“Evangelizamos mucho, pero no analizamos por qué no funciona”

Como director de Evangelismo a Fondo (EVAF) Máximo Álvarez ha desarrollado un amplio estudio sobre la resistencia y receptividad al evangelio entre los españoles.

Daniel Hofkamp

ESPAÑA · 14 DE JULIO DE 2025 · 16:10

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Foto de Kirill Iudin en Unsplash

El evangelismo en España lleva décadas enfrentando un mismo reto: ¿por qué, a pesar del esfuerzo constante, hay tan pocas conversiones entre la población española autóctona? Se trata de un tema que está comenzando a ser abordado de forma más profunda, como muestra el trabajo que recientemente ha publicado el Movimiento de Lausana.

Ahondando en esta pregunta, el doctor en Teología Máximo Álvarez Alvelo, investigador de Evangelismo a Fondo España (EVAF), ha desarrollado un estudio sistemático que recoge en su nuevo libro 'El español y la conversión a Cristo. Resistencia y receptividad'. La obra que ofrece claves para entender tanto los obstáculos como las oportunidades que presenta el contexto español a la hora de compartir el mensaje del evangelio.

En esta entrevista, Álvarez expone algunas de las conclusiones de su investigación: desde los factores sociales y culturales que dificultan la conversión (como la herencia del catolicismo tradicional, el rechazo al cambio religioso o la confusión entre religiosidad y fe) hasta las carencias dentro de las propias iglesias evangélicas. Pero también se detiene en los elementos que favorecen la receptividad: la autenticidad de la fe evangélica, el valor del testimonio personal o la sensibilidad espiritual en momentos de crisis.

 

Pregunta. ¿Cómo surgió la idea de desarrollar este estudio tan amplio sobre el impacto del evangelismo y el discipulado en España?

Respuesta. Surge al constatar —después de muchos años— que se daba y se sigue dando una amplia evangelización a lo largo del país, pero que se obtenían y se obtienen pocos resultados.

Cuando inicié mis estudios doctorales ya tenía clara la temática para mi tesis, aunque eso sorprendió a algunos doctores. Pero mi deseo era aportar conocimiento que sirviera de ayuda para la evangelización de las personas autóctonas en España, ofreciendo un conocimiento más amplio del sujeto a evangelizar y mejorando así la labor evangelística hacia la sociedad.

Como digo, la escasez de conversiones autóctonas ha sido señalada por todo el liderazgo evangélico, tanto nacional como extranjero. Se comprueba reiteradamente en la práctica que las personas autóctonas son quienes presentan mayor resistencia y menor receptividad al Evangelio.

Si hacemos una media anual de los españoles que se convierten en una iglesia evangélica activa —no me refiero a grandes iglesias, sino a las de tamaño medio, que son la mayoría en España—, no salen más de tres conversiones por año. Eso, sin duda, es un resultado escaso.

 

P. Comentas en la introducción del libro que apenas hay investigación previa sobre este asunto. ¿A qué se debe esta falta de estudios, siendo un tema que evidentemente preocupa a las iglesias?

R. Al realizar el trabajo de tesis tuve que buscar literatura relacionada con el tema, lo que se conoce como el “estado de la cuestión”. Busqué material producido en España, pero también eché una mirada fuera. Conté con profesores de Fuller que tienen un amplio conocimiento de bibliografía sobre el tema de la resistencia. Uno de ellos me dijo: “Solo Malcarne ha tocado un poco este tema, pero no como tú lo has planteado en esta tesis”, me dijo Charles Van Engen.

Y efectivamente, encontré una gran escasez de estudios. Esto se debe a que nuestro hacer no es tanto intelectual como práctico. Nuestra prioridad ha sido volcarnos en el trabajo misionero, sin parar a considerar en profundidad qué está pasando en ese trabajo. Cuando pensamos que los españoles no se convierten, solemos dar respuestas rápidas y sabidas: que se debe al pecado, a la separación de Dios, a una religiosidad diversa o a un ateísmo creciente. Y creemos que con eso ya hemos explicado todo.

Yo creo que, aunque eso es cierto, no es suficiente. Necesitamos tener un conocimiento más amplio del sujeto a evangelizar y también un entendimiento más profundo de la sociedad a la que nos dirigimos. Más aún cuando en la sociedad española se están produciendo cambios muy importantes. Comportamientos sociales que llevan tiempo en Europa, ahora se están implementando en España, y esto empezó ya hace algunos años. Estas son las razones por las que decidí investigar: vi que no había literatura suficiente que respaldara o diera respuestas más allá de las causas evidentes —que, como digo, son ciertas, pero demasiado genéricas. Yo quería —y es lógico, al tratarse de una tesis doctoral, de una investigación científica— indagar mucho más a fondo.

 

P. En el título mismo del libro encontramos un grupo de conceptos que tú vas definiendo y examinando. El primero sería la conversión, ¿cómo la defines? ¿Cómo te acercas a este concepto en tu libro?

R. Conversión, en su significado bíblico, se relaciona con arrepentimiento, con cambio y con enmienda. El llamado a la conversión es un volver a Dios. En el arrepentimiento se va produciendo un cambio en los pensamientos, lo que supone un cambio de mente, que como resultado genera un cambio de conducta y, finalmente, un cambio de vida. La enmienda significa caminar de una manera apropiada y agradable a los ojos de Dios. Tiene también el sentido de ser un cambio profundo.

En el Antiguo Testamento, la conversión implica dejar los propios caminos y maneras de vivir para aceptar el diseño y los planes de Dios para cada persona. Es un cambio que parte del corazón. En el Nuevo Testamento, también encontramos esta idea de cambio y de volverse a Dios, pero en este caso la fe en la conversión se sitúa en Jesús y en la obra de la cruz, desde donde recibimos el perdón de los pecados.

Así que, sintetizando la enseñanza del Antiguo y del Nuevo Testamento, diría que la conversión es un cambio de vida que se produce al arrepentirnos de nuestros pecados, confiando en Jesús y en su obra en la cruz, y así obtenemos el perdón. Esa sería mi definición.

 

P. ¿Puedes decirnos cuáles son, según tu análisis, los principales factores que están detrás de esta resistencia en España a la conversión?

R. Hay tres ámbitos donde podemos encontrar factores de resistencia: en la vida de la iglesia, en cómo se evangeliza y en el ámbito social. Respecto a la vida de la iglesia, encontramos una comunidad que no vive con el poder de Dios. Dicho de otra manera, no tiene el poder de Dios que necesitamos experimentar para esta labor. Apelamos mucho al intelecto de las personas, pero eso no es suficiente. Muchos creyentes no viven una experiencia constante de andar en el Espíritu de Dios. En general, los creyentes están muy ocupados con sus propias vidas, de manera que apenas les queda tiempo para entregarse de forma constante a la evangelización. Se vive una fe evangélica debilitada por el desánimo ante la escasa respuesta. Cuando se trabaja mucho y se ve tan poco fruto, esto actúa como un boomerang que golpea la motivación y genera desánimo. Esto produce frialdad. En muchas iglesias falta el estudio profundo de la Palabra. Además, tenemos sistemas organizativos muy cerrados, con poca disposición al cambio. Muchos se sienten incapaces de llevar a otros a Cristo. Hablamos mucho de Dios, pero no presentamos el Evangelio claramente. Y eso es algo muy diferente. En algunos casos, incluso el entorno familiar influye negativamente. No somos suficientemente conscientes de que evangelizar supone una batalla espiritual.

En cuanto a la forma de evangelizar, muchas veces usamos métodos foráneos que no conectan con la realidad de nuestra gente. Eso me lo ha confirmado la propia tesis. Podemos hacer campañas de evangelización, pero fallamos en el seguimiento y la consolidación. Además, faltan recursos económicos y humanos que faciliten una acción evangelística más amplia. La iglesia no se prepara para depender del obrar sobrenatural de Dios en la evangelización, y necesitamos el corazón de Jesús para amar a las almas.

