¡Posverdad! ¿Importa la verdad?

En un mundo que se sujeta a sus propias falsedades, la verdad acaba resultando ser el consenso de la mayoría, aunque objetivamente sea absurda e increíble desde las propuestas de la razón.

07 DE NOVIEMBRE DE 2020 · 22:30

Imagen de <a target="_blank" href="https://unsplash.com/@michaelcarruth?utm_source=unsplash&utm_medium=referral&utm_content=creditCopyText">Michael Carruth</a> en Unsplash.,
Imagen de Michael Carruth en Unsplash.

Jn. 8:31, 36; Ef. 4:25 – “… Si vosotros permaneciereis en mi palabra, seréis verdaderamente mis discípulos y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres… desechando la mentira, hablad verdad cada uno con su prójimo…”

¿A quien va a creer usted, a mí o a sus propios ojos?”

(Chico Marx, disfrazado de Groucho Marx en la película “Sopa de ganso”).

En el mundo de la experiencia sensible lo fiable y seguro es lo que ves, aquello de lo que eres testigo y percibes por medio de tus sentidos. Esto tiene más credibilidad que toda información que te llegue de cualquier otra parte sobre el mismo hecho. Es decir, si contemplas una cosa que es de color blanco, por muchas veces que te digan que es negra no lo vas a creer. Hasta aquí, todo bien. Vale, pues resulta que esto, que hasta ahora parecía tan evidente y obvio, está sufriendo una transformación radical sin que nos apercibamos de ello.

¿Qué es la posverdad? Se refiere a que los hechos objetivos y reales tienen menos credibilidad o influencia que los sentimientos y creencias de los individuos en el momento de formular una opinión pública o determinar una postura social. En síntesis, la posverdad consiste en la relativización de la veracidad, en la banalización de la objetividad de los datos y en la supremacía del discurso emotivo1.

En el año 2016 la palabra posverdad fue elegida palabra del año para el Diccionario Oxford y al año siguiente apareció descrita como “ese momento en el que los hechos objetivos tienen menos influencia en la formación de la opinión pública que las llamadas a la emoción y las creencias personales”2. El lenguaje no solo describe la realidad, sino que muchas veces la crea. Esto es hoy más cierto que nunca. Por tanto, definidas las reglas de juego de la posverdad, ya sabemos que la verdad ha dejado de ser el resultado de un proceso de evaluación racional de los hechos. La posverdad asume que existen tantas verdades como individuos y cada uno escoge la suya propia como si de un buffet se tratara. Todo es cuestión de interpretaciones subjetivas y personales. Perdida la referencia a los hechos, todas las versiones que aparecen son, en principio, igual de válidas3 ya que son suplantaciones de realidades que han perdido su valor objetivo.

Lo comprenderemos mejor a través de una ilustración. La lucha libre americana (“Pressing catch”) es uno de los espectáculos más incomprensibles que se han inventado. Se trata de dos luchadores de ciento cincuenta kilos haciendo ver que se dan puñetazos y patadas a mansalva. Todo en este escenario es de pega y todo el mundo lo sabe. Pero lo más sorprendente es la actitud del público que una y otra vez llena los estadios para ver a unos actores interpretar una dramatización trolera de la que todos participan. Uno puede ver cómo la gente se emociona, salta, grita con pasión: ¡Acaba con él! ¡Destrúyelo! Y lo hace con absoluta convicción ¿Qué ocurre en realidad? Sucede que, de pronto, las masas han suspendido la incredulidad. Como por arte de magia se ha evaporado todo espíritu crítico ante un auténtico paripé. Todos se sienten seducidos a participar sumisamente en un mundo ficticio sin importar las mentiras que haya que incluir para mantenerlo en marcha4 ¿Nos vamos entendiendo?

En un mundo que se sujeta a sus propias falsedades, la verdad acaba resultando ser el consenso de la mayoría, aunque objetivamente sea absurda e increíble desde las propuestas de la razón. La posverdad aparece como una liberación de dogmatismos, pero no sale gratis: Ya no somos esclavos de la verdad, dice el sistema, sino creadores de verdad. Nos sentimos sustitutos del lugar que el rechazo del verdadero Dios había dejado vacante. El precio a pagar es una reconstrucción de la realidad con un nuevo relato falsificado en el que todo vale: fraude, mentira, astucia, difamación, apariencia, impostura, calumnia, errores intencionados y construcción de historias ficticias.

En una entrevista mantenida hace unos años por Ron Suskind en el New York Times con uno de los asesores del entonces presidente George Bush, la respuesta a una de las preguntas era ésta:

“… Somos un imperio, y cuando actuamos creamos nuestra propia realidad. Y mientras tú te quedas estudiando esa realidad de forma razonada, como a ti te gusta, nosotros actuaremos de nuevo, creando nuevas realidades que tú puedes estudiar también… Nosotros somos los actores de la historia… y vosotros, todos vosotros, os quedaréis estudiando lo que nosotros hacemos…”5.

