Bonhoeffer, una fe a contratiempo

En el 80º aniversario de su muerte, su mensaje y sus palabras siguen resistiendo el paso del tiempo, y resuenan con más autoridad que nunca antes.

09 DE ABRIL DE 2025 · 09:30

Dietrich Bonhoeffer, pastor protestante./ Bundesarchiv, Bild 183-R0211-316 / CC-BY-SA 3.0, Wikipedia,
Dietrich Bonhoeffer, pastor protestante./ Bundesarchiv, Bild 183-R0211-316 / CC-BY-SA 3.0, Wikipedia

1 Ped. 3:15

Dietrich Bonhoeffer fue el sexto hijo de una familia de clase media alta en la Alemania de principios del siglo XX. Su padre ocupó la primera cátedra de neuropsiquiatra en Berlín. Fue pastor, teólogo, escritor y activista social. Escribió libros que, todavía hoy, conservan una extraordinaria vigencia como textos de cristología,  eclesiología y ética: ¿Quién es y quien fue Jesucristo?, “El precio de la Gracia”, “Vida en Comunidad”, “Ética” y “Resistencia y sumisión”.

Pero, sobre todo, la suya fue una voz profética que denunció la dictadura del fascismo nazi con hechos y palabras, alineándose con un modo de entender y vivir el cristianismo alternativo a la hegemonía dominante a través de “La Iglesia Confesante.” (Movimiento de iglesias contrarias al control del nazismo). En el año 1933, Hitler ascendió al poder, no solo como canciller de Alemania, sino como el “Führer” (Líder absoluto y totalitario) con la pretensión de acumular bajo su autoridad todos los poderes del Estado: Ejecutivo, Legislativo y Judicial, al grito de: “Con humanidad y democracia nunca han sido liberados los pueblos”.

Dietrich Bonhoeffer se resistió como pocos a convertirse en cómplice de las atrocidades del nazismo. Primero, con sus conferencias y enseñanza teológica. Luego, con sus escritos y, finalmente, con una militancia activa como parte del servicio de contra espionaje alemán. En medio de un mundo roto y en proceso de descomposición, en el que la injusticia, la impunidad y el horror campaban por sus respetos, Bonhoeffer encarnó un compromiso disidente con el seguimiento de Jesús que le llevó a dar su vida hasta la muerte, porque la fe, afirmaba: “No nos remite a las cuestiones religiosas, sino a las tareas humanas”.

Hoy, su vida, su mensaje y sus palabras siguen resistiendo el paso del tiempo, y resuenan con más autoridad que nunca antes:

“La gracia cara es el evangelio que siempre hemos de buscar… es cara porque llama al seguimiento, es gracia porque llama al seguimiento de Jesús; es cara porque le cuesta al hombre la vida, es gracia porque le regala la vida; es cara porque condena el pecado, es gracia porque justifica al pecador. Sobre todo, la gracia es cara porque le ha costado cara a Dios, porque le ha costado la vida de su Hijo… y porque lo que le ha costado caro a Dios, no puede resultarnos barato a nosotros”. (El Precio de la Gracia”. Dietrich Bonhoeffer).

¿Qué legado dejó Dietrich Bonhoeffer a una era postcristiana como la actual?

Su talante profético. Su vida y su obra fueron un testimonio vivo de fe en Jesucristo. Así lo resume la lápida en su memoria: “Testigo de Jesucristo entre sus hermanos”. Su testimonio es profético y martirial, porque su fidelidad insobornable al evangelio le llevó a sufrir persecución, cárcel y muerte.

Su radicalidad evangélica. La vida de piedad que distinguió a Bonhoeffer resulta relevante hoy, no solo porque su pensamiento ha sido fuente de inspiración para la teología contemporánea, sino porque el valor de su ejemplaridad constituye una invitación permanente a salir de nuestra zona de confort donde se instalan la comodidad, la mediocridad y los impresentables conformismos.

Su propuesta de un cristianismo para el mundo. Para Bonhoeffer, el seguimiento de Jesús, que ha de practicarse en el mundo, no es la redención de nuestras angustias, preocupaciones y sufrimientos, como si pudiésemos ser abducidos mágicamente de la realidad, sino la propuesta de que se deguste la vida terrena en medio de los conflictos de esta historia desde el poder del Espíritu.

Bonhoeffer fue encarcelado en el año 1943 y posteriormente juzgado y condenado a morir en la horca el día 9 de abril de 1945, pocos días antes de la entrada de los aliados en Alemania. Sus últimas palabras fueron: “Es el fin, para mí es el comienzo de la vida”. El doctor del campo de concentración  que fue testigo de la ejecución anotó en su diario: “En los cincuenta años que he trabajado como médico, nunca vi morir a un hombre tan entregado a la voluntad de Dios”. Soli Deo Gloria.

Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - En el camino - Bonhoeffer, una fe a contratiempo