Ateísmo y marxismo
En su orientación materialista Marx apuntaba ya hacia la teoría atomística, según la cual la vida se explica mediante la existencia del átomo. Para él no somos cuerpo y alma; somos cuerpo y átomo.
17 DE JUNIO DE 2021 · 20:10
El materialismo ateo del marxismo es una revisión de antiguos filósofos griegos, entre otros, Demócrito y Leucipo, ambos contemporáneos, siglo V antes de Cristo, y Epicuro, siglo III. En la tesis doctoral que presentó en la Universidad de Bonn, Marx disertó sobre la Diferencia entre las filosofías de la naturaleza de Demócrito y Epicuro.
En su orientación materialista Marx apuntaba ya hacia la teoría atomística, según la cual la vida se explica mediante la existencia del átomo. El alma, dicen en sus desvaríos estos autores, está constituida por átomos que son, en el fondo, de la misma naturaleza que el cuerpo. Para ellos Dios no insufló en el barro de Adán soplo de vida, es decir, alma, sino otros átomos materiales. De forma que para ellos no somos cuerpo y alma; somos cuerpo y átomo.
El materialismo ateo de Marx quedó expuesto en obras tales como El capital, El manifiesto del Partido Comunista, Miseria de la filosofía, Crítica de la economía política, La ideología alemana, Las tesis sobre Feurbach, Las luchas de clases en Francia, Crítica del programa de Gotha, Manuscritos económicos filosóficos y multitud de artículos en periódicos y revistas.
Karl Marx, filósofo y economista alemán, nació en Tréveris, vieja ciudad de la Renania, el 5 de mayo de 1818. Entre sus antepasados se encontraban varios rabinos judíos. Su padre, abogado, rompió con el judaísmo y adoptó la religión católica, obligado a ello para poder ejercer su profesión; esto ocurría muchos años antes de la aparición de Hitler, látigo de los judíos. La madre de Marx no siguió al marido en su cambio de religión. Continuó siendo judía. Sin embargo, poco después abrazó el protestantismo. Así, cuando dice que la religión es el opio del pueblo, Marx no anda descaminado. El primitivo judaísmo de la familia le defrauda. En uno de sus primeros escritos, La cuestión judía, redactado entre finales de 1843 y principio de 1844, dice que el culto secular del judío es la usura, su dios es el dinero, la letra de cambio ilusoria. Contra el catolicismo como religión y el Vaticano como centro de riqueza y poder escribió una gran parte de sus páginas. Al protestantismo de su época lo consideraba aliado de los poderosos y despreocupado de la clase obrera. Ante el panorama que vivía aquella Europa no debe extrañar que en el Manifiesto del Partido Comunista, la biblia del marxismo, denunciara “la esclavitud en todas sus formas; la música social, la atrófica espiritual y la dependencia política”.
En 1835 el joven Marx, diecisiete años entonces, fue enviado por su padre a estudiar leyes en Bonn. Se matriculó en nueve asignaturas distintas, pero no asistía regularmente a las clases. Muerto el padre en 1838 abandonó el estudio de las leyes y se inclinó por la filosofía, alcanzando en abril de 1848 el doctorado en Filosofía. Como subdirector de la Gaceta Renana entró en el periodismo, que practicaría hasta su muerte. En junio de 1843 contrajo matrimonio con Jenny V. Westphalen. El matrimonio tuvo siete hijos, cuatro de los cuales murieron siendo niños. Después de la boda el matrimonio se instaló en París. Allí escribió nueve cuadernos sobre la Revolución francesa. Conoció el exilio en tres países: Francia, Bélgica, de donde fue expulsado, e Inglaterra. En Londres se quejaba de ser “el hombre más calumniado y amenazado de la ciudad”. Allí falleció el 14 de marzo de 1883, a los 65 años.
Leyendo a Marx con mente clara y ojos bien abiertos se llega a la conclusión de que su visión del materialismo está fuertemente pegada al ateísmo. Ahora bien, ¿hasta qué punto es legítimamente racional esa pretensión atea del materialismo marxista? En sus Pensamientos, el científico, filósofo y escritor francés Blaise Pascal afirma que “la razón no sirve de nada, e incluso perjudica, cuando se trata de combatir la verdad”, presente en la revelación divina. La afirmación absoluta e incondicional del materialismo marxista contradice los grandes principios del cristianismo. Su punto de partida, “Dios no existe”, el hombre es señor de sí mismo, no es fruto de un razonamiento demostrativo, sino una convicción personal del ateísmo. Que ni siquiera se plantea la posibilidad de que Dios exista realmente.
La doctrina del materialismo ateo formulada por Marx en obras que he detallado en párrafos anteriores, ignora el espiritualismo que emana directamente del paraíso, cuando Dios convirtió al hombre barro en un ser espiritual. Ignora los valores del alma y reduce al ser humano a materia perecedera.
El contrasentido de semejante filosofía no escapa ni a los mismos materialistas. El propio filósofo alemán Ludwing Feurbach, quien ejerció una profunda influencia en Marx, también apóstol del materialismo, como su discípulo, se hace este planteamiento en el libro Adiós a la razón: “¿Cómo puede el hombre llegar a concebir la materia, cómo puede llamar cuerpo al cuerpo, si él no fuese más que cuerpo? No es posible que exista el concepto de materia allí donde únicamente hay materia. La materia sólo existe para un ser distinto de la materia, así como la oscuridad sólo existe para el que ve, y no para el ciego”. (Citado por Manuel Cabada en el libro El humanismo premarxista de L. Feurbach).
¡Definitivo! La materia no tiene conciencia de ser materia. La materia es ciega. La materia es inerte. La materia es incapaz de entender las funciones de la mente y del espíritu.
La Biblia, eterna Palabra del eterno Dios, enseña que el espíritu es el principio vital del hombre. Todos los seres vivos respiran, nacen, mueren y entregan de nuevo el espíritu al Creador. Por tanto, el espíritu, no la materia, es lo más elevado que hay en el ser humano. El espíritu, según San Pablo, como dinamismo divino nos impulsa desde dentro, lucha en nosotros contra todos los poderes malignos.
Marx sabía todo esto. No solo conocía las religiones de su época, también conocía la Biblia. La madre, primero judía y luego protestante, tendría una Biblia en su casa. Marx demuestra conocerla cuando escribe uno de sus primeros libros, La sagrada familia.
El centro de gravedad del materialismo ateo defendido por Karl Marx está en su reto al espiritualismo. Por otro lado, el materialismo marxista, emparentado con el ateísmo se nos presenta, hasta el día de hoy, harto débil, dogmático y contradictorio.
Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - Enfoque al ateísmo - Ateísmo y marxismo