Regresar para recordar, creer para avanzar
Hoy sé que no camino sola, que cada paso; incluso los más inciertos, están guiados por un amor perfecto.
20 DE JULIO DE 2025 · 22:05

“No temo al paso del tiempo, porque mi futuro está en manos eternas.”
“Regresé siendo otra, pero con la misma fe de aquella niña que un día supo que Dios era real.”
“Donde alguna vez fui niña, hoy regreso mujer; la paz que sentí sigue siendo la misma, porque viene de él.”
“La vida cambia, el paisaje se transforma, pero la promesa en Cristo permanece firme.”
No hace mucho, regresé a un lugar donde el río cantaba y los árboles parecían orar en silencio. No era más que una niña cuando lo conocí, ingenua, con los ojos llenos de sueños y el alma limpia. Aquel rincón lleno de paz, parecía detenido en el tiempo, pero yo ya no era la misma.
El tiempo había pasado, trayendo consigo alegrías, pruebas, heridas, aprendizajes… pero también una fe increíblemente más firme.
Mientras paseaba por aquel lugar, pisando por donde había pisado hace tanto, y paseando por la orilla del mismo río, pensé: el agua sigue corriendo, como la gracia de Dios sobre mi vida, entonces comprendí que aunque el tiempo pase, aunque cambie todo a mi alrededor, hay algo que permanece eterno y seguro en mi existencia… mi Señor, mi Dios, mi Cristo.
Hoy sé que no camino sola, que cada paso; incluso los más inciertos, están guiados por un amor perfecto. Sé bien que hay un futuro certero, una promesa viva: la vida en Cristo, anclada en la esperanza que no decepciona.
Y recuerdo la Escritura: Eclesiastés 3:1.... “Todo tiene su tiempo, y todo lo que se quiere debajo del cielo tiene su hora.”
Lamentaciones 3:22-23... “Por la misericordia de Jehová no hemos sido consumidos, porque nunca decayeron sus misericordias. Nuevas son cada mañana; grande es tu fidelidad.”
Filipenses 1:6... “Estando persuadido de esto, que el que comenzó en vosotros la buena obra, la perfeccionará hasta el día de Jesucristo.”
2 Corintios 4:16-18... “Por tanto, no desmayamos; antes aunque este nuestro hombre exterior se va desgastando, el interior no obstante se renueva de día en día… no mirando nosotros las cosas que se ven, sino las que no se ven...”
Corría el año 1972 cuando un niño en el sur de Chile solía pasar los veranos en el campo con sus abuelos, su rincón favorito era el río, donde le encantaba tomar piedras lisas, lanzarlas al río y observar hasta donde salpicaban mientras escuchaba historias de su abuelo, un hombre de fe sencilla pero profunda.
Décadas más tarde, ese niño hoy pastor, volvió al mismo lugar. El río seguía allí, y aunque la casa ya no estaba, una de aquellas piedras aún estaba en el mismo sitio.
La recogió, la sostuvo en sus manos, y lloró; una mezcla entre nostalgia y a la vez gratitud, porque pudo entender que la fe sembrada en su infancia había crecido como un árbol fuerte, y que Dios jamás se había apartado de la historia de su vida.
Hoy esa piedra está en su escritorio, como recordatorio de que Dios no olvida lo que siembra, y que la fe de la niñez puede convertirse en la fortaleza del adulto.
Señor, gracias por haber estado conmigo desde mis primeros pasos, cuando era niña y sólo entendía de juegos y sueños, tú ya me mirabas con amor eterno. Hoy regreso a esos lugares del ayer, y descubro que más allá de la nostalgia, está tu fidelidad.
Gracias por los años vividos, por las pruebas que formaron mi carácter y por las bendiciones que fortalecieron mi fe. Te entrego mi presente con gratitud y mi futuro con confianza; mi esperanza es segura, mi camino está claro, y mi alma encuentra descanso.
Haz que nunca olvide de dónde me sacaste, ni a dónde me estás llevando.
¡Que mi vida sea un testimonio de tu fidelidad a través del tiempo!
Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - Follas novas - Regresar para recordar, creer para avanzar