Manuel Azaña

“Poseía -dice Aragón sobre el presidente de la segunda República- un riguroso espíritu crítico, un fino criterio estético y un amplio bagaje cultural”.

03 DE AGOSTO DE 2023 · 16:36

Escultura de Manuel Azaña, en Alcalá de Henares./ <a target="_blank" href="https://es.wikipedia.org/wiki/Manuel_Aza%C3%B1a#/media/Archivo:Alcal%C3%A1_de_Henares_-_Madrid_-_558.jpg">M.Peinado</a>, Wikipedia, CC 3.0,
Escultura de Manuel Azaña, en Alcalá de Henares./ M.Peinado, Wikipedia, CC 3.0

El diario francés Liberation ha echado una mirada a la segunda República española, destacando la figura de su último presidente, Manuel Azaña. A partir de 1939 tomó parte activa en la política y fundó el partido Acción Republicana. En 1930, al ser depuesto Alcalá Zamora, fue elegido presidente de la República. Cuando las tropas de Franco tomaron Cataluña se refugió en Francia. Murió en Montauban, capital del departamento de Tar-Garonne, el 3 de noviembre 1940.

Manuel Azaña fue un intelectual completo. En el libro Manuel Azaña o la tragedia del liberalismo español, Manuel de Aragón lo equipara a los grandes escritores de su época, Ortega, Unamuno, Azorín y otros. “Poseía, sigue Aragón, un riguroso espíritu crítico, un fino criterio estético y un amplio bagaje cultural”.

La Iglesia católica no concedió a Azaña ni un momento de respiro. Enfrentado a ella, el 17 de julio 1931, siendo entonces presidente del Consejo, declaró en el Congreso: “El problema religioso es un problema íntimo de la conciencia, pero no un problema político. Nosotros, a mi entender, eso lo tenemos resuelto. Lo tenemos dicho cincuenta veces. No hay más que una manera de resolverlo. Se trata de aplicar aquellos principