Me asombra la soberanía de Dios en todo...

Nuestro país todavía puede llegar a experimentar una poderosa visitación divina.

20 DE ABRIL DE 2024 · 18:00

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Imagen de MIkolaj Felinski en Unsplash.

Esta es una de las características que más admiro en el ser y en el obrar de Dios. La soberanía de Dios es su derecho y poder para hacer todo lo que Él decida hacer, con quién quiera, cuando, cómo y dónde Él quiera... También tenemos que reconocer la soberanía de Dios en las pruebas de la vida para sus hijos, aunque a veces estas nos resulten duras de asumir además de complejas...

Al respecto existen preguntas sin respuestas humanas convincentes, como por ejemplo: ¿Por qué permite Dios la maldad en el mundo? ¿Por qué permite Dios la perversa influencia de Satanás sobre el mundo entero? ¿Por qué permite Dios el sufrimiento humano incluido el de sus santos?  Aún el mismo Job, no se atrevió a porfiar con Dios acerca de su desgracia, a pesar de sus justificados lamentos de dolor y angustia. Por ello queremos destacar sus asombrosas palabras “¿Aceptaremos el bien de Dios y no aceptaremos el mal? En todo esto Job no pecó con sus labios”.

Al igual que las innumerables bendiciones de Dios hacia todos sus hijos, que por cierto son muchas, del mismo modo también existen diversas situaciones y casos en las Escrituras que nos informan acerca de las pruebas y tribulaciones de fieles creyentes por los soberanos designios de Dios. Tengo a mano infinidad de citas bíblicas al respecto, pero solo quiero relatar algunos de los muchos textos acerca de este inagotable tema, solamente de manera textual pero sin mencionar las citas bíblicas en cuestión. Esta es una decisión personal para no convertir esta misteriosa cuestión en un intento de justificación personal.

También tengo que reconocer que me rechina el alma cuando leo o escucho el falaz argumento acerca de la doble predestinación o la expiación limitada, intoxicando así el maravilloso sentido de la soberanía de Dios con un argumento tan agresivamente determinista a la vez que excluyente. Por lo cual concluyo diciendo que el Dios nuestro ama a todos los seres humanos sin excepción a pesar de nuestros muchos pesares, porque tal como está escrito “Dios no hace acepción de personas”. Por eso, Dios muestra su amor hacía todos los hombres,  en que siendo aún pecadores como somos, Cristo murió por nosotros… Por esa razón la benignidad de Dios no es excluyente para nadie, otra cosa es desechar la generosa Gracia de Dios y echarnos a perder voluntariamente.

Otra cuestión importante sobre la soberanía de Dios es que esta nunca malogra el libre albedrio humano, de hecho la soberanía de Dios lo exalta al máximo… “He puesto delante de ti la bendición y la maldición, la vida y la muerte,  escoge pues hoy la vida para que te vaya bien…”. Esto nos convierte en seres moralmente responsables ante Dios.

Cuando el apóstol Pablo defiende argumentalmente la elección soberana de Dios hacia Israel en los capítulos del nueve al once de la carta a los Romanos, comienza con un soliloquio teológico sobre la soberanía de Dios realmente magistral, que por cierto algunos malinterpretan completamente convirtiendo esta cuestión en un fatalismo inevitable para quienes Dios va a condenar irremisiblemente sin posibilidad alguna de salvación, según esta errónea interpretación acerca de la soberanía de nuestro buen Dios, lo cual convertiría a ciertas personas en el maldito estigma de una inevitable condenación por parte de un Dios supuestamente arbitrario.

Por supuesto que Dios puede hacer lo que mejor le parezca, pero cuando descubrimos la extraordinaria naturaleza de Dios llegamos a la impresionante conclusión que “de tal manera amó Dios al mundo (no a casi todo el mundo), que dio a su Hijo Unigénito, para que todo aquel (cualquiera) que en Él crea no se pierda más tenga vida eterna, porque no envió Dios a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por él…”.

El libro del profeta Jonás es un auténtico manifiesto de la soberanía de Dios sobre toda la creación y sobre la historia humana a pesar de nuestras objeciones y contradicciones humanas. En este sorprendente relato también descubrí hace algún tiempo, que el despertar espiritual y los avivamientos de cualquier lugar y época tienen mucho que ver con el designio soberano de Dios para cada cultura y nación en tiempo y oportunidad y esto a su vez tiene que ver con el clamor incesante de un remanente fiel que suplica Gracia divina para una ciudad o un país durante largo tiempo hasta que el Señor determina y responde diciendo ¡ahora es el tiempo!.

Y eso sucede cuando los hombres y mujeres de cualquier ciudad o nación comienzan a “invocar el Nombre del Señor Jesús” con sincero arrepentimiento al estilo Nínive.

Quién podría llegar a imaginar que el imperio asirio en todo su esplendor y a la vez el más cruel de la época, quien también fuera el continuo órdago contra Israel, pudiera llegar a ser objeto de un acto soberano de la misericordia de Dios tan llamativo; de ahí la indolente respuesta del profeta Jonás por sus prejuicios políticos y religiosos.

Este tipo de acontecimientos extraordinarios fortalecen nuestra esperanza y nos sugiere que nuestro país todavía puede llegar a experimentar una poderosa visitación divina en amplios sectores de nuestra población cual lluvia tardía en esta misma generación… Por esa importante razón oramos al Dios nuestro, ¡Señor manda tu lluvia sobre nuestro amado país… Amén!

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