Si el apóstol Pablo viviera hoy

Los que amamos a nuestro Dios y queremos servirle, nos encontramos con unas cuantas cosas parecidas a las que Pablo vivió.

10 DE OCTUBRE DE 2021 · 10:00

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Imagen de Sven Brandsma en Unsplash.

“Lo correcto es correcto aunque todos lo condenen, y lo incorrecto es incorrecto aunque todos los aprueben”.— Charles Spurgeon

De todos es bien conocida la vida del apóstol Pablo, y me gustaría que pudiéramos darle un repaso rápido a su biografía, para luego poder sacar algunas lecciones para nosotros, en los tiempos bien distintos que nos toca vivir.

Saulo de Tarso, después de haber destacado como furibundo fustigador de la “secta cristiana” en su juventud, y cuando menos lo esperaba, aquel encuentro en el que el mismo Jesús al que perseguía lo para de frente en una forma brutal camino de Damasco, hizo que cambiara su vida para siempre; después de su ceguera, de no comprender nada... su nombre fue cambiado por el de Pablo, algo con intención por parte del Señor… pequeño… pequeño... para que no se creciese, y a través de muchas pruebas llegó a ser el más grande apóstol de todos los tiempos. Pablo llegó con sus predicaciones más allá del pueblo judío, hasta los gentiles; viajó como misionero por Palestina, Siria, Asia Menor y Grecia, y escribió epístolas a diversos pueblos del entorno mediterráneo.

Los esfuerzos de Pablo para llevar a buen fin su visión de una extensión del Evangelio a nivel mundial, fueron decisivos en la rápida difusión del cristianismo y su posterior consolidación. Ninguno de los seguidores de Jesucristo contribuyó tanto como él a establecer los fundamentos de la doctrina y la práctica cristianas.

Saulo nació en el seno de una familia acomodada de artesanos, judíos fariseos de cultura helenística que poseían el estatuto jurídico de ciudadanos romanos; después de los estudios habituales en la comunidad hebraica del lugar, Saulo fue enviado a Jerusalem para continuarlos en la escuela de los mejores doctores de la ley, en especial en la del gran rabino Gamaliel, adquiriendo de este modo una sólida formación teológica, filosófica, jurídica, mercantil y lingüística,hablaba griego, latín, hebreo y arameo.

No debía residir en Jerusalem el año 30, en el momento de la crucifixión de Jesús; pero seguramente habitaba en la Ciudad Santa cuando en el año 36 fue lapidado el diácono Esteban, mártir a causa su fe, y concordando con la educación que había recibido, Saulo presidida aquel horror por la más rígida observancia de las tradiciones farisaicas.

Después de su preciosa conversión, Pablo se puso en contacto con el pequeño núcleo de los cristianos a los que había perseguido, pero hizo algo imprescindible y precioso para mí, se retiró algunos meses al desierto, haciendo así mucho más firmes en el silencio y la soledad, los cimientos profundos de su fe. Vuelto a Damasco, y violentamente atacado por los judíos fanáticos, en el año 39 hubo de abandonar clandestinamente la ciudad, descolgándose en un gran cesto desde lo alto de sus murallas, y aprovechó la ocasión para marchar a Jerusalem y ponerse en contacto con los apóstoles, no sin dificultades, porque estaba todavía muy vivo en la Ciudad Santa el recuerdo de sus actividades como perseguidor. Le avaló en el seno de la comunidad cristiana el precioso “hijo de consolación”, Bernabé, que lo conocía bien y quizá era pariente suyo; después regresó a su ciudad natal de Tarso, en cuya región residió y predicó hasta que hacia el año 43 vino a buscarlo Bernabé. A consecuencia de la persecución el evangelio llegó a Antioquía, ciudad cosmopolita, siendo numerosos los seguidores de Jesús, y donde por primera vez se les llamó cristianos. La noticia llegó a Jerusalém y fueron enviados allí Pablo y Bernabé.

