El Dios que se hizo hombre

La irrupción del Mesías ignorado por los suyos en Israel nos demuestra la deliberada aproximación del Dios que se hizo hombre hacia la raza humana caída y perdida en sus muchos extravíos.

26 DE DICIEMBRE DE 2021 · 14:00

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Foto de Timothy Eberly en Unsplash.

Volvemos a considerar el hecho más grandioso de la historia de la humanidad,  y prueba de ello es la implantación universal y festiva en el calendario cristiano por el emperador Justiniano en el siglo VI después de Cristo, incluido algún pequeño error de cálculo por parte de Dionisio el Exiguo quién fue el encargado de indagar y ponerle fecha al nuevo calendario que anteriormente se le conocía como el anno domini o el año del Señor.  

Sin pretender buscar comparaciones con la mitología griega ni con otras supuestas divinidades de la antropología social comparables a la Encarnación del Verbo Eterno, tal y como nos describe el evangelista Juan “y aquel Verbo (Jesús) se hizo carne y habito entre nosotros (y vimos su gloria, gloria como del Unigénito del Padre) lleno de gracia y de verdad”. El logos, la Palabra encarnada de Dios, la sabiduría personificada, se humanó y planto su tabernáculo (su cuerpo mortal) entre nosotros, los seres humanos… 

El gran misterio trinitario para la mente humana se nos anticipa de forma tanto explícita como implícita en la poderosa declaración teológica del prólogo del evangelio de Juan en su primer capítulo, “En el principio era el Verbo y el Verbo era con Dios y el Verbo era Dios”. Esta descripción aparentemente filosófica del más veterano de los apóstoles del Señor Jesús, como respuesta al gnosticismo rampante de la época, manifiesta una revelación extraordinaria de la encarnación del Hijo de Dios y de su anonadamiento absoluto, como también nos muestra la siguiente declaración paulina, “el cual siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres…”

Este hecho además de su gran excepcionalidad también nos resulta abrumador y sorprendente por su singular aparición en la escena humana, como un bebé que nace de una virgen y se somete a los estadios normales del desarrollo biológico como cualquier otro ser humano. Este es el denominado misterio de la piedad, Dios manifestado en carne. La irrupción del Mesías ignorado por los suyos en Israel nos demuestra la deliberada aproximación del Dios que se hizo hombre hacia la raza humana caída y perdida en sus muchos extravíos.  

Es realmente asombrosa además de maravillosa la venida de Jesús al mundo de los mortales de forma tan sencilla cómo paradójica, tal como fue la de un niño pobre sin un lugar estable donde vivir y que además contrariaba las expectativas mesiánicas de Israel, de tal modo “que a lo suyo vino y los suyos no le recibieron”

Podríamos tratar muchas más consideraciones respecto a la venida del Hijo de Dios a nuestro pobre mundo, pero con esta breve reflexión solo queremos limitarnos a exaltar la grandeza y la humildad del Hijo del Hombre quién fue nada más y nada menos que el Dios que se hizo hombre. Tal como nos describe magistralmente Juan, quién fuera su fiel amigo del alma, “… y el Verbo era Dios”, el Pantocrátor, el Todopoderoso que venía a este mundo para iluminar la oscuridad y salvar lo que se había perdido, que éramos precisamente todos y cada uno de nosotros

Desde entonces, cuando el cielo besó la tierra con la llegada del más Admirable de los hijos de los hombres, quien fuera también el Príncipe de paz, se cumplió a la perfección el presagio profético de las Escrituras: “Cuando vino el cumplimiento del tiempo, Dios envío a su Hijo nacido de mujer…” este es Jesús el Salvador del mundo… y el mundo eres exactamente tú querido amigo/a.

Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - El Tren de la Vida - El Dios que se hizo hombre