La herencia del siglo XX

En mis reflexiones sobre el mundo de la juventud escribo hoy sobre la herencia que este mundo recibió del siglo XX. El siglo XX ha dejado a los jóvenes de hoy una herencia nefasta.

06 DE NOVIEMBRE DE 2008 · 23:00

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Uno de los tangos más conocidos de Carlos Gardel es el titulado Siglo XX, Cambalache, que empieza así: “Siglo XX, cambalache, melancólico y febril…”. La palabra “cambalache”, de poco uso, es un sustantivo masculino que familiarmente expresa cambio, trueque de objetos. El autor del tango, cuya música desgarraba las gargantas de aquellas gramolas antiguas, estaba muy lejos de imaginar que en su verso doliente definía las características de un siglo que por entonces alboreaba. Nietzsche decía que “es preciso llevar en sí el caos para alumbrar una estrella danzante”. Qué estrella alumbrará el siglo XXI, está aún por ver. Pero el caos, desde luego, lo lleva dentro. El XX fue, efectivamente, un siglo melancólico y febril. Pero sobre todo fue un siglo cambalache. El trueque de valores fue real y constante. Vivimos –si esto es vivir – sobre las ruedas de una noria. Los valores y las personas se hallan en movimiento continuo, en permanente traslación. Los hechos y las situaciones de signo negativo que han tenido lugar a lo largo del siglo XX darían material para una obra de muchos tomos. UNA HERENCIA NEFASTA. Dos grandes guerras mundiales, de 1914 a 1918 y de 1939 a 1945. La primera ocasionó 10 millones de muertos. La segunda, 50 millones. Casi todos jóvenes. - La revolución soviética de 1917. - Esta y la china dejaron 20 millones de muertos. - Hiroshima y Nagasaki, que inauguraron la era atómica. - La sociedad de consumo. - El clima de violencia y de inseguridad que impera en todo el mundo. - La crisis económica que afecta a todos los países de la tierra, a unos más que a otros. La falta de oportunidades para la juventud. El paro juvenil es dramático en todas partes. Los jóvenes terminan la Universidad y no encuentran el trabajo que les gustaría realizar. Lo peor de todo, la muerte de las ideologías. El último intento de creer en algo lo realizaron los hippies de California a partir de los años 50 y los jóvenes franceses en 1968. En mayo de ese año unos 600.000 estudiantes de Universidades de toda Francia se levantaron contra las instituciones del gobierno. Los líderes de aquella juventud fueron Jacques Sauvageot, Jean Pierre Duteuil, Alain Geismar y Daniel Cohn-Bendit. Los dos últimos, de origen judío. CINCO LIBROS Las presencias ideológicas de aquella generación eran más literarias y humanistas que políticas o revolucionarias. Sus ideales estaban alimentados por textos que aún hoy son leídos con avidez y deleite por jóvenes y menos jóvenes. En su biblioteca circulante destacaban cinco libros, que aquí cito por orden de aparición en el mercado: El lobo estepario, de Hermann Hesse; Un mundo feliz, de Aldous Huxley; Los caminos de la libertad, de Jean Paul Sastre; El hombre rebelde, de Alberto Camus y El hombre unidimensional, de Herbert Marcuse. Aquella revolución terminó en nada. Sus líderes ocupan hoy cargos importantes en empresas privadas o en instituciones políticas.

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