El valle de sombra de muerte

Estoy más que segura que la mano de mi Señor estará al otro lado para llevarme a la otra orilla por siempre y sentir su abrazo precioso por toda la eternidad.

19 DE FEBRERO DE 2022 · 10:00

Foto de <a target="_blank" href="https://unsplash.com/@phsecan?utm_source=unsplash&utm_medium=referral&utm_content=creditCopyText">Peter Secan</a> en Unsplash CC. ,
Foto de Peter Secan en Unsplash CC.

“Cuando Mrs. Hervey, la esposa de un misionero en Bombay, estaba muriendo, un amigo le dijo que él confiaba que el Salvador estaría con ella cuando anduviera por el oscuro valle de la sombra de muerte.

«Si esto» contestó Mrs. Harvey- «es el valle oscuro, no tiene sombras en él; todo es luz». Durante la mayor parte de su enfermedad había tenido visiones hermosas de las perfecciones de Dios. «Su gran santidad» -dijo- «parece como el más hermoso de todos sus atributos». A un tiempo ella dijo que carecía de palabras para expresar sus visiones de la gloria y majestad de Cristo. «Parece» -dijo- «que si toda otra gloria queda aniquilada y no queda nada sino El solo, será bastante; ¡sería un universo de gloria!»

Extracto de El Tesoro de David (S. 23), Charles H. Spurgeon.

 

“Donde hay luz también existe la sombra. ¿Dejaré de amar la luz porque produce sombras?”

Heinrich Lübke

 

Hace algún tiempo alguien tenía que tomar la Palabra en una reunión a través de Zoom, y era alguien a quien conozco bien y sé todo lo que puede dar de sí. Por razones más que justificadas, hacía años que no se encontraba en una situación como la de aquella noche, y su desentreno le producía cierto temor. Yo permanecía tranquila ante aquella situación y sabía perfectamente que el Señor traería lo que quisiera. ¡Así fue! Y trajo un mensaje de mucha bendición. En una parte de aquella meditación recordó algo precioso que inmediatamente recordé habérselo escuchado en otra ocasión, al menos. Se trataba de una historia real que había escuchado hacía unos 50 años y que jamás logró olvidar para bien.

La historia de hace tantos años, absolutamente real, se trataba de una niñita que había perdido a su mamá con 7 años; una noche comenzó a llorar con desconsuelo, su padre se acercó abrazándola y le preguntó qué le ocurría, a lo que la pequeña respondió: es que tengo miedo de que mamá se caiga al dar “el saltito”. Parece algo demasiado pueril ¿no es cierto? Pero no lo es. Para aquella mente infantil y llena de pena y angustia, “el saltito” significaba, cruzar el valle de sombra de muerte, tener que atravesar el río… tal vez no sabía o no se daba cuenta que tras aquello, se encontraba el mismísimo Dios para ayudar a salir en la otra orilla.

No hace muchos días, meditando y coloquiando sobre el Salmo 54, alguien trajo a la memoria la prematura partida de su hermana, cuando después de bastante tiempo los médicos le dieron el tremendo diagnóstico final y bien certero; fue muy fuerte y varios familiares con la mejor de las intenciones le querían brindar la mejor ayuda, y le sugerían que fuese a otros lugares en busca de una segunda opinión, a lo que ella respondió: el Señor me habló en la mañana a través del versículo 4 del Salmo 59… “He aquí, Dios es el que me ayuda;  Dios está con los que sostienen mi vida”. Y calmadamente llevó aquella dura enfermedad hasta que el Señor la llevó con él, cuando a los ojos de los que la amábamos aún no era tiempo.

 Creo que muchos de nosotros hemos visto experiencias de personas que estaban próximas a atravesar “el valle de sombra de muerte”, algunos veían ángeles y preguntaban, ¿quien está detrás e ti? Mi padre, poco antes de partir con el Señor de una enfermedad más que cruel, pero a pesar de ello y habiendo sido una persona tremendamente racional, le decía a mi madre reiteradamente… “¡Mira, mira…. todo es de oro”. Una querida joven a la que entrevisté hace algún tiempo, alguien que pasó por un auténtico horror que no confesó a sus padres hasta tiempo después, algo que le llevó a muchas cosas horribles y a unos cuantos intentos de suicidios, la última vez… simplemente se iba, y entre otras cosas, no sabe en que estado ni de que modo escuchó la voz del Señor que le decía: “no es tu momento, regresa”.

Puede que a muchos os parezca que estas cosas no ocurren, que se mezclan pensamientos con conocimiento bíblico, realidad bíblica con interpretaciones no literales… pero estas cosas si ocurren.

Yo tengo la plena certeza que el momento en el que mi Señor me llame a su presencia, siendo salva por fe, justificada por gracia y sellada por el Espíritu Santo; tal vez pueda tener un poquito de no sé qué al dar “el saltito”, pero estoy más que segura que la mano de mi Señor estará al otro lado para llevarme a la otra orilla por siempre y sentir su abrazo precioso por toda la eternidad. ¿Lo estás tú?… Es tan sencillo como acercarte a él por fe y dejar que te haga suyo por siempre. ¡Lo está deseando, murió por ti!

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