Confesiones de un pietista del siglo XXI

Se puede ser pietista y renovado, contemporáneo, moderno y verdaderamente espiritual a la vez.

01 DE FEBRERO DE 2025 · 14:00

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Imagen de Le Tan en Unsplash.

Entiendo que para algunos lectores este término pietista es bastante inusual o incluso para otros también es desconocido. El movimiento pietista surge dentro del protestantismo alemán en el siglo XVII como un movimiento de avivamiento de santidad personal y como una reacción evangélica contra el intelectualismo y el formalismo dominante en las iglesias luteranas y calvinistas de la época. Con el tiempo este movimiento influiría en casi todo el mundo protestante.

El pietismo ponía un fuerte énfasis en la piedad personal, la experiencia religiosa sincera y una conexión profunda e íntima con Dios. El pietismo buscaba revitalizar la fe personal de los creyentes y una mayor pureza en la adoración y en la doctrina bíblica

Desde luego para los detractores de este estilo de vida no nos faltan adjetivos en forma sarcástica y despectiva, que en algunos casos también fueron ciertos en parte, convirtiéndose en un legalismo religioso. Los sinónimos negativos de pietismo eran, excesivamente sentimental, hipócritamente piadoso, santurrón, moralista, farisaico…

Tanto el pietismo como el liberalismo teológico y universalista son los dos extremos pendulares del cristianismo evangélico. Mientras que en el resto del universo cristiano evangélico, también existen tendencias y expresiones culticas y doctrinales de todo tipo y en algunos casos de lo más esperpéntico que podamos llegar a imaginar.

Cuando hablamos de pietismo (que sencillamente significa santidad práctica), algunos lo asocian con antimoderno, antiguo, místico, legalista…

Se puede ser pietista y renovado, contemporáneo, moderno y verdaderamente espiritual a la vez. Permitirme afirmar que sí se puede totalmente. No amar al mundo en cuanto a los placeres y cosas declaradamente pecaminosas que hay en el mundo actual, es nuestro llamado supremo a una vida de santidad sincera.

El temor de Dios no significa el terror de Dios conceptualmente, muy mal interpretado por los religiosos de turno. El temor de Dios significa apartarse del mal y huir de las contaminaciones pecaminosas que hay en este mundo, que por cierto no son pocas. 

Desde hace muchos años, con el maravilloso favor de la Gracia de Dios y la imprescindible asistencia del Espíritu Santo decidí solemnemente guardarme para Dios en todos los sentidos posibles, en cuanto a tentaciones, sensaciones de mi propia carne, renunciando a ser auto indulgente conmigo mismo en cuanto a comportamientos impropios de un hijo de Dios. Desde entonces y hasta hoy me determine a vivir para agradar a Dios en todo, apartándome de la maldad en sus más sofisticadas formas. Más de cincuenta años después, aquí sigo, declarándome abiertamente y sin complejos, un pietista confeso en este inquietante siglo XXI. Confieso que me apasiona vivir para mi buen Dios, al cual se lo debo todo en esta vida y por supuesto en la vida eterna que nos espera junto a Él.

Hablando acerca de este tema con amigos, que en definitiva tiene que ver con nuestra santidad práctica más que posicional, algunos me cuestionaban la imposibilidad de mantenerte puro y santo regularmente, tal como estoy proponiendo ahora para todos los cristianos nacidos de nuevo en nuestra generación. Por supuesto que no somos perfectos y que a veces pecamos en versión menor involuntariamente, pero este argumento mental no nos tiene que justificar para nuestro abandono espiritual

En cuanto a mi persona se refiere, tengo que decir que no vivo en ninguna burbuja, que no soy ningún ermitaño, que me desenvuelvo en los diferentes ámbitos sociales de la vida con toda normalidad. Que estoy en diferentes frentes de vanguardia en el servicio cristiano en nuestro país y que gracias a Dios tengo mi conciencia en paz y muy tranquila. Porque ser un genuino pietista no es vivir un cristianismo asustadizo y legalista que machaca nuestras conciencias de forma culpabilizante, esto no es así en absoluto, porque esa farragosa espiritualidad en definitiva es un falso cristianismo. Jesús oro por nosotros al Padre, diciéndole que aunque no somos de este mundo caído, sí que estamos en este mundo con un propósito en la vida y que también fuéramos guardados del mal y que nos santificáramos en la Verdad de su Palabra constantemente.

Pero también es cierto que en este aspecto hemos de ser intencionales y disfrutar de la belleza de una vida santa con toda pureza y determinación, para agradar al que nos llamó por su Gracia, con un llamamiento santo.

En las Escrituras hay cientos de apelaciones a vivir en santidad, como por ejemplo: “Así, como aquel que os llamó es santo, así también vosotros, sed santos en toda vuestra manera de vivir; porque escrito está: SED SANTOS, PORQUE YO SOY SANTO” 1ª Pedro 1: 15. Y finalmente os dejo una Palabra final que nos exhorta a ser sobrios y disciplinados en este bendito aspecto: “¿No sabéis que los que corren en el estadio, todos a la verdad corren, pero uno solo se lleva el premio? Corred de tal manera que lo obtengáis. Todo aquel que lucha, de todo se abstiene; ellos, a la verdad, para recibir una corona corruptible, pero nosotros, una incorruptible. Así que, yo de esta manera corro, no como a la ventura; de esta manera peleo, no como quien golpea el aire, sino que golpeo mi cuerpo, y lo pongo en servidumbre, no sea que habiendo sido heraldo para otros, yo mismo venga a ser eliminado” 1ª Corintios 9: 24-27

Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - El Tren de la Vida - Confesiones de un pietista del siglo XXI