La esperanza no se rinde

Cuando creemos en un Dios que interviene en nuestra historia, saltan por los aires los límites entre lo posible y lo imposible.

20 DE ABRIL DE 2025 · 09:30

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Foto de Matthew Hacker en Unsplash

“Aunque la higuera no florezca, ni haya frutos en las vides; aunque falle la cosecha del olivo y los campos no produzcan alimentos; aunque en el redil no haya ovejas ni vaca alguna en los establos; aun así, yo me regocijaré en el Señor. ¡Me alegraré en el Dios de mi salvación!  El Señor y Dios es mi fuerza; da a mis pies la ligereza de una gacela y me hace caminar por las alturas”. Hab. 3:17-18.

“La esperanza es la segura y firme ancla del alma”. He. 6:19

 

La esperanza no se rinde. Es más, se rebela porque rechaza firmar la rendición. Cuando creemos  en un Dios que interviene en nuestra historia, saltan por los aires los límites entre lo posible y lo imposible, porque ante las situaciones negativas que parecen imponderables existe la certeza de que algo nuevo va a despuntar. Cuando hay esperanza es la hora de la esperanza.

 Los frutos de la esperanza se cultivan con la paciencia. La paciencia es una virtud activa y no tiene que ver nada con la renuncia, la indiferencia o la abdicación. La paciencia impide que nos venza la prisa cuando aun está todo por hacer. La persona paciente acepta los retrasos, la oscuridad y las contradicciones, porque no los considera la última y definitiva palabra. Ante cualquier desilusión, ante cualquier incidente desagradable la persona paciente incrementa el capital de paciencia, no se deja saquear porque invierte todos sus recursos y energías en perseverar. Ahora bien,  para sostenerse desde la paciencia es necesario tener fuego dentro, el fuego del Espíritu,  pero no una llamarada que dure un instante, sino una llama robusta, resistente, tenaz, capaz de durar haciéndose fuerte ante la dureza de la adversidad.

La paciencia, fruto del Espíritu, nos convierte en rebeldes. La rebeldía goza de mala fama. Se la asocia al resentimiento, al odio, a la destrucción, a la violencia o a la anarquía. Pero la rebeldía puede convertirse  un acto de amor perseverante. La rebeldía es la presuposición básica de cualquier acto creativo. Al plantar un jardín, nos rebelamos contra la aridez de la naturaleza. Cuando pronunciamos una palabra  de aliento, nos rebelamos contra las lágrimas de tristeza. Nos enamoramos porque nos rebelamos contra la soledad. La esperanza, alimentada por la paciencia, no existe a la espera de un mundo nuevo, sino que no duda en sumergirse en este mundo, desde abajo, desde cerca y desde dentro para seguir construyéndolo contra viento y marea. Porque, para que el desierto se convierta en jardín, no basta con arrancar las espinas y los cardos, hay que plantar flores y árboles frutales.

Sufrimiento y esperanza viven unidos. El sufrimiento sin esperanza solo genera resentimiento y desesperación. La esperanza sin sufrimiento, en cambio, solo crea ilusiones. “En verdad, en verdad os digo, si el grano de trigo cae en tierra y no muere, queda infecundo; en cambio, si muere da fruto abundante”. Jn. 12:24. El camino del grano que se pudre y muere no es el de los éxitos, ni el del triunfo, ni el de los resultados. Sin embargo, es el camino que sigue la esperanza para conquistar aquello que permanece. Ya no tenemos necesidad de consultar al “Instituto Metereológico” para sentirnos seguros ante los nubarrones negros que nos congelan el corazón (“Creer, amar, esperar día a día”. A. Pronzato). Porque cuando nos miramos dentro, descubrimos que Alguien nos permite sostenernos en medio de la tormenta ofreciéndonos la verdadera paz aunque suframos sacudidas inimaginables:

“La paz os dejo, mi paz os doy; yo no os la doy como el mundo la da. No se turbe vuestro corazón, ni tenga miedo”. Jn. 14:29.

Importa volverlo a recordar: Cuando creemos en un Dios que interviene en nuestra historia, saltan por los aires los límites entre lo posible y lo imposible, porque ante las situaciones negativas que parecen imponderables, existe la certeza de que algo nuevo va a despuntar. Cuando hay esperanza es la hora de la esperanza, porque la esperanza no se rinde. Soli Deo Gloria.

Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - En el camino - La esperanza no se rinde