Del Altar al algoritmo: cuando el Reino se mezcla con el ego
No se trata de abandonar las redes sociales, se trata de volver al centro, de revisar el corazón antes de subir al altar o antes de subir una publicación.
12 DE OCTUBRE DE 2025 · 20:45
“Dios no comparte su gloria con nadie. El altar no es una plataforma de popularidad, es un lugar de rendición.” A. W. Tozer
“El enemigo no necesita sacarte del ministerio. Le basta con inflarte de ego dentro del ministerio.” Anónimo
“Si tu intimidad con Dios es más débil que tu exposición pública, estás en peligro.” Matt Chandler
“Lo que haces para Dios, sin Dios, terminará alejándote de Dios.” Leonard Ravenhill
Vivimos en una generación sin precedentes, una generación que puede predicar el Evangelio a naciones enteras desde la sala de su casa; nunca antes fue tan fácil compartir un mensaje, una canción de adoración o una enseñanza bíblica.
Dios, en su soberanía, ha permitido que las herramientas digitales como las redes sociales, el streaming, los podcasts y demás, se conviertan en canales poderosos para anunciar su Reino.
Y sí, esto es una gran bendición; sin embargo, toda bendición mal administrada puede convertirse en una distracción... o incluso en una trampa espiritual.
Detrás de los likes, los views y los comentarios alentadores, muchas veces se esconde algo que no es tan visible, pero que sí es muy peligroso: el deseo de protagonismo, la necesidad de aprobación, el hambre de visibilidad.
El altar que debería ser un lugar de entrega, comienza a parecerse a una plataforma de autopromoción; y lo más grave, es que todo esto puede seguir ocurriendo bajo la apariencia de servicio, ministerio o trabajo para Dios.
¿Qué pasa cuando se predica más de uno mismo que de Cristo?
¿Qué sucede cuando la adoración se convierte en una performance?
¿Qué queda del mensaje cuando el mensajero necesita ser aplaudido más que obedecido Dios?
No estoy aquí para acusar, sino para reflexionar con honestidad; porque esta lucha no está solo “allá afuera” en otros. Esta lucha está dentro de cada uno de nosotros.
Todos enfrentamos la tentación de usar lo espiritual para construir lo personal. Incluso en reuniones de culto, podemos estar más atentos a quién nos mira, qué foto se subirá después, o lo bien que lo hicimos; que a si Dios fue glorificado.
Esto es sutil, pero peligroso; puede empezar con buenas intenciones, pero terminar con corazones heridos, ministerios secos y egos inflados.
Una historia que ilustra bien esta tensión es la de Gabriela Rocha, adoradora brasileña. Durante la pandemia, cuando los templos cerraron y la adoración parecía limitada, ella comenzó a subir videos sencillos desde su casa, sin producción costosa, sin afán de ser vista, solo con el deseo de adorar; su autenticidad y sensibilidad espiritual tocaron millones de vidas.
Hoy, su canal tiene más de 9 millones suscriptores en YouTube y sus videos han alcanzado cientos de millones de vistas. Sin embargo, algo resalta en su ministerio; sigue manteniendo el enfoque en Jesús.
En entrevistas ha dicho: “Yo no quiero ser conocida, quiero que conozcan a Jesús. Si él no está, no tiene sentido que yo esté.”
Este tipo de humildad contrasta con muchas historias menos saludables, Influencers cristianos que comenzaron con pasión, pero fueron tragados por la necesidad de aprobación, de seguidores, de agenda llena; algunos han terminado en escándalos, otros en agotamiento emocional, otros simplemente abandonaron el ministerio, porque lo estaban haciendo todo para el público, pero no para el Señor.
“Porque no nos predicamos a nosotros mismos, sino a Jesucristo como Señor, y a nosotros como vuestros siervos por amor de Jesús.” 2ª Corintios 4: 5
El apóstol Pablo deja algo muy claro: el Evangelio no es un escenario para proyectar el brillo personal. El verdadero ministerio no gira en torno al mensajero, sino al mensaje; y ese mensaje siempre tiene un protagonista: Cristo.
No se trata de abandonar las redes sociales ni de cerrar las puertas a las reuniones públicas, se trata de volver al centro, se trata de revisar el corazón antes de subir al altar o antes de subir una publicación, se trata de preguntarnos honestamente:
¿Quién está recibiendo la gloria?
¿A quién están siguiendo: a mí o a Jesús?
¿Estoy alimentando mi alma o solo mi imagen?
¿Estoy edificando el Reino de Dios o una marca personal con apariencia espiritual?
El llamado sigue siendo el mismo: ser fieles, no famosos; el Señor sigue buscando siervos dispuestos, no celebridades religiosas. Y aún hay tiempo para volver al altar verdadero, donde el fuego no se produce con luces, sino con rendición.
Señor de mi vida...
Hoy reconozco cuánto necesito tu gracia para mantenerme centrada en ti.
Gracias por las herramientas que nos has dado para extender tu Reino, pero no quiero que estas bendiciones me roben la pureza del llamado.
Examina mi corazón y muéstrame si estoy buscando el aplauso más que tu aprobación.
Quiero ser una sierva, no una estrella.
Quiero que cuando hablen de mí, lo que vean sea a Cristo reflejado.
Líbrame del protagonismo y lléname de humildad.
Qué todo lo que haga sea para tu gloria, y que el nombre que se exalte siempre sea el tuyo.
En el nombre de Jesús. Amén.
Recibe el contenido de Protestante Digital directamente en tu WhatsApp. Haz clic aquí para unirte.
Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - Follas novas - Del Altar al algoritmo: cuando el Reino se mezcla con el ego