Vivir y andar en el Espíritu sí es posible

Nuestro desafío personal es vivir y andar cada día en el Espíritu, optando por las cosas que agradan a Dios, renunciando a todo lo que le desagrada como son las obras de la carne.

05 DE JUNIO DE 2021 · 23:52

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Imagen de Michael L en Unsplash.

Leyendo y observando el movimiento de los discípulos de Cristo en los Hechos de los apóstoles uno se da cuenta de que estaban inmersos en una auténtica catarata de bendiciones y en un dinamismo espiritual realmente electrizante, aunque no por ello exento de dificultades que surgían a medida que la bendición aumentaba por momentos en la naciente iglesia de Jerusalén. El dinamismo y la intrepidez que les caracterizaba eran realmente admirables, sin duda era algo completamente nuevo para aquellos judíos mesiánicos que confesaban a Jesucristo como su Señor y Mesías.

Las múltiples experiencias vividas con el Espíritu Santo y las evidencias de su poder manifiesto les impulsaban a nuevos desafíos que afrontaban con gran determinación y con enorme valentía (Hechos 4:1-31). El compromiso adquirido en una intensa y fructífera vida comunitaria les hacía invencibles ante cualquier imponderable que pudiera surgir por su admirable unidad de visión y acción y también por la compasión hacía las necesidades circundantes de la gente, que les convirtió sin apenas darse cuenta en una verdadera comunidad de bienes compartidos (Hechos 4:32-35) y esta expresión tan llamativa de amor demostrativo les otorgaba una credibilidad absoluta y los hacía más creíbles y atractivos en todos los sentidos (Hechos 2: 43-47).

También es cierto que la sociedad de entonces era una sociedad más desclasada y por lo tanto más desarraigada socialmente de forma generalizada, por lo que este nuevo movimiento que fue impulsado desde el Aposento Alto en el día de Pentecostés por una visitación divina comenzó a revolucionar su medio social con un mensaje convincente a la vez que poderoso (Hechos 2). La persuasión evangelistica tuvo un efecto fulminante entre los habitantes de Jerusalén por este pequeño grupo de hombres y mujeres que habían recibido una desconocida dotación del Espíritu que los transformaba por momentos y que comenzó a afectar la vida social y espiritual de aquella ciudad tan cosmopolita (Hechos 2: 36-42)

Aunque este es el espejo en el que nos podemos mirar para detectar los principios dinámicos y operativos que vemos en todas las etapas de las nuevas iglesias neotestamentarias, tenemos que trasladarnos al mundo actual, veinte siglos después. Y aplicar esta bendita propuesta a la experiencia personal de cada uno de nosotros, dejando atrás la irresistible influencia de esa naciente comunidad pentecostal que se movía en muchas direcciones bajo el poderoso influjo del Espíritu Santo  sorprendiendo a propios y a extraños.

Cuando la Palabra de Dios nos emplaza a vivir y andar en el Espíritu (Gálatas 5: 16,25) no debemos de pensar que esta propuesta es impracticable y mucho menos en el mundo de hoy sino todo lo contrario. Soy consciente de que hemos visto algunos esperpentos que han generado más confusión que certezas en este sentido, pero también es cierto que hemos visto y oído a otros muchos en diferentes partes del mundo que también nos han transmitido autenticidad y verdaderos frutos del Espíritu. No olvidemos que la cizaña siempre esta mezclada con el trigo y que oportunamente el gran segador marcara la diferencia final. Pero mientras tanto nuestro desafío personal es vivir y andar cada día en el Espíritu, optando por las cosas que agradan a Dios, renunciando a todo lo que le desagrada como son las obras de la carne (Gálatas 5: 16-25). Es indudable que todos sabemos lo que está bien y lo que está mal, aunque en muchos casos nos volvemos muy autoindulgentes con nosotros mismos respecto a comportamientos impropios de un creyente nacido de nuevo. Y en este sentido no debemos de hacernos trampa a nosotros mismos y mantener a toda costa una buena conciencia ante Dios y ante los hombres.

Romanos capítulo 8 es un verdadero manual de la vida en el Espíritu; el apóstol Pablo después de habernos explicado previamente el conflicto espiritual del creyente con respecto al pecado y la única forma de someter nuestra vieja naturaleza con el poder del Espíritu, (que por cierto habita en nosotros) nos revela la clave del éxito espiritual (Romanos 8:13).

Algunos han idealizado y hasta mistificado la vida en el Espíritu con un exagerado perfeccionismo cuando no un legalismo que no produce más que condenación y frustración en la conciencia del creyente. Pero esto no disculpa en modo alguno nuestra necesaria responsabilidad con respecto a ser decididos y determinados en vivir esta maravillosa aventura de la vida en el Espíritu, que resulta en una santidad práctica y en la belleza de una experiencia espiritual que glorifica a Dios en gran manera. Esta es sencillamente la clase de vida a la que hemos sido llamados todos y cada uno de los que nos hemos convertido por la gracia de Dios en linaje escogido, real sacerdocio y nación santa… porque que la vida en el Espíritu es posible, necesaria y deseable. ¡Maranata!

Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - El Tren de la Vida - Vivir y andar en el Espíritu sí es posible