Tamar, hija de David
Crueldad y vileza no son palabras suficientes para describir el comportamiento del malvado Amnón.
17 DE MARZO DE 2021 · 10:00
Cuatro mujeres figuran en el Antiguo Testamento con el mismo nombre: La nuera de Judá, Génesis 38; la esposa de un tal Fares, Rut 4:12; una hija de Absalón, 2º de Samuel 14:27 y una desafortunada hija de David, protagonista de este capítulo. Al sur de la tribu de Judá existía una ciudad también llamada Tamar, Ezequiel47:19 y 48:28.
Dice la Biblia que David tuvo muchas hijas: “Tomó David a más concubinas y mujeres de Jerusalén, después que vino de Hebrón, y le nacieron más hijos e hijas” 2º de Samuel 5:13). ¡Mucho mujeriego este rey!
Una de estas hijas era Tamar, violada por otro hijo de David llamado Amnón. Él y Tamar eran medio hermanos o hermanastros. Tamar era hija de Maaca, hija del rey arameo Talmai y una de las esposas de David (1º de Crónicas 3:2). Amnón era hijo de Afinóam, quien ocupaba siempre “el primer lugar entre las mujeres de David” (1º de Samuel 25:43).
Hace años se publicó en España un libro titulado La Biblia es verdad. La tesis del autor decía que una de las pruebas de la verdad de la Biblia consistía en que no ocultaba las debilidades, perversiones y maldades de algunos de los personajes que en ella figuran. Como en el caso de Amnón, quien protagoniza un hecho deleznable: La violación de Tamar, hermana por parte de padre. La ofensa está descrita con una fina psicología. El supuesto enamoramiento de Amnón, el drama, la violación de Tamar, el amor transformado en odio, la venganza de Absalón, muerte de Amnón, huida de Absalón.
Así empieza esta trágica historia, que puede ser leída en el capítulo 13, del segundo libro de Samuel.
Como queda escrito, el hijo menor del rey David tenía por nombre Amnón. En la Biblia es conocido solamente por haber violado a su media hermana.
De Tamar dice el texto sagrado que era mujer hermosa (13:1). La historia no se cuenta por si misma, sino por haber sido motivo de enfrentamiento entre Amnón y Absalón.
Amnón se fingió enamorado intensamente de Tamar hasta el punto de, supuestamente, caer enfermo. Por ser virgen la joven, menor que él, Amnón creía que sería difícil llegar a ella. Pero tenía un amigo, Jonadab, “hombre muy astuto” (13:3), que le aconsejó cómo poseer a Tamar. Era un amigo nefasto, de los que hay que huir. Adulador, charlatán, perverso, extremadamente manipulador. Este vino a resolver la angustia amorosa que decía sentir Amnón, proponiéndole un plan que según él no habría de fallar.
Todos los hijos mayores de David habitaban casas propias. No vivían en el palacio del rey. Siguiendo los malévolos consejos del amigo, Amnón se finge enfermo. Recibe la visita de David. Como haría cualquier padre, le pregunta qué tenía. El gran simulador le contesta: “Yo te ruego que venga mi hermana Tamar, y haga delante de mí dos hojuelas, para que coma yo de su mano” (13:6). Por hojuelas se da a entender unos deliciosos pasteles en forma de corazón.
El mal no siempre se intuye. Muchas veces nos sorprende, especialmente cuando no lo esperamos. Amnón escondía el mal bajo la sombra de la virtud. Un mal que tenía por extremo la humillación de una mujer joven.
