El poder de la luz
La luz brilla en medio de la oscuridad y ejerce una influencia benigna sobre todas las actividades humanas.
05 DE DICIEMBRE DE 2020 · 19:00
![Imagen de [link]Patrick Tomasso[/link] en Unsplash.,](https://media.protestantedigital.com/imagenes/5fca6f1fdcb6c_patrick-tomasso-1NTFSnV-KLs-unsplash.jpg)
Me doy perfecta cuenta que nos hemos acostumbrado a multitud de cosas que nos pasan desapercibidas, pero tienen un enorme valor e influencia en nuestra vida cotidiana, más allá de lo que pudiéramos llegar a imaginar. Entre algunos de los suministros importantes de los que disfrutamos habitualmente, se encuentra la luz eléctrica. Este fue el gran invento de Tomas Edison en 1929 que revolucionó la vida de las ciudades y de los hogares, cambiando la atenuada luz de las lámparas de gas por la bombilla incandescente, suponiendo un gran cambio en la pálida iluminación de las ciudades de todo el planeta. Edison creó la primera central eléctrica del mundo, en Nueva York, ideando un sistema subterráneo que alimentaba las bombillas de miles de hogares, produciendo una auténtica explosión de luz que incluso afectó positivamente el estado de ánimo de los ciudadanos del mundo en general.
La luz en la Biblia también expresa una perfecta sintonía con el concepto de la verdad, en este caso, se trata de la verdad suprema que se ha manifestado en la persona de Jesucristo: “Aquella luz verdadera que alumbra a todo ser humano, venía a este mundo” y Juan el evangelista nos reitera “que en Él (Jesús) estaba la vida y la vida era la luz de los hombres”. Por eso, el Espíritu Santo nos recuerda que “Dios es luz” y que “Jesús es la luz del mundo y todo aquel que le sigue no caminará en la oscuridad, sino que tendrá la luz de la vida”.
La misma Biblia es considerada una potente luz divina que ilumina nuestro caminar diario. Alrededor de cuatrocientas veces se menciona la palabra luz en las Escrituras, porque la luz nos sugiere vida, verdad y pureza, y eso manifiesta la misma esencia de la naturaleza divina.
La palabra luz se menciona unas cuatrocientas veces en la Biblia.
Los creyentes nacidos de nuevo somos luz en el Señor y el propio Jesús nos declara a los cristianos como la luz del mundo, sugiriendo que la Iglesia es como una ciudad visiblemente iluminada sobre la parte alta de una montaña que tiene que irradiar su luz a los sombríos peregrinos que caminan por los accidentados valles de la vida.La luz nos habla de fuerza, de poder y de influencia; y así es nuestro buen Dios, su naturaleza intrínseca es su deslumbrante santidad y su admirable poder. Personalmente, soy un admirador de la santidad de Dios y su extraordinaria belleza, y esto también nos habla de sus perfecciones. “Así alumbre vuestra luz delante de los hombres”, declara Jesús a sus seguidores, y esta es una de las señales más distintivas de la fe cristiana. Porque nuestra luz es su luz en nosotros y tiene un poder de irradiación ilimitado. Cuando alumbramos nuestro entorno con su luz, exaltamos su amor y su compasión hacía todos los hombres, sin distinción de sexo, raza o religión, porque Dios no hace acepción de personas.
Una de las cosas que más me fascinan de la Navidad es el espectáculo multicolor de las luces que engalanan nuestras ciudades, con ese derroche luminotécnico tan impresionante que disfrutamos durante algunas semanas. El efecto que esas luces producen en la gente es, sin duda, de alegría popular, de ánimo y de buenos deseos para todos, especialmente en estos momentos tan difíciles e inquietantes que estamos atravesando a causa de la pandemia que sigue azotando nuestras ciudades y cobrándose multitud de víctimas. Pero con todo y con ello, no perdemos la esperanza de que siempre hay un mañana mejor.
La luz brilla en medio de la oscuridad y ejerce una influencia benigna sobre todas las actividades humanas. La luz de Dios no solo representa la verdad sino que desenmascara las mentiras diabólicas y es también el triunfo del bien contra el mal (es el eterno conflicto de la luz contra la oscuridad).
Desde el principio de los tiempos, aquellas impresionantes palabras de Elohim: “Sea la luz y fue la luz” nos inspiran fuerza, visibilidad y poder. Porque otro de los efectos benignos de la luz también es su poderosa influencia sobre toda la creación y aun sobre la salud humana.
Quizás no seamos del todo conscientes del poder de influencia que ejercemos los hijos de Dios sobre nuestro entorno porque “somos hijos de la luz”, y según la revelación del apóstol Pablo “brillamos como estrellas en esta oscura noche de la humanidad”. Yo me he creído la asignación del Señor Jesús respecto a nosotros sus hijos: “Vosotros sois la luz del mundo”; y en esta densa oscuridad que representan la mentira, la perversidad y la maldad, hemos de pelear la buena batalla de la fe contra el mal, con las poderosas armas de la luz que son la verdad del Evangelio y el amor de Dios que iluminan el camino de la salvación para muchos náufragos de la vida.
Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - El Tren de la Vida - El poder de la luz