Ellas en el Antiguo Testamento, de Pilar Herrera
Sifra y Fúa creían, honraban y respetaban a Dios. Pusieron la voluntad de Dios primero y lo que a él le agrada, a pesar de las consecuencias que pudiera traerles.
03 DE FEBRERO DE 2022 · 19:00

Un fragmento de “Ellas en el Antiguo Testamento”, de Pilar Herrero. Puede saber más sobre el libro escribiendo a [email protected] o llamando a
16. Sifra y Fúa: de profesión, parteras
(Éxodo 1)
Introducción
El segundo libro de la Biblia, Éxodo, empieza nombrando a las familias que entraron con Jacob en Egipto, que eran setenta en total. Pocos e insignificantes en relación con el poderoso país de Egipto. Pero al morir José y toda aquella generación, los hijos de Israel crecieron y se multiplicaron en gran manera, a la vez que el nuevo faraón no conoció a José ni todos los acontecimientos que ocurrieron antes de él.
Este faraón se alarmó al ver que los hebreos eran un pueblo mayor y más fuerte que Egipto (Éxodo 1:9). Tal es su preocupación de que el pueblo hebreo crezca y se enseñoree de ellos que trama un plan contra ellos.
Opresión a los hebreos
Faraón oprime a los hebreos con cargas de impuestos y trabajos físicos, haciéndoles edificar ciudades y tratándolos con dureza con el objetivo final de que se debilitaran y dejaran de multiplicarse, pero el faraón no sabía que el que estaba detrás de los hebreos, guardándolos y bendiciéndolos, era Dios mismo.
Por eso su plan resultó fallido: «Pero cuanto más los oprimían, tanto más se multiplicaban y crecían, de manera que los egipcios temían a los hijos de Israel» (Éxodo 1:12).
Al ver que no daba los resultados esperados, Faraón los oprimió con más dureza y servidumbre, hasta el punto de querer acabar con ellos de una manera más directa. Aquí es donde entran en escena nuestras dos mujeres, Sifra y Fúa.
Desobediencia de las parteras
Me imagino que el faraón ya desesperado y con temor de que el pueblo de Israel se levantara contra ellos, da un paso mucho más maquiavélico. Llama a las parteras de las mujeres hebreas y les ordena: «Cuando asistáis a las hebreas en sus partos, y veáis el sexo, si es hijo, matadlo; y si es hija, entonces viva» (Éxodo 1:16).
El faraón pensó que los hombres eran el gran problema, pero si miramos la historia del pueblo de Israel, las mujeres son claves para la preservación del pueblo de Dios (Jocabed, la madre de Moisés; María, su hermana; la reina Ester; Débora, la jueza de Israel; etc.).
Las parteras estaban entre la espada y la pared: si desobedecían al mandato de Faraón se exponían a perder sus vidas, pero si obedecían estaban cometiendo un gran pecado delante de Dios. No sabemos si Sifra y Fúa eran egipcias o hebreas, la verdad es que es indiferente, aunque sí que tenían nombres egipcios. ¿Qué harían ahora? ¿Qué hubieras hecho tú?
Nuestro relato bíblico nos lo deja claro: «Pero las parteras temieron a Dios, y no hicieron como les mandó el rey de Egipto, sino que preservaron la vida a los niños» (Éxodo 1:17).
¡Qué mujeres tan valientes! Determinaron obedecer a Dios antes que a Faraón. Ellas eran temerosas de Dios, creían, honraban y respetaban a Dios. Pusieron la voluntad de Dios primero y lo que a él le agrada, a pesar de las consecuencias que pudiera traerles.
Cuando Faraón les pide explicaciones de por qué no han matado a los niños varones recién nacidos de las hebreas, Sifra y Fúa le respondieron: «Porque las mujeres hebreas no son como las egipcias; pues son robustas, y dan a luz antes que la partera venga a ellas» (Éxodo 1:19). Hay algunos comentaristas que ven aquí una media mentira, pero no creo que sea una mentira sino más bien una respuesta un tanto sarcástica. Tuvieron mucho coraje al contestar así a Faraón, porque eran conscientes de que debían obedecer antes a Dios que a los hombres.
Este es uno de los rasgos distintivos del pueblo de Dios cuando hay una disyuntiva entre obedecer a Dios o a los hombres. Ya sabemos que el verdadero temeroso de Dios siempre elegirá obedecer a Dios como hicieron Pedro y Juan ante el concilio (Hechos 4:19). También Policarpo, en el s. II, cuando fue llevado delante del emperador, este le dijo: «Tengo leones». «Trae los leones», contestó Policarpo. «Tengo fuego». «Trae el fuego», volvió a contestarle. Temían más a Dios que a cualquier hombre por rey, faraón o emperador que fuera.
Fueron bendecidas
Como consecuencia de su obediencia, temor y fidelidad a Dios, este las bendijo grandemente: «Y Dios hizo bien a las parteras [. . . ]. Y por haber las parteras temido a Dios, Él prosperó sus familias» (Éxodo 1:20-21). No sabemos detalles de sus familias, pero fueron prosperadas y bendecidas por este acto de obediencia.
La obediencia siempre trae bendiciones, quizá no materiales, aunque pueden estar incluidas, sino bendiciones espirituales. Dios no es deudor de nadie, y él honra a los que le honran (1 Samuel 2:30).
No sabemos qué ocurrió con estas dos parteras, pero damos gracias a Dios porque fueron valientes y arriesgaron sus vidas al desobedecer a Faraón con ese mandato de infanticidio y obedecieron a Dios en primer lugar. Si ellas hubieran llevado a cabo el mandato de Faraón, el pueblo de Dios se hubiera extinguido, pero sabemos que Dios es el que está por encima de todas las circunstancias de la historia, de los reyes, los políticos, etc. Según su promesa de un Salvador, este vendría de Israel, y podemos estar seguros de que sus planes no pueden frustrarse.
Conclusión y aplicación
Cuántas veces, por temor al qué dirán (no ya siquiera a perder la vida), negamos a Dios con nuestras palabras o nuestros actos. Hay más temor de los hombres en nuestros corazones de lo que somos conscientes.
Si hubieras estado en la piel de las parteras, ¿cómo hubieras reaccionado?
Que Dios nos ayude a saber temerle más a él que a los hombres, cualesquiera que sean las circunstancias. Nuestro sumo deseo debe ser siempre obedecer y vivir sujetos a la Palabra de Dios. ¿Qué es lo que tu vida proclama?
Con el ejemplo de estas dos mujeres podemos destacar un principio bíblico: si una ley humana contradice una ley divina, debemos obedecer a Dios antes que a los hombres (Hechos 4:19).
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