David dijo a Tamar: “Ve a casa de Amnón tu hermano y hazle de comer” (13:7). Ignorante de lo que se avecinaba, la joven acude a la habitación de Amnón, en su presencia cocina unas hojuelas y las pone delante de él. Pero no quiso comer. Como hijo del rey debía tener un equipo de personas que velaban por él. Los echó a todos. Solos los dos en la habitación, “asió de ella y le dijo: ven, hermana mía, acuéstate conmigo”. La serpiente estaba silbando en el corazón del mal hermanastro. Tamar, sorprendida, intenta razonar con quien había perdido la razón. “No, hermano mío, no me hagas violencia; porque no se debe hacer así en Israel. No hagas tal vileza. Porque ¿adónde iría yo con mi deshonra? Y aún tú serías estimado como uno de los perversos en Israel. Te ruego pues, ahora, que hables al rey, que él no me negará a ti”. (13:12-13)
Tamar habla con razonamientos sensatos. Empieza llamándole “hermano mío”. La ignominia, le dice, causaría una deshonra intolerable para ella y Amnón sería un desgraciado para siempre. Aunque las uniones entre hermanos y hermanas estaban prohibidas en la ley de Jehová, con tal de aplacarlo señala la posibilidad de hablar con el padre de ambos y pedirle permiso para una boda entre ellos.
Cuando un hombre se muestra dominado por la lujuria, apetito desordenado por los deseos sexuales, no atiende a razonamientos. “No la quiso oír, sino que pudiendo más que ella, la forzó y se acostó con ella” (13:14). Hubo forzamiento, violencia machista, violencia, escarnio. La pobre Tamar, mujer débil, no pudo defenderse. Tampoco gritar. Nadie la habría oído.
Amnón consumó la violación sexual de su media hermana Tamar.
La reacción de Amnón fue de enorme crueldad y vileza, no hay palabras suficientes para describir el comportamiento del malvado Amnón. Copio estas letras de la Biblia: Después de haberla violado “la aborreció Amnón con tan gran aborrecimiento, que el odio con que la aborreció fue mayor que el amor con que la había amado. Y le dijo Amnón: Levántate y vete” (13:15). La pobrecita Tamar le respondió: “Mayor mal es este de arrojarme que el que me has hecho”.
Amnón no la quiso oír. Llamó a uno de sus criados y le dijo: “Échame a esta fuera de aquí, y cierra tras ella la puerta” (13:17).
A todo esto, Tamar había entrado a la habitación de Amnón con un vestido de varios colores. Este tipo de vestido era el distintivo de las hijas del rey en su estado de virginidad. De inmediato Tamar rasgó el vestido, significando que ya no era virgen, echó ceniza sobre su cabeza en señal de duelo y de luto, al igual que lo hicieron otros personajes del Antiguo Testamento “y se fue gritando” (13:19).
Acude a casa de Absalón, hermano de padre y madre. Le cuenta lo sucedido y éste le dice que no se angustie. En el fondo, Absalón aborrecía a Amnón y planeaba venganza. Cuando la violación llegó a oídos del rey David todo cuanto dice la Biblia es que “se enojó mucho” (13:21). Nada más. Ningún castigo al violador. Quien no olvidaba ni perdonaba era Absalón. Dos años después del delito organizó una fiesta e invitó a todos los hijos del rey, incluido Amnón. Llamando a los criados de más confianza les dijo que vigilaran a Amnón, cuando le vieran alegre por el vino, esto es, borracho, lo mataran. Que nada temieran, dijeran que él lo había ordenado. Los criados obedecieron y mataron al violador. Los demás hijos del rey “montaron cada uno en su mula y huyeron” (13:19).
Así acabó sus días el hombre que mancilló a su hermanastra. Venganza de Absalón, sí, venganza terrible por el dolor infringido a un alma pura.
Los acontecimientos se encadenan. Cuando David mandó matar al general Urías heteo para apoderarse de la esposa Betsabé, Jehová manda al profeta Natán que recuerde a David la acción criminal que había cometido. A través del profeta Jehová dijo a David: “Yo haré levantar el mal sobre ti de tu misma casa…. No se apartará jamás de tu casa la espada” (1º de Samuel 12:9-11).
Y no se apartó. La espada hirió en profundidad el corazón de David; Tamar violada por su hermanastro, miembro de su misma casa. Amnón asesinado; Absalón huido; se refugió en Gesur, donde su abuelo por parte de madre era rey. Tres años después regresó a Jerusalén, pero su padre David no le recibió hasta pasados dos años. Alto precio por unos momentos de sexo con una joven virgen.
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