Un monumento madrileño contra la Reforma de Lutero

Madrid ha sido siempre una ciudad festiva. También los eventos religiosos gozaron a lo largo de la historia de arquitecturas efímeras, construidas con materiales pobres de fácil consunción, que culminaba cuando la efemérides llegaba a su fin. En pleno siglo XX, en el año 1948, una de estas arquitecturas pudo haberse convertido en permanente sobre el paisaje de Madrid. Dos arquitectos idearon en 1948 erigir un monumento a la Contrarreforma en el antiguo Cuartel de la Montaña

MADRID · 11 DE SEPTIEMBRE DE 2006 · 22:00

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Se trataba de un monumento dedicado a la Contrarreforma, es decir, el movimiento católico impulsado desde el Concilio de Trento para combatir el desarrollo del protestantismo por Europa. El proyecto fue ideado 400 años después por los arquitectos Rafael Aburto y Francisco de Asís Cabrero, que llegarían a trabajar juntos en proyectos de la envergadura de la Casa Sindical de Madrid, enfrente mismo del paseo del Prado y en otros proyectos. Para la ocasión, Aburto y Cabrero acudieron a la convocatoria de unos premios de Bellas Artes, equivalentes entonces a los de Arquitectura y donde cosecharon el segundo galardón. El espacio era el ocupado hasta la Guerra Civil por el Cuartel de la Montaña. Sobre este enorme lugar, Cabrero y Aburto idearon elevar un conjunto monumental con seis hitos arquitectónicos, cuatro correspondientes a los extremos de los brazos de una cruz latina, otro en el travesaño de ambos brazos y otro más, una logia cubierta y columnada, como acceso al recinto. Éste –el recinto del monumento- quedaría consagrado a la Contrarreforma antiprotestante, capitaneada en su día por la Compañía de Jesús. En el centro de la cruz, un pabellón cuadrado, la entrada tiene un dintel con la tiara papal, emblema de sumisión tridentina al Pontificado. Lo más destacable de aquel monumento es la extemporaneidad de plasmar una lid religiosa en clave supuestamente nacionalista que había culminado cuatro siglos atrás, lo que indica la huella profunda que dejó en la identidad nacional ser español y católico. Los arquitectos, presumiblemente, trataron de dar en él expresión arquitectónica a aquellas vivencias ya que, con certeza y por su juventud, se habían visto impregnados del impulso nacional-católico imperante, al servicio de los intereses de un régimen aislado internacionalmente por sus desmanes con los vencidos tras la Guerra Civil, pero que gentes como Aburto y Cabrero mostraban percibir como resultado de la "inquina cosmopolita antiespañola".

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