Preguntas para mirar hacia adelante
El resucitado nos da esperanza. Nos orienta hacia el futuro.
20 DE ABRIL DE 2025 · 10:00

¿Por qué buscar al autor de la vida en los terrenos de la muerte? No vamos a seguir en el pasado, sino que vamos adelante, puestos los ojos en Jesús, autor y consumador de nuestra fe.
El primer día de la semana, muy de mañana, vinieron al sepulcro, trayendo las especias aromáticas que habían preparado, y algunas otras mujeres con ellas. Y hallaron removida la piedra del sepulcro; y entrando, no hallaron el cuerpo del Señor Jesús. Aconteció que estando ellas perplejas por esto, he aquí se pararon junto a ellas dos varones con vestiduras resplandecientes…
(Lucas 24:1-4 Reina-Valera 60)
El tiempo de preparación para la celebración de la resurrección del Señor Jesús es una oportunidad para medir nuestro crecimiento espiritual. Que al vivir la Semana Santa podamos decir que no somos los mismos que hace un mes. Dios nos invita a crecer en la gracia y en el conocimiento del Señor Jesús. Esto significa que ha sido un tiempo para aumentar nuestra fidelidad y sabiduría, oración y testimonio del evangelio, y para hacernos más alegres en nuestra vida por la bondad de Dios.
El relato de la resurrección en el Evangelio según Lucas se caracteriza por varios detalles importantes. Los mensajeros celestiales aparecen como dos hombres con vestiduras resplandecientes que hacen una pregunta. Es un escenario muy parecido al de la Ascensión del Señor Jesús, también registrada por Lucas (en el libro de los Hechos): dos hombres vestidos de blanco y que hacen una pregunta.
Lo primero que nos llama la atención es que estos siervos de Dios vienen acompañándose. Son dos. Para servir a Dios, siempre es mejor tener compañía. En el servicio de dar las buenas noticias de Dios no hay que estar solos. El Señor Jesús envió a sus misioneros de dos en dos. Hay que buscar la comunidad, el acompañamiento que nos protege, anima y fortalece. El apóstol Pablo siempre buscó un compañero y un equipo para realizar sus viajes misioneros.
Desde la primera escena de la humanidad, Dios dijo: “No es bueno que el hombre esté solo”. Para quienes estamos casados, el matrimonio es esa provisión de acompañamiento a lo largo de la vida, en tiempos buenos y no tan buenos. Pero la bendición del acompañamiento no es exclusiva del matrimonio. Un hermano con quien se comparte el tiempo de estudios universitarios en otra ciudad es un acompañante que también cumple esta función. Puede ser un amigo fiel en el Señor, un pariente o un hermano en la fe. “Son mejores dos que uno”, dice el Eclesiastés. Si uno se fatiga o se cae, el otro está ahí para levantarlo y animarlo. Entre dos pueden hacer frente al enemigo, y un cordón de tres dobleces no se rompe tan fácilmente. La comunidad cristiana, el ir de dos en dos, nos hace aguantar mejor el viaje. Dice el himno Tocarás a alguien: “El sendero que ahora caminamos no se debe andar en soledad. Uno al otro nos necesitamos: construimos la comunidad”. Que el Señor nos ayude hoy a valorar la compañía que nos provee.
Los dos que preguntan
El evangelista Lucas escribió dos de los libros del Nuevo Testamento. Uno es el Evangelio y el otro es el libro de los Hechos. En ambos libros hay un episodio crucial en el que aparecen dos hombres vestidos de blanco y que hacen una pregunta. Son dos porque en la misión cristiana no hay que ir solos, porque en la soledad hay riesgo de apagarse; en cambio, en la comunión seguimos encendidos con el fuego del amor de Dios.
Hay que valorar el compañerismo de un hermano o hermana que nos recuerda que tenemos que seguir a Cristo, que nos “jala la oreja” para decirnos: “No te apartes, busca al Señor, no te quedes solo, porque nos salva el amor, la esperanza, la fe y la comunidad”.
En el Evangelio, son las mujeres las que están perplejas ante la realidad de la tumba vacía. En el libro de los Hechos es todo el grupo de seguidores de Jesús que se queda mirando hacia arriba viendo desaparecer entre las nubes al Señor Jesús, en un estado de asombro. Los dos hombres de blanco entran en escena con una pregunta. Son preguntas importantes.
En ambos casos las preguntas tienen algo en común. A las mujeres en la tumba del Señor Jesús, la pregunta es: ¿Por qué buscan entre los muertos al que vive? No está aquí; pues ha resucitado. Y en la Ascensión de Cristo, la pregunta es: ¿Por qué están mirando al cielo? Este mismo Jesús, que han visto irse al cielo, volverá, así como lo han visto.
Parece que la misión de estos dos mensajeros vestidos de blanco en los dos episodios es la misma: Es orientar al pueblo de Dios hacia adelante, es ayudarle a no quedarse estancado en un momento, por causa del asombro, de la perplejidad, o de la confusión; o incluso por causa de la contemplación pasiva, de la admiración en éxtasis. Las preguntas de estos dos hombres de blanco son impulsos para seguir hacia adelante.
La tendencia humana es quedarnos estacionados en un momento, en una experiencia –buena o mala—y no avanzar hacia lo siguiente. En la Ascensión, cuarenta días después de la Resurrección, los discípulos están paralizados por el asombro. La pregunta de los hombres de blanco es una invitación a seguir adelante con la esperanza del retorno del Señor. En la tumba vacía, la pregunta es “¿Por qué buscan entre los muertos al que está vivo?” Pero ¿qué hay en esta pregunta?
