Querida mamá, sobre los castigos y las consecuencias

Tenemos un miedo atroz a perder la autoridad con nuestros hijos, ¿no te parece?

07 DE ENERO DE 2024 · 19:00

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Imagen de Caroline Hernández, Unsplash.

“Un cachete a tiempo”.

“Ya no soy tu mamá”.

“Ya no te quiero”.

“Ahora te quedas aquí solito a pensar en lo que has hecho”.

“Voy a tirar a la basura todos tus juguetes”. 

Y así muchísimos ejemplos donde tristemente en algún momento nos podemos sentir identificadas. 

Tenemos un miedo atroz a perder la autoridad con nuestros hijos, ¿no te parece? Cuando se “portan mal” tenemos que actuar de inmediato porque no queremos sentir que nos hemos quedado de brazos cruzados. Imponemos nuestras normas como sea, de cualquier manera, porque creemos que si no lo hacemos lo antes posible no habrá forma de controlar sus actitudes. 

En muchas ocasiones comprobamos que estamos faltas de recursos para acompañar a nuestros hijos y nos sentimos desarmadas. Esa vulnerabilidad nos irrita, nos descontrola y desde ese descontrol actuamos sin filtro ni medida. Humillando, gritando, amenazando, pegando… ¿La autoridad se gana sembrando temor en las vidas de nuestros hijos? ¿Tenemos que actuar dejándonos llevar por nuestros primeros impulsos llenos de ira? 

“… ¡Deja a un lado tu ira! No pierdas los estribos, que eso únicamente causa daño”. (Salmos 37:8)

“… Es mejor dominar la ira que dominar toda una ciudad”. (Proverbios 16:32)

“El que vive enojado no puede vivir como Dios manda”. (Santiago 1:20)

Y así infinidad de versículos que nos invitan a aprender a autocontrolarnos. En algún momento hemos sacado de la ecuación a los niños en esta propuesta sobre la importancia de controlar la ira.

¿Quién nos ha dicho que estamos autorizadas para descargar todo nuestro enfado sin control sobre nuestros pequeños? ¿Quién nos ha hecho entender que eso no es lícito sobre un adulto, pero sí sobre nuestros hijos porque “los estamos disciplinando”? 

Con el argumento de que “estamos disciplinando” o “imponiendo autoridad” a nuestros pequeños, nos permitimos dar rienda suelta a la ira más descontrolada porque creemos que tienen que interiorizar de esa manera el aprendizaje, sino hemos asimilado que no cala. 

Jamás he leído que Jesús hiciera algo semejante. Mostró su autoridad desde el respeto y el acompañamiento y dejó que las consecuencias de los actos en la vida de los demás tuvieran sus enseñanzas.

“Lo he hecho porque te amo” o, “mira lo que me has obligado a hacer”. Nos obcecamos con la idea de que tienen que “pagar por su error”, que hacerles sentir dolor es la única forma de interiorizar lo que deben aprender, pero podemos estar mermando su autoestima, transmitiéndoles con nuestros actos desproporcionados que el error no es lo que ha pasado, sino ellos mismos y su valía. Una cosa es lo que nosotras pretendemos enseñarles y otra la que asimilan nuestros pequeños. Desde la ira el mensaje puede llegarles realmente distorsionado.

Amenazar, agredir, humillar, chantajear… tengo que reconocerte que el castigo desproporcionado, que infunde temor, dolor u ofensa modifica la conducta del niño en el acto. Sí, es completamente cierto, lo que queremos corregir se corrige en minutos, quizás en segundos, y eso puede dar la impresión de ser útil en esta sociedad de la inmediatez. Pero la realidad es que esta actitud hacia nuestros pequeños no enseña habilidades para la vida, la “enseñanza” solo es a corto plazo, corrige al niño o a la niña en el momento. El pequeño entiende que no lo tiene que hacer más porque teme el dolor que le puede causar su figura de apego, pero no lo integra, no vive la enseñanza, solo se limita a cumplir órdenes por temor al dictador o dictadora que se las ha impuesto. 

Además, castigar de esta manera enseña al niño a mentir para no ser pillado la próxima vez. Aún más, le enseña que infundir dolor físico o emocional es la única vía para solucionar los problemas. No podemos olvidar que lo que les hacemos es lo que harán. Reproducirán nuestros actos con sus iguales. Nuestra forma de tratar a nuestros niños y niñas será su forma de tratar a otros.

“El amor no sufre del miedo. Por el contrario, el amor que es maduro echa fuera el miedo, pues el miedo tiene que ver con el castigo. Así que el que sufre del miedo, todavía tiene que madurarse en el tema del amor.” 1 Juan 4:18 

Si nuestro amor produce miedo, no hemos entendido aún el verdadero amor.

Ya habrás oído hablar sobre diferentes formas de educar, de la educación respetuosa, la disciplina positiva, Montessori… se dice que está de moda.

Se dice, además, que dentro de estas metodologías no existen castigos, que los niños no tienen límites y por lo tanto quien lo practica convierte a sus hijos en seres tiranos.

Se escuchan comentarios tan erróneos como estos: “Criais a los niños como salvajes”, “¿Cómo puede ser eso sin límites ni normas?”, “Vais a criar niños déspotas” … Te confieso que también compartía alguno de estos pensamientos, pero nada más lejos de la realidad. 

He tenido el gran regalo de poder certificarme en disciplina positiva y me gustaría explicarte uno de los grandes aprendizajes de esta formación. Cuando ocurre algo en la vida de nuestros hijos e hijas que entendemos hay que corregir, redirigir o cambiar y decidimos aplicar una consecuencia, se recomienda tener en cuenta estas cuatro importantes “Rs”:

1. Revelada con anterioridad. La información es vital para nuestros niños. Recordar constantemente las normas en casa, avisar con cinco minutos de antelación cuando acaba una actividad, son ideas útiles que pueden servirnos.

2. Relacionada con lo ocurrido. Cuando la consecuencia no tiene relación con lo ocurrido no hay comprensión ni enseñanza. Pensar en una consecuencia relacionada es darles una oportunidad de reparar, solucionar y entender lo que ha ocurrido por ellos mismos. “Has pintado la pared con rotulador, ya habíamos hablado de que el rotulador se usa en el papel. Vamos a limpiar juntos las paredes”.

3 y 4. Respetuosa y racional. A veces lo que una persona entiende por respetuoso y racional no es igual a lo que entiende otra. El filtro es Jesús y sus formas de hacer. Lo que estás haciendo con tu hijo o tu hija, ¿Crees que Jesús lo haría?

Sé por experiencia que no es tan sencillo como describo aquí, que en el día a día es muy difícil ser intencionales con cada una las situaciones a las que nos enfrentamos, por eso te invito a buscar alternativas por ti misma, a entrenar.

Estudiamos carreras para especializarnos en tantas cosas, nos formamos para cualquier disciplina. Es el momento de hacerlo también por nuestra familia. Asumamos el reto de “educarnos” primero para poder hacerlo con nuestros pequeños después. 

El “conflicto” con nuestros hijos nos confronta con el maravilloso arte de desaprender, de buscar alternativas que son necesarias, urgentes.

Querida mamá, nuestros niños y niñas no harán lo que les decimos, harán lo que nosotras les hagamos. Aprendamos a autoregular nuestra ira. Mostrémosles nuestra autoridad desde el respeto, como Jesús, y así dejemos a nuestros niños llegar hasta él.

Dejad que los niños vengan a mí y no se lo impidáis” (Marcos 10:14)

 

Bibliografía de interés

- Los niños que fuimos, los padres que somos. Beatriz Cazurro.

- El cerebro del niño. Daniel J. Siegel.

- El cerebro del niño explicado a los padres. Alvaro Bilbao.

- Disciplina sin lágrimas. Daniel J. Siegel y Tina Payne Bryson.

Redes:

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Rafa Guerrero. Psicólogo y doctor en educación. 

 

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