No nos engañemos: Dios no puede ser burlado

Activemos el necesario temor de Dios en nuestras vidas para apartarnos del mal en todas sus expresiones.

15 DE MARZO DE 2025 · 23:30

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Imagen de Kai Pilger en Unsplash

Pecado es todo acto, palabra o pensamiento consciente o inconsciente en contra de la voluntad de Dios. También podríamos describirlo, en su concepto más clásico, como errar el blanco en la diana de los propósitos de Dios para nuestra vida. Esta sería una definición muy primaria, pero bastante descriptiva del pecado. Porque el pecado y el pecar es una auténtica maldición contra uno mismo, además de una transgresión moral contra la inmaculada santidad de Dios. Podemos pecar de mil maneras diferentes contra Dios, contra nuestro prójimo y contra nosotros mismos. 

A propósito de lo que estamos tratando, no nos iría nada mal profundizar en la doctrina del pecado en sus más variadas formas y descubrir las psicotrampas del pecado y el horror que supone para Dios el pecado en su pura esencia y, de esa manera, activar el necesario temor de Dios en nuestras vidas para apartarnos del mal en todas sus expresiones.

Durante estos años he podido observar la enorme cantidad de errores de interpretación moral y bíblica que aducimos los cristianos para disculpar o justificar nuestras faltas y, por qué no decirlo, nuestros pecados personales de orgullo, envidia, venganza, crítica y mentiras piadosas. Por cierto, los pecados veniales no existen en la Palabra de Dios.

En diversas ocasiones he sido testigo de situaciones en donde algunos se compadecían de personas a las que se les exhortaba sobre ciertas cuestiones a corregir, respecto a un mal comportamiento o a una actitud perjudicial hacia terceros de manera recurrente y estas, a su vez, declaraban que se sentían heridas por las palabras de quienes les confrontaban con la verdad o trataban, de la mejor manera posible, de corregirles. Sin embargo, con el tiempo me he dado cuenta que lo único que tenían herido era su orgullo, pero no su alma. En estos juicios de valor tan distorsionados somos capaces de llamar a lo bueno malo y de justificar lo indigno, o incluso lo injustificable. Desde luego, esto no se corresponde con una conciencia limpia y transparente: “Porque el que encubre sus pecados no prosperará, más el que los confiesa y los abandona hallará misericordia” Proverbios 28:13.

Tal como venimos diciendo, Dios no bendice a los falsos testigos, a los chismosos y a los que crean discordias entre los hermanos y los amigos. Dios no bendice las mentiras que nos creemos como si fuesen verdades, ni las que decimos deliberadamente sobre algo o sobre alguien en particular difamándole, movidos por el rencor, dolor o resentimiento, creyendo incluso que les estamos haciendo verdadera justicia a tales personas, castigándoles con nuestras sentencias y supuestas verdades; muchas veces estas son verdades exageradas o malintencionadas.

Entonces, vienen a mi mente las sabias palabras de Pablo a los gálatas sobre el autoengaño, diciéndoles y diciéndonos a nosotros también hoy: "No os engañéis, Dios no puede ser burlado, porque todo lo que el hombre o la mujer sembraren eso mismo cosecharan" Gálatas 6:7. 

Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - El Tren de la Vida - No nos engañemos: Dios no puede ser burlado