Ateísmo y religión

A Dios se le puede ignorar, pero no se le puede suprimir. A Dios se le puede combatir, como hace el ateísmo, pero no se le podrá vencer.

03 DE SEPTIEMBRE DE 2021 · 11:00

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La religión, todas las religiones, han tenido siempre defensores y detractores.

A favor de la religión

1. “Un gran hombre sin religión no es sino una gran bestia sin alma”. (Daniel De Foe, novelista inglés en The Inestability of Human Glory).

2. “El hombre es el principio de la religión; el hombre es el centro de la religión; el hombre es el fin de la religión”. (A. Feurbach, famoso filósofo alemán del mismo apellido que el Feurbach ateo).

3. “Un hombre puede ignorar que tiene una religión, como puede ignorar que tiene un corazón; pero sin religión, como sin corazón, el hombre no puede existir”. (León Tolstoi, novelista ruso en La religión y la moral).

En contra de la religión

1. “Las religiones son la expresión de la miseria humana; esta es su mayor verdad y su fuerza”. (Louis Arrerat, escritor francés, en Reflexions et Maximes).

2. “En nada han perdido los hombres la razón como en la religión, en la que las piedras y los clavos hacen los mártires”. (Thomas Brown, médico y filósofo inglés, en Urn Burial).

3. “La religión es el suspiro de la criatura oprimida, el corazón de un mundo sin corazón, así como es el espíritu de una situación carente de espíritu. Es el opio del pueblo”. (Karl Marx, filósofo alemán, en Contribución a la crítica de la filosofía del derecho de Hegel).

 

Karl Marx fue materialista ateo, como he escrito en otro lugar de este trabajo. La eliminación de la religión, principio del ateísmo, siempre ocupó un lugar destacado en su discurrir filosófico. La religión cristiana nació en un contexto muy particular y debe desaparecer de muerte natural, creía él.

Para el ateísmo, la religión carece de sentido. Empezamos a vivir cuando nacemos y morimos cuando llega la hora, sin que la religión pueda hacer algo para evitarlo. Lo demás es literatura ilusoria, y de la peor, dejó escrito el Premio Nobel de Literatura, el portugués José Saramago, inscrito en la fila del ateísmo. “Somos cuentos de cuentos de cuentos contando cuentos, nada más”, escribió en otra ocasión el autor portugués. Si para el ateo sólo somos cuento, ha de saber que un día él mismo iría a cuenta cuando Dios decrete el final de su vida cuentista.

El ateísmo religioso tiene sus prioridades. Primero encarcelar a Dios en los templos, sin dejarlo salir y luego arrasar esos templos. De esta manera Dios moriría por viejo en una cárcel y la religión desaparecería. Quienes así piensan han de saber que Dios no está sólo en los templos, si es que está; Dios está en la calle. Dios está en el aire, en el monte, en el mar, en el suspiro de la criatura que sufre. Todo el universo es el trono de Dios. Dios está en nosotros, en cada uno de los siete mil quinientos millones de personas que en este momento vivimos en el planeta tierra. A Dios se le puede ignorar, pero no se le puede suprimir. A Dios se le puede combatir, como hace el ateísmo, pero no se le podrá vencer, porque el poder y la fuerza son sus distintivos. El analfabetismo ateo tiene la batalla perdida en su lucha contra Dios. El arrillismo intemperante del ateo significa ceguera; Dios, quien dijo al principio de los tiempos “sea la luz”, continúa iluminando el corazón del hombre con una nueva alegría. Las vestiduras de Asiris son blancas, simbolizan la luz inteligible que llena el cosmos. Las vestiduras del Dios sin cuerpo que cubren las páginas de la Biblia iluminan todas las sombras de este mundo enloquecido.

Cuando el ateo afirma que Dios es un puro producto de la imaginación, está realizando una extirpación brutal del origen de la vida y de la misma existencia. Creer en Dios y negar el ateísmo no es un juego de la mente, como pregonaba Marx. Antes de sostener tamaña idea el ateo debería tener en cuenta tres reflexiones de filósofos creyentes: la estructura del espíritu, la experiencia moral y la acción. ¿Por qué el otro rechaza esas pruebas considerándolas inaceptables? Para el creyente son lógicas tanto desde el punto de vista de la fe como desde el punto de vista de la razón. Sin las pruebas que presenta el creyente en la discusión sobre ateísmo y religión, la sola fe, lo sabemos, sería insuficiente. Pero sin la fe las pruebas del ateo carecen de veracidad, están vacías de contenido.

La mayoría de ateos han salido de la religión. Quienes estuvieron próximos a ella son ahora sus más encarnizados enemigos. Pero a medida que las leyes del ateísmo partan de los dogmas religiosos dejan de tener valor. No son exactas.

Sabino Acquaviva, Profesor de Sociología de la religión en Italia, aclara que el ateísmo se sitúa en una posición ambivalente respecto a la crisis de la religiosidad: por un lado, es un producto de ella, como he escrito en párrafos anteriores, se transforma en ateísmo positivo y se expande en aquellos países donde la mayoría de sus habitantes rechazan la religión. Si bien Maritain observa que son menos los que se identifican como ateos positivos.

El filósofo ateo John Devey, nacido en 1859 en Vermont y desnacido en 1952 en Nueva York, fue uno de los escritores ateos que en su época más se opuso a la religión, considerándola innecesaria y peligrosa. En el libro A Common Faith, que representa la síntesis de su credo ateo, se pronuncia varias veces en contra de la religión, culpándola de silenciar el principal argumento que separa al ateo de Dios, el problema del mal.

La religión es, sin duda, uno de los fenómenos humano más complejo de estudiar y comprender. Por si misma y por su portentosa capacidad de adaptación a los cambios. Quizás uno de los errores más frecuentes que han cometido la mayoría de escritores que se han ocupado de la religión haya sido identificarla con los dogmas.

Dogma es la doctrina impuesta, la creencia que no se discute. La religión constituye el corazón de los sentimientos espirituales que nos lleva a Dios.

Escrito por cuatro autores, la Editorial CCS de Madrid publicó hace algunos años un libro titulado El hecho religioso. Buceando en las profundidades de la religión, uno de los autores, Martín Pindado, escribe: “Las religiones ya configuradas hunden sus raíces en unos prototipos prehistóricos que se pueden rastrear al menos hasta el paleolítico. Según esto, se puede hablar, ya en la prehistoria, de un fenómeno religioso que en sus manifestaciones, propias de las etapas de esa época, atestiguaría la existencia de un hombre religioso”.

Damos a Pindado certificado de buenas intenciones, pero como historiador se queda corto. Antes del paleolítico, antes de la prehistoria, antes del tiempo, existe Dios.

Con la primera intervención de Dios en la historia se hace presente la religión. Ya Noé, célebre patriarca, dedicó un altar religioso a Jehová (Génesis 8:20). Noé percibe el dominio supremo de la religión y exteriormente lo proclama con la edificación de un altar.

Dios es un ser eminentemente religioso. Despojar a Dios de su carácter religioso es despojarlo de su divinidad. Con la aparición de Dios se inicia en la Historia el hecho religioso. La primera criatura humana fue creada por Dios a si imagen y semejanza. Dios no es ateo. No puede negarse a si mismo. Luego si Dios crea al hombre a su imagen y semejanza lo crea también como un ser religioso.

Cierro este artículo con una cita del escritor y político francés Jean Jaurès, cofundador del partido socialista francés, fallecido en 1914, a principios de la Primera Guerra Mundial, que se extendería hasta 1918. En un discurso en el Parlamento francés, en la primavera de 1904, Jaurès pronunció estas palabras que he tomado de la revista Alternativa 2000, publicada en julio de 1997: “Hay que confesarlo: la religión está íntimamente unida a todas las manifestaciones de la inteligencia humana; es la base de nuestra civilización y es ponerse fuera del mundo intelectual y condenarse a una inferioridad manifiesta, no querer una ciencia que ha estudiado nuestras inteligencias más preclaras”.

Entérense los ateos radicales que lanzan sus dardos envenenados en contra del hecho religioso, que es el hecho de Dios.

Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - Enfoque al ateísmo - Ateísmo y religión