Don Quijote con fondo bíblico: Don Quijote enjaulado

Cuando Cervantes alude en el capítulo 47 a un carro de fuego, que lleva a su ocupante por los aires con extraña ligereza, tiene en la mente al arrebatamiento del profeta Elías.

07 DE NOVIEMBRE DE 2024 · 17:40

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Imagen de Michael Barth, Unsplash.itco, Unsplash.

El cura y el barbero, vecinos de Don Quijote lo siguieron hasta la venta que a él parecía castillo. Llevaban la intención de volver al Caballero hasta la aldea que había abandonado. Con ayuda de la siempre presente Dorotea urdieron un plan que les daría resultados. «Concertaron con un carretero de bueyes que acaso acertó a pasar por allí, para que lo llevase en esta forma: hicieron una como jaula de palos enrejados, capaz que pudiese en ella caber holgadamente Don Quijote, y luego se cubrieron los rostros y se disfrazaron, de modo que a Don Quijote le pareciese ser otra gente de la que en aquel castillo había visto». (El Quijote, primera parte, capítulo 46).

Hecho esto entraron con grandísimo silencio adonde dormía el Caballero, le ataron las manos y los pies de tal manera que cuando despertó no pudo menearse. El inocente de Don Quijote pensó que aquel castillo estaba encantado. En realidad, como se explica, no era castillo, sino una venta.

Sancho no osaba decir palabra, esperando a ver en qué quedaba todo aquello. Fue que trayendo la jaula, le encerraron dentro y le clavaron las maderas tan fuertemente que no se pudiera romper a dos tirones.

Pusieron a Don Quijote en el carro, como venía, y prosiguieron su camino. Al cabo de seis días llegaron a su aldea. Era domingo, hacia la mitad del día, cuando la gente estaba en la plaza. Acudieron todos a ver al hombre que llegaba en el carro y cuando lo reconocieron quedaron maravillados. Un muchacho corrió a dar la noticia al ama y a la sobrina. Estas llegaron corriendo y entre sollozos maldijeron todos los libros de caballería.

Aquí Cervantes pone fin a los 52 capítulos en la primera parte de su genial novela.

Cuando alude en el capítulo 47 a un carro de fuego, que lleva a su ocupante por los aires con extraña ligereza, tiene en la mente al arrebatamiento del profeta Elías. Mientras hablaba con su sucesor, el también profeta Eliseo, «un carro de fuego con caballos de fuego apartó a los dos, y Elías subió al cielo en un torbellino». (2º de Reyes 2: 11).

El carro y los caballos se interponen y separan a Elías de Eliseo. El fenómeno fue visto solamente por el sucesor, quien no perdía de vista a su maestro hasta que este desapareció en el cielo. Comentaristas de la Biblia coinciden en que en el rapto de Elías hubo sustancialmente una intervención de Dios. El lugar del rapto se sitúa en una colina al este del río Jordán, frente a Jericó. ¿Adónde fue trasladado? La Biblia no lo especifica. Los hijos de los profetas pensaron que había sido llevado a un monte o valle cercano y lo buscaron inútilmente durante tres días. Eliseo, que fue el único espectador presencial, guardó silencio.

 

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