¿Está claro? ¿Comprendemos de qué va el asunto? La validez de un discurso ya no tiene que ver con los hechos, sino con el poder y la capacidad mediática que se posean para universalizarlo disfrazando la realidad sin ningún escrúpulo. Por tanto, si la verdad no le importa a nadie el que triunfa resulta ser el trolero más experto, convincente, poderoso, mediático y populista ¿Podemos reconocer estos perfiles en presidentes de poderosas naciones, políticos de primera fila, mandamases de grandes emporios empresariales, banqueros corruptos por fraudes y estafas impresentables y miembros de familias reales mintiendo con absoluta impunidad sin que el asunto tenga mayores consecuencias? En el mundo de la posverdad todo está permitido sin que la ciudadanía se aperciba de lo que sucede, mientras la dejen disfrutar con tranquilidad festiva del futbol, fines de semana, litronas, bares y copas, sexo, celebraciones, excursiones, vacaciones y entretenimientos varios.

¿Se nos iluminan las ideas? ¿A quién va a creer usted, a mí o a sus propios ojos? Hoy la verdad de la realidad no es lo que hay delante de nuestros ojos. Y, por más que lo intentemos, apercibirse de eso no es algo que pueda ser comprendido y asimilado a través de las estructuras de la simple razón superficial. Hace falta mucho más que eso. Porque la verdad de la realidad, de toda la realidad, está siendo precocinada para ser enteramente recreada, de modo que nos traguemos su píldora sin discriminar sus efectos secundarios, ni sus contraindicaciones.

Aquello que hace poco más de veinte años aparecía en la película “Matrix” como un relato de ciencia-ficción, hoy se encuentra formateando por completo la conciencia del mundo que conocemos ¿Queremos seguir tomando la píldora azul? Entonces continuaremos viviendo, moviéndonos y siendo en un mundo virtual, ilusorio e irreal, ajeno a la verdad de la realidad en el que nada es lo que parece y nos cuentan, aunque eso nos importe un pito, convertidos como estamos cada vez más en un sumiso y domesticado rebaño lanar que, sin decir “ni pio”, come y bebe del “rancho” que le ofrece la posverdad.

¿Es posible alumbrar la verdad en una realidad sistémica de mentira? ¿Cómo podemos enfrentar la posverdad viviendo de manera alternativa?

  • Es necesario aprender a mirar alrededor con todos los sentidos y la mente aplicados a querer entender la realidad6, cuestionando y poniendo en crisis los discursos de los encantadores de serpientes que nos ofrecen su particular relato.

  • Es necesario que tomemos conciencia de que somos seres libres aplicando ese valor a todas las decisiones, en vez de optar por la seguridad y la conveniencia7.

  • Es necesario que descubramos la inmensa zanahoria virtual8 que tenemos ante nuestras propias narices, con el fin de aprender a contemplar la realidad sin sucumbir ante el brillo de los impresentables sucedáneos que se nos ofrecen.

  • Es necesario que reconstruyamos una escala de valores correcta9 y actuemos conforme a ella para aprender a relativizar todos los dioses/ídolos que el sistema nos vende como solución final a todas nuestras necesidades y carencias.

  • Es necesario que identifiquemos y combatamos la mentira con todas sus variantes y consecuencias desde una vivencia, no solo personal, sino sobre todo comunitaria. Desde una opción cristiana, la iglesia que sigue a Jesús y se deja guiar por el Espíritu, es la comunidad en la que se encarna la Verdad como rasgo distintivo de su ser y de su hacer. Porque la Verdad no es una doctrina, ni un dogma, ni una idea, sino una persona: Jesús de Nazaret.

Jn. 14:6; 8:31, 36 – “… Yo soy la Verdad… si vosotros permaneciereis en mi palabra, seréis verdaderamente mis discípulos y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres…”

 

Notas

 

1 Blog “Expansión”. Orellana Gómez P.A. La posverdad, Los medios y el fact checking. 2018. 1

2 Hirigoyen M. F. Los Narcisos. Paidós. 2020. 196

3 Del Muro Solans J. G. Good Bye, Veritat. Una Aproximació a la Posveritat. Pagés Editors. 2018. 22

4 Ibid 25

5 Aparisi R y Garcia Marin D. (Coords.) La posverdad. Una cartografía de los medios, las redes y la política. Gedisa. 2019. 41

6 Sánchez J. Manual para Cínicos. Pensamiento Alternativo. 2006. 340

7 Ibid 340

8 “ 340

9 “ 341

Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - En el camino - ¡Posverdad! ¿Importa la verdad?