¿Qué hay en esta pregunta?
Al Señor Jesús no lo vamos a encontrar entre los muertos. Los muertos ahuyentan, los muertos no hacen nada, y los muertos sólo tienen pasado.
Los muertos ahuyentan. No son atractivos, sino que repelen. La gente prefiere no estar con ellos. Pero el Señor Jesús no es así. Al contrario. Nos llama la atención. Sus palabras, sus actitudes, su manera de hablar, de ser y de sentir nos hace caer a sus pies “rostro a tierra”, para adorarle. Por eso lo buscamos, y creemos que tiene algo importante para nuestra vida.
Los muertos no hacen nada. Ya no actúan. Lo que lograron hacer, bien o mal, ya terminó. Sus obras los acompañan. Ya no pueden hacer nada más. No se puede buscar a Jesús entre los muertos, porque él sí actúa y sí trabaja. Sí habla y sí inquieta. Sí tiene cosas que decirnos y cosas que hacer. Toca a los leprosos y a los que nadie quiere tocar. Habla con los que nadie quiere escuchar. Va a los lugares a donde nadie quiere ir. Extiende su mano y abraza a los quebrantados de corazón. Lo mismo que hizo antes de la cruz, lo sigue haciendo ahora. La misma redención, y la misma proclamación del reino, sigue vigente el día de hoy. Cristo sigue trabajando, pues está vivo. No podremos encontrarlo entre los muertos porque está vivo, llamándonos al arrepentimiento y a seguirlo. Nos dice: “Búscame, endereza tu camino, dame una oportunidad en tu vida”.
Los muertos no tienen futuro. Sólo tienen recuerdos. Sólo viven de la historia. Solamente les interesan los museos y vitrinas. Están en la nostalgia, en el ayer. Y ahora dice el Señor a su pueblo: ‘Ya no recuerdes el ayer; no pienses más en las cosas del pasado’ (Isaías 43:18 DHH). El Señor nos invita a no buscar la fuente de nuestra vida entre los muertos. A no estar ciclados en el pasado. Ese pasado contiene cadenas muy pesadas y espinas muy dolorosas. En el pasado hay heridas que afectan nuestro presente. En algunos casos el pasado nos descompone por completo en nuestra constitución emocional. Esos recuerdos horribles nos distraen, nos agobian, nos oprimen en resentimientos y odios, o algún otro desajuste en el corazón que no nos permite funcionar bien. Eso es tener el corazón quebrantado por culpa del pasado. Pero Jesús es muy diferente. La fuente de nuestra vida no está ahí entre los muertos. El resucitado nos da esperanza. Nos orienta hacia el futuro. Nos dice: “Esta historia no ha terminado. No es un punto final, sino un punto y seguido”. Con Jesús hay esperanza. La misericordia de Dios se renueva cada mañana, y vuelve a salir el sol por su gracia. Por eso no hay que buscar a Jesús entre los muertos.
¿Por qué buscar entre los muertos al que vive, y por qué buscar ahí todo aquello que fomenta y representa nuestra vida? Si Jesús es el Dador de la vida, no lo hallaremos en los terrenos de la muerte.
¿Por qué buscar entre los muertos nuestra vida?
Ahí en los terrenos de la muerte no está nuestra vida. No tenemos por qué buscar nuestra vida entre los muertos. Aquello que nos vivifica no está en quedarnos estacionados en un resentimiento o en una nostalgia.
Todos tenemos historia, que pesa y que duele. Octavio Paz, en su libro El laberinto de la soledad, explicó que hay muchas características del ser mexicano, y pudiéramos decir también, del ser latinoamericano, que provienen de la experiencia traumática de la conquista violenta de nuestro continente, hace quinientos años.
El día de hoy seguimos viviendo en las repercusiones de una historia continua de violencia y abusos de poder. Al recordar esta nuestra historia, de heridas, errores y pecados –propios y ajenos—cosas que no debimos haber dicho o hecho, o cosas que otros nos hicieron y nos lastimaron… decimos: esa es nuestra historia. Pero el Señor nos pregunta hoy: ¿Por qué buscas tu vida entre los muertos? ¿Por qué quedarse en los recuerdos y tragedias? El Señor Jesús es la vida de nuestra vida, y nos dice: “¿Por qué no miras hacia adelante?” Nos invita a mirar hacia el futuro. A que no nos quedemos buscando nuestra esperanza entre los muertos, ni nuestra salvación, ni la respuesta a nuestros problemas.
Él está vivo, y ahí donde todos están muertos (como en el pueblo de Comala, en la novela de Juan Rulfo), donde habitan los espantos, donde se vive sólo de los recuerdos, y nadie hace nada, ahí no vamos a encontrar esperanza.
Esas cosas que pesan y duelen en nuestra historia no son la última palabra de nuestra vida. No nos marcan y no nos definen para siempre. ¿Por qué buscar entre los muertos? El Señor Jesús no está entre los muertos. Esta es la fuerza del anuncio de la resurrección. Él vive, y por eso, tenemos esperanza, y tenemos futuro. Demos gracias al Señor porque tiene pensamientos de paz, de bienestar y de bendición para su pueblo. Porque nos orienta hacia el mañana, y nos invita desde ahí por su Espíritu a seguirle.
Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - Enrolado por la gracia - Preguntas para mirar hacia adelante