Materialismo hedonista

Se llama Nadine Gordimer. Nació el 20 de noviembre de 1923 en Springs, una población cerca de Johannesburgo, Sudáfrica. Tiene 84 años. Está considerada como una de las grandes escritoras de nuestra época. Su primera novela apareció en 1953, “THE LYING DAYS”. Entre sus principales obras figuran “UN MUNDO DE EXTRAÑOS”, “UN INVITADO DE HONOR”, “LA HIJA DE BURGER” y “EL CONSERVADOR”.

05 DE JULIO DE 2007 · 22:00

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En 1991 le fue concedido el Premio Nóbel de Literatura. A su edad continúa pronunciando conferencias, tomando partido en contra de todo tipo de discriminación y en defensa de los derechos humanos, en abierta oposición contra el apartheid inventado por los blancos para dominar a los negros en su país de origen. Con motivo de la reunión que la Asociación de Escritores PEN Internacional celebró en Nueva York el pasado mes de mayo, la escritora fue entrevistada para Tribune Media Services. Gordimer, quien se declara atea, confiesa la gran decepción que le ha producido el sistema comunista al haber sido incapaz de acabar con la pobreza y las desigualdades en los países donde ha estado implantado. “Mucha gente de mi generación –dice- seguía creyendo que la gran esperanza para un mundo justo realmente era el comunismo o el socialismo. Hemos visto cómo fracasaba de forma estrepitosa y creaba la ilusión de que el capitalismo es lo correcto” Pero el capitalismo ha dado lugar a un materialismo que ha sustituido la palabra espíritu por la palabra estómago y a un hedonismo que sólo busca el placer por el placer. No el placer intelectual o idealizado, sino el placer de la materia, el placer carnal, corporal, actual, inmediato. El placer por todos los poros del cuerpo y en la hora final estrellar el documento de identidad contra la tumba, en un adiós definitivo a la tierra. El siglo XX alumbró un nuevo Leviatán. Una sociedad monstruo, utilitaria y materialista. Una sociedad que glorifica la materia con cánticos profanos. “Vivimos en un mundo de bárbaros”, ha dicho el prestigioso psicólogo José Luís Pinillos. Como en el poema de Walt Whitman, al hombre de hoy le aburre la simple idea de Dios y le enloquece la manía de poseer cosas materiales que le hagan feliz –cree- los cuatro días de vida que tiene en la tierra. Nadine Gordimer percibe este sinsentido del ser humano y lo denuncia con conceptos y palabras fáciles de asimilar. A la pregunta del periodista si “todavía queda espacio para los ideales”, la Premio Nóbel Sudafricana ofrece una respuesta pesimista. Dice: “Parece que el materialismo lo ha conquistado todo. Cada día nos animan a comprar y a ver nuestra imagen en función del coche que tenemos. En Sudáfrica ha llevado a algunas de nuestras personalidades más destacadas, que eran héroes de la liberación, a ponerse en ridículo. ¡En cuanto alcanzan una posición importante se vuelven corruptos porque su mujer quiere tener un Mercedes!”. Así estamos. Así vivimos. Anegados por el materialismo. No se trata del materialismo filosófico, el que llevó a Carlos Marx a actualizar los filósofos griegos y componer su teoría del materialismo histórico. Gordimer piensa en un materialismo popular, que a mi parecer tuvo su origen en el Edén, cuando la primera pareja humana eligió la materialidad de la fruta y renunció a la espiritualidad de la comunión con Dios. Adán y Eva fueron los representantes del materialismo práctico al que se refiere la Premio Nóbel de Literatura, precursores de ese “comamos y bebamos, que mañana moriremos”, “más vale un pájaro en mano que diez volando”, “ande yo caliente y ríase la gente”, etc. El materialismo al que importa más los pocos años de vida en la tierra que la comunión eterna con Dios en el cielo. El culto al cuerpo, que es el alma de los mediocres. La comida y la bebida. El alcohol, la droga, el sexo, el consumismo, el jolgorio, la orgía, la lascivia, el placer, la carne, siempre la carne, toda la gloria a la carne. A todo esto, ¿dónde queda Dios? ¿Qué lugar ocupa en esta sociedad materialista, materializada hasta las profundidades del ser, en la que existen más obesos que hambrientos? Mil millones de personas se debaten en la gordura mientras que 800 millones pasan hambre en el mundo. Escribiendo acerca de las naciones que hoy día hablan el idioma de Cervantes, el historiador Américo Castro dejó dicho que “la historia hispánica es, en esencia, la historia de una sensibilidad religiosa”. Si ha existido en el pasado, esa sensibilidad se está perdiendo, amortajada por el materialismo hedonista. Para el materialista del comamos y bebamos que mañana moriremos, el de raíces hedonistas, la fe ha muerto, no tiene sentido la esperanza en otra vida, Dios ha desaparecido entre las nubes del firmamento, el demonio yace secuestrado y encadenado en las profundidades del Averno, hemos de sustituir el gloria a Dios en las alturas por el gloria por siempre a la carne. Pero ¿qué ocurrirá al caer el telón, cuando el cuerpo acabe su función, cuando termine la gran fiesta del mundo, cuando cobren vida los cementerios y en el cielo aparezca la señal del Hijo del Hombre, quien juzgará a justos y a injustos? ¿Luciremos en la frente, como signo protector, el escudo del materialismo hedonista?

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