¡Estamos ganando!

En medio de la prueba la Iglesia sigue caminando en victoria.

01 DE SEPTIEMBRE DE 2024 · 15:00

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Imagen de Jezael Melgoza.

Soy un observador del mundo que me rodea y de las constantes incidencias humanas que nos acontecen, pero nunca como en los albores de este tercer milenio me he podido percatar de tantísimas hostilidades generalizadas hacia Dios y hacia su Mesías (Jesucristo). Esto es lo que ya preconizaba el Salmo segundo: “¿Por qué se rebelan los pueblos?¿Por qué conspiran las naciones? Los reyes de la tierra hacen alianzas; los caudillos se declaran en contra del Señor y de su Mesías. Y dicen: «¡Vamos a quitarnos sus cadenas!¡Vamos a librarnos de sus ataduras!”.

Algunos pensarán que esta afirmación puede parecer un tanto exagerada por mi parte, pero sinceramente creo que no exagero en absoluto; prueba de ello es la promulgación de nuevas leyes inicuas en todo el mundo que alteran gravemente el código moral y ético de la conciencia universal que estaba inspirada hasta hace muy poco tiempo en los principios y valores judeocristianos.

Sin embargo, en estos momentos estamos asistiendo a una más que preocupante alteración de la conciencia social. Es harto conocido que la inducción de estados alterados de conciencia se ha utilizado para manipular a las personas y volverlas sumisas a la voluntad de oscuros intereses humanos, a través de los diferentes medios de influencia social y de no pocos gobiernos que usan malas artes para lograr sus propios fines. Y eso es precisamente lo que estamos viendo frecuentemente con una completa frivolidad y desfachatez. Por lo cual, ser un verdadero cristiano en este tiempo va a suponer darlo todo por Cristo, sin ambigüedades ni componendas, ni tampoco practicando una doble moral que traicione nuestra conciencia y los valores del Reino de Dios.

También creo que nos encontramos ante nuevos retos y nuevas oportunidades para proclamar, tanto de palabra como vivencialmente, una fe no fingida a la vez que una fe audaz. Aun en medio de este vendaval de iniquidades que está viniendo sobre toda la humanidad. Pero tenemos muy buenas noticias para todos y también para la Iglesia de Jesús en el mundo actual: a pesar de los agravios, humillaciones y persecuciones, incluso hasta el mismo martirio de millones de cristianos, ¡no estamos perdiendo la guerra por la salvación de las almas sino que la estamos ganando! En medio de esta hora de gran prueba mundial, la Iglesia de Dios sigue en marcha, tal como diría el viejo himno evangélico. En medio de la prueba la Iglesia sigue caminando en victoria.

Hoy más que nunca, están viniendo diariamente millares y millares de personas a la fe y a la salvación en Cristo en todos los continentes, como nunca antes en todas las generaciones anteriores. Por lo tanto, el fruto de la aflicción y de los padecimientos del Hijo de Dios por los perdidos se está cosechando ampliamente en esta inquietante generación. Estamos viendo cómo en el primer mundo se están restringiendo libertades por miedo al terrorismo global y también cómo los gobiernos occidentales están adoptando medidas que reprimen cada vez más la libertad de expresión religiosa en la esfera pública, a diferencia de otras pseudo libertades que se mantienen intactas, mientras que en otros países totalitarios y fundamentalistas no existe libertad de expresión ni democracia posible, a excepción del estado de Israel en Oriente Medio.

Nuestro adversario el diablo, en su irrefrenable locura y odio contra los cristianos, todavía no se ha dado cuenta que cuanto más persecución y hostilidad se provoca en contra del Señor y su Mesías, más crece la Iglesia de Dios en el mundo; esta es la bendita paradoja del Reino de Dios, porque escrito está: Las puertas del infierno no prevalecerán contra la Iglesia de Jesús. Pase lo que pase, los cristianos confesantes nunca debemos permitir ser asaltados por la diabólica sensación de que somos unos constantes perdedores o unos fracasados, como si de un maldito estigma se tratase, esta es una perversa mentira que no nos describe en absoluto. Porque en el peor de los casos, como diría nuestro hermano Pablo, “podemos estar atribulados en todo, más no angustiados, en apuros más no desesperados, perseguidos, más no desamparados, derribados, pero no destruidos... Antes, en todas estas cosas, somos más que vencedores por medio de Aquel que nos amó” (2ª Corintios 4: 8-9/ Romanos 8: 37).

Los cristianos del siglo XXI no hemos tenido el privilegio de ver a Jesús físicamente, como lo tuvieron nuestros primeros hermanos en la fe. Tampoco pudimos ser testigos del poderoso derramamiento del Espíritu Santo en Pentecostés que impulso a la Iglesia a grandes victorias y a poderosos avances del cristianismo en Eurasia. Tampoco fuimos testigos oculares de tantísimas maravillas de Dios en el pasado. Pero lo que ninguno de nuestros amados hermanos que nos precedieron a principios de la era cristiana pudieron llegar a imaginar, es el imponente avance del Evangelio en todos los continentes del planeta como nunca antes. Según diferentes agencias misioneras se calcula que más de dos mil millones de almas están abrazando la fe en Cristo Jesús en nuestra misma generación y esta cifra sigue creciendo imparablemente, por tanto amigos, no estamos perdiendo… ¡¡Estamos ganando!!

Hoy me he despertado con una gloriosa sensación; la cruz y la resurrección de Cristo son nuestra victoria total sobre el pecado, sobre la muerte y sobre el diablo. La cruz es el fin de la culpa y de la maldición del pecado. ¡Somos libres como preciosas palomas! ¡Nuestro destino eterno está asegurado por el victorioso Rey de reyes y Señor de señores! Por tanto, celebremos juntos la clamorosa victoria de nuestro Cristo, el Mesías Ungido, Aleluya!

 

 

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