Cuando tu padre envejeciere
Él ha sido mi hombro fuerte para llevar todas mis penas, mi castillo inexpugnable, donde me sentía segura, el que me daba los más sabios consejos cuando me encontraba en alguna encrucijada, mi médico, mi amigo, mi padre.
27 DE SEPTIEMBRE DE 2008 · 22:00
Lo recuerdo con su bata blanca en aquella inolvidable consulta a la que podía acudir cuando lo necesitaba y allí estaba él para mí, ofreciéndome siempre dos minutos entre enfermo y enfermo.
Los paseos junto a él escalando y sorteando las rocas de aquellas antiguas calas se convertían en una lección de sabiduría, y los viajes en aquella vieja barca de un pescador amigo eran una delicia que no olvidaré jamás.
Con él aprendí lo que significaba la palabra oración, lo que significa la dependencia absoluta de Dios y fue de su ejemplo donde aprendí que eran una verdad las palabras de aquella antigua canción: “Mejor es mi Cristo que el oro mortal, ser suyo prefiero que andar en el mal”.
Hoy, los años y algunos infartos cerebrales han hecho que su mente vaya más lenta, que sea mi brazo el que le sostiene o mis palabras las que le explican alguna cosa que se le ha olvidado.
Su mente yo no vuela tan rápido y aquella gran capacidad de comunicar se ve mermada; pero me sigue impresionando su dependencia de Dios y su modo de orar, algo que no ha dejado de hacer ni un solo instante por todos nosotros, su descendencia.
Hubo algo que mi padre me enseñó cuando era niña y fue a respetar las canas y a sentir un inmenso cariño por mis mayores.
Hay un versículo de la Biblia que sé de memoria, de tanto oírselo decir: “Y cuando tu madre envejeciere, no la menosprecies”. Él lo cumplió y hoy me toca a mí ponerlo en práctica.
Ya no hay más caminatas por la playa, ni paseos en la vieja barca de pescador, mi castillo ya no es inexpugnable y mi hombro fuerte se ha convertido en débil y cansado, ya no hay bata blanca, ni minutos robados al trabajo; pero hay todo el tiempo del mundo para escucharle contar sus viejas historias y oír sus sentidas oraciones que me hacen permanecer tranquila, sabiendo que me deja en las manos de la Roca eterna, el hombro que nunca falla y la fortaleza a la que siempre puedo acudir.
Me da mucha lástima ver a personas que no agradecen todo lo que sus mayores les han dado.
Yo, por mi parte, bendigo a Dios por tenerle cerca, por poder sentir el latido de su corazón y por poderle ayudar.
Nunca agradeceré a Dios lo bastante por haberme dado un padre como el mío y me hago eco de las palabras del autor bíblico: Y cuando tu padre envejeciere, no lo menosprecies.
Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - Follas novas - Cuando tu padre envejeciere
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