En compañía de Bernabé, Pablo inició desde Antioquía el primero de sus viajes misioneros, que lo llevó en el año 46 a Chipre, y luego a diversas localidades de Asia Menor. En Chipre fue donde obtuvieron los primeros frutos de su trabajo. El hecho de ser ciudadano romano, le fue muy útil para el desarrollo de la misión que el apóstol se proponía llevar a cabo en los ambientes gentiles y de ahí en adelante, sería él quien llevaría la palabra del Evangelio al mundo pagano; con Pablo, el mensaje de Jesús saldría del marco judaico, para convertirse en universal.

A lo largo de su predicación, Pablo iba presentándose sucesivamente en las sinagogas de las diversas comunidades judaicas; pero esta presentación terminaba casi siempre en un fracaso, pocos fueron los hebreos que abrazaron el cristianismo por obra suya; mucho más eficaz caía su palabra entre los gentiles y entre los indiferentes que nada sabían de la religión monoteísta hebraica. En este primer viaje recorrió, además de Chipre, algunas regiones apartadas de Asia Menor. Fundó iglesias en Perge (Panfília), en Antioquía de Pysidia, en Listra, Iconio y Derbe de Licaonia. El éxito fue notable; pero también fueron numerosas las dificultades. En Listra escapó de la muerte sólo porque sus lapidadores creyeron erróneamente que ya había muerto.

El segundo viaje evangélico (50-53) comprendió la visita a las iglesias cristianas de Anatolia, fundadas unos años antes; luego fue recorriendo parte de la Galatia propiamente dicha, visitó algunas ciudades de Asia proconsular y marchó después a Macedonia y Acaya. La evangelización se hizo particularmente patente en Filipos, Tesalónica, Berea y Corinto; también Atenas fue visitada por Pablo, quien pronunció allí el famoso discurso del Areópago, en el que combatió la filosofía estoica. El resultado, desde el punto de vista evangelizador, fue más bien exiguo. Durante su estancia en Corinto, estuvo en contacto con el gobernador de la provincia, Gallón, hermano de Séneca; y parece ser que fue allí donde Pablo comenzó su tarea preciosa como escritor, enviando la primera y segunda epístola a los tesalonicenses, en las que ilustra a los fieles acerca de la segunda venida de Cristo y de la resurrección de la carne.

El tercer viaje (53-54-58) se inició con la visita a las comunidades de Asia Menor, y continuó también por Macedonia y Acaya, donde Pablo estuvo tres meses; pero como centro principal fue escogida la gran ciudad de Éfeso, donde permaneció durante casi tres años trabajando con un grupo de colaboradores en la ciudad y su región, especialmente en las localidades del valle del Lico. Fue un apostolado muy provechoso, pero también lleno de fatigas para  Pablo, y estas culminaron con el tumulto de Éfeso, provocado por Demetrio, representante de los numerosos comerciantes que explotaban la venta de las estatuillas de Artemisa.

Desde Éfeso escribió la primera epístola a los corintios, en la que se transparentan muy bien las dificultades encontradas por el cristianismo en un ambiente licencioso y frívolo como era el de la ciudad del Istmo. Probablemente se sitúa en la misma ciudad la redacción de la epístola a los gálatas y la epístola a los filipenses, en tanto que la segunda carta a los corintios fue escrita poco después en Macedonia. Desde Corinto envió el apóstol la importantísima epístola a los romanos, en la que trata a fondo la relación entre la fe y las obras respecto a la salvación, con ello pretendía preparar su próxima visita a la capital del imperio; sin embargo los hechos se desarrollaron de un modo distinto... habiéndose dirigido Pablo a Jerusalem para entregar una cuantiosa ofrenda para aquella pobre iglesia, fue encarcelado por el quiliarca Lisia, quien lo envió al procónsul romano Félix de Cesarea, allí pasó el apóstol dos años bajo custodia militar. Decidieron embarcarlo fuertemente custodiado, con destino a Roma, donde los tribunales de Nerón decidirían sobre él. El viaje marítimo fue por otra parte fecundo en episodios pintorescos, como el del naufragio y la salvación milagrosa; y durante el mismo, el prestigio del apóstol se impuso al fin a sus guardianes (invierno de 60-61).