Y, en cuanto al ámbito social, encontramos que la idea de conversión religiosa no solo no se entiende, sino que no se acepta ni se considera necesaria. Durante las entrevistas, muchas personas me decían: “Yo ya tengo mi religión, soy católico”, o “ya fui bautizado, no necesito nada más”. Algunos incluso decían que no creen que Dios pida conversión. Otros confunden estar bien con Dios con estar bien consigo mismos, con sus amigos o con su entorno. Para muchos, convertirse sería una traición a la cultura, a las tradiciones familiares y a la identidad nacional. Por supuesto, lo ven también como una traición a la Iglesia católica. Algunos temen que afectaría a su identidad como españoles. Otros no comprenden la relación entre una vida en Cristo y una vida cristiana auténtica. El mensaje del Evangelio se rechaza junto con la idea de Iglesia, porque nuestra sociedad quiere una sexualidad libre, sin impedimentos, y rechaza el modelo bíblico de familia.

En general, muchos conocen a la iglesia evangélica de nombre, pero no sus creencias, y no comprenden el mensaje de la cruz de Cristo. Estos son algunos de los factores de resistencia que he identificado, aunque en el libro se recogen muchos más.

 

P. ¿Qué papel le corresponde a la iglesia entonces, en vista de esta resistencia?

R. La iglesia está llamada a reformarse —que es, de hecho, otro sinónimo de convertirse— y a ser protagonista en el aumento de conversiones. Se necesita un cambio en nuestro formato de ser iglesia. Por ejemplo, los creyentes deberían participar más activamente con sus opiniones. La iglesia tiene sus propios defectos y pecados que debe corregir.

Seguimos condicionados por una visión catolicista. Vivimos dentro de una especie de nebulosa cultural que no terminamos de abandonar. Muchos creyentes asisten a la iglesia creyendo que es el pastor el único responsable del crecimiento de la congregación. Esto viene de una mentalidad muy arraigada en nuestra cultura. Y eso se refleja no solo en el escaso testimonio, sino también en el escaso compromiso con las ofrendas, que es otro tema importante.

La Palabra de Dios debe ser estudiada con más profundidad y a través de diversos medios. Siempre debemos volver a la fuente del Nuevo Testamento para vivir la vida de iglesia en el Espíritu de Dios. Porque sin el Espíritu, se genera una religiosidad evangélica que no transforma.

Nuestros programas también deben cambiar. En muchas iglesias, simplemente se repiten cultos y reuniones con el mismo formato, sin importar si es domingo o miércoles. La iglesia, en muchos casos, no se ve a sí misma como agente evangelizador, y sus miembros no se sienten preparados. Yo lo he comprobado: les pregunto a los miembros de mi congregación y me dicen “no sé qué decir” o “no sé cómo empezar”. Se sienten inseguros, ¡y eso que hemos dado más de 40 cursos sobre evangelización! Aun así, hay personas que se siguen sintiendo incapaces.

Además, el liderazgo está sobrecargado con muchas responsabilidades que no siempre le competen. Debería poder delegar más. También se produce una especie de rutina dentro de las actividades, lo que genera cansancio. Y a veces, el propio liderazgo perpetúa un sistema eclesial que no permite la regeneración ni el cambio.

 

 

P. ¿De qué forma las personas españolas reciben el Evangelio? ¿Cuáles son las claves que has encontrado en tu investigación?

R. He encontrado que la sociedad nos mira con cierta aceptación, porque cree que nuestras creencias son más sinceras que otras. Muchos valoran que no adoremos imágenes. Al tener contacto con nosotros, notan que somos acogedores, que recibimos bien a las visitas, que hay cercanía entre nosotros. Ven como algo valioso que hagamos tan viva la Biblia hoy en día, que valoremos y compartamos la Palabra de Dios.

Quienes conocen nuestra labor social valoran mucho nuestra entrega. Al principio, muchos empezamos trabajando con toxicómanos, pero hoy en día esa labor social se ha ampliado mucho, y la sociedad lo reconoce y lo aprecia. También creen que vivimos y sentimos a Dios de una manera más auténtica.

Quienes nos conocen se dan cuenta de que Dios obra a nuestro favor a través de la oración. Y he observado que orar por los españoles es una puerta abierta: cuando tienen un problema y les preguntas si quieres que ores por ellos —a veces usamos el término “rezar”, que ellos entienden mejor— la mayoría dice que sí. Eso es una oportunidad, porque reconocen que Dios actúa en nosotros, y desean que también actúe en sus vidas.

La Iglesia tiene un factor de receptividad cuando transmite el mensaje de Dios desde su corazón al corazón del otro. Los testimonios personales son de gran valor. Como decimos en nuestro programa de televisión: “Tú vales mucho para Dios”, y yo añado: “Tu testimonio vale mucho para Dios”. La sociedad percibe que hay poder en la fe, especialmente en tiempos de crisis aguda. La iglesia se convierte en agente de transformación social cuando impacta a su entorno más cercano: familia, amigos, conocidos. El factor espiritual es clave en la evangelización y está a nuestro alcance: buscar vivir un alineamiento personal y eclesial. Los métodos de evangelización que se centran en las relaciones personales, en el conversar de tú a tú, son más acordes con el carácter español.

Cuando cubrimos las necesidades tanto físicas como espirituales de las personas, hay más receptividad al Evangelio. Y cuando evangelizamos llenos del Espíritu Santo, compartiendo la fe con pasión y en el poder de Dios, eso también genera un gran factor de apertura al mensaje.

 

P.  ¿Quién crees que podría encontrar útil este libro? ¿Y cómo puede conseguirse?

R. He pensado principalmente en el liderazgo español y en los misioneros extranjeros que viven en España y han venido a hacer misión cristiana. Con este libro les ofrezco la posibilidad de una exploración productiva sobre la realidad de la conversión del español en su contexto. También será útil para creyentes comprometidos, responsables, que están inquietos con el tema de la conversión.

Este estudio ofrece respuestas en tres áreas: la vida de la Iglesia, la metodología evangelizadora y el concepto de conversión que tiene la ciudadanía. Todos necesitamos conocer mejor a la persona a la que nos dirigimos con nuestro mensaje, sabiendo que forma parte de una sociedad con su cultura y su idiosincrasia.

Debemos entender que vivimos en un país con un trasfondo religioso donde el español ha luchado por mantener una fe única —la fe católica—. Hago énfasis en esto: el español ha luchado y sigue luchando por una fe única, la católica. La identidad del español se ha formado en torno a una unidad de fe. Se ha sentido cómodo con una religión de apariencia, respaldada y subvencionada por el Estado. El pensamiento español no acepta fácilmente ideas del exterior.  El centro espiritual del país no es Dios ni la Biblia, sino la patria y su vocación indestructible de cumplir su destino, lo que se conoce como el “gran relato”. A la vez, existe una parte de los españoles que rechaza con fuerza ese trasfondo de identidad católica. Por eso, en nuestra sociedad se produce una escisión, una división espiritual, que va más allá de la política.

En cuanto a la receptividad, hay que tener en cuenta que para el español es muy importante la comunicación libre y espontánea. Le interesan las relaciones personales y el valor de la conducta humana. Están muy pendientes de nosotros, observan. Por eso es tan importante el testimonio. Para el español, nada existe si no lo ha vivido interiormente. Es decir, lo que no ha experimentado en su interior no le resulta real. Solo reconoce aquello que está dentro de sí mismo. Y en su reino interior —en el alma y el ser del español— necesita encontrar formas de expresión propias. Solo así puede sentirse identificado con el mensaje del Evangelio. Cuando algo que le contamos coincide con lo que él siente en su interior, aunque sea mínimamente, se produce la receptividad. Pero si no lo siente, el rechazo es absoluto y automático.

Así que importa mucho —importa mucho— conocer al español cuando vamos a presentarle el Evangelio.

 

El libro se puede conseguir a través de la web evaf.org, escribiendo a [email protected] para hacer el pedido. También está disponible en la librería Abba.

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