosos de él (v. 14).
Este paréntesis en el texto de la carta ha sido siempre una fuente de consolación para multitud de creyentes. Debe serlo también de estímulo para vivir vidas consistentes, con absoluta coherencia, "para la gloria de Dios". A tal fin, Dios mismo nos consolida (v. 21) mediante la obra del Espíritu Santo, con el cual fuimos ungidos (v. 21) y sellados (v. 22). Esta obra divina no se efectuaba en Pablo aisladamente, a nivel individual, sino en comunión con sus hermanos (nos consolida con vosotros en Cristo, v. 21). Por eso era tan necesario que él y ellos se mantuvieran en una relación de amor y cooperación. Y que la sinceridad, el recto juicio y la nobleza determinaran el comportamiento de todos.
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