De los años 61 a 63, Pablo vivió en Roma, parte en prisión y parte en una especie de libertad condicional y vigilada, en una casa particular; en el transcurso de este primer cautiverio romano escribió por lo menos tres de sus cartas: la epístola a los efesios, la epístola a los colosenses y la epístola a Filemón.

Puesto en libertad, ya que los tribunales imperiales no habían considerado consistente ninguna de las acusaciones hechas contra él, reanudó su ministerio; pero a partir de este momento la historia no es tan precisa, falta para este período la ayuda preciosa de los Hechos de los Apóstoles, que se interrumpen con su llegada a Roma. Pablo anduvo por Creta, Iliria y Acaya; y con probabilidad estuvo también en España. De este período datarían dos cartas, la primera epístola a Timoteo y la epístola a Tito; también por aquel entonces podría haber escrito la carta a los hebreos, y se puede percibir en ellas una intensa actividad organizadora de la Iglesia.

En el año 66, cuando se encontraba probablemente en la Tréade, Pablo fue nuevamente detenido por denuncia de un falso hermano. Desde Roma escribió la más conmovedora de sus cartas, la segunda epístola a Timoteo, en la que expresa su único deseo: sufrir por Cristo y dar junto a Él su vida por la Iglesia. Encerrado en una cárcel horrenda, vivió los últimos meses de su existencia iluminado solamente por esta esperanza sobrenatural; se sintió humanamente abandonado por todos, y en circunstancias que han quedado bastante oscuras, fue condenado a muerte. Según la tradición, como era ciudadano romano, fue decapitado con la espada, lo cual ocurrió probablemente en el año 67 d. de C., no lejos de la carretera que conduce de Roma a Ostia. Según una tradición bien fidedigna, la abadía de las Tres Fontanas ocupa exactamente el lugar de la decapitación.

Cuando repasamos la bien conocida vida de Pablo vemos su modo de trabajar; aparte de su preciosa conversión y entrega incondicional al Señor del cual se llama esclavo, hay modos de obrar y actitudes que quiero considerar muy someramente:

Hoy, en plena época de INTERNET y sin haber salido todavía de una pandemia que ha afectado de modo tremendamente profundo a la población mundial, los que amamos a nuestro Dios y queremos servirle, nos encontramos con unas cuantas cosas parecidas a las que Pablo vivió… confinamientos, persecuciones, cárceles de todo tipo, incomprensiones, no aceptación por parte de muchos… ¿qué hizo Pablo?…

Romanos 15:18-20…

“No me atreveré a hablar de nada sino de lo que Cristo ha hecho por medio de mí para que los gentiles lleguen a obedecer a Dios. Lo ha hecho con palabras y obras, mediante poderosas señales y milagros, por el poder del Espíritu de Dios. Así que, habiendo comenzado en Jerusalem, he completado la proclamación del evangelio de Cristo por todas partes, hasta la región de Iliria. En efecto, mi propósito ha sido predicar el evangelio donde Cristo no sea conocido, para no edificar sobre fundamento ajeno”.

Gálatas 2: 20…

“He sido crucificado con Cristo, y ya no vivo yo, sino que Cristo vive en mí. Lo que ahora vivo en el cuerpo, lo vivo por la fe en el Hijo de Dios, quien me amó y dio su vida por mí”.

Me duele ver como teniéndolo en principio más fácil que Pablo; aunque como hemos dicho antes hay semejanzas, no somos capaces de decir o hacer lo que nos revelan estos textos bíblicos. El Señor nos ayude a considerar estas cosas y viendo el ministerio de Pablo:

“… considerad cual haya sido el resultado de su conducta, e imitad su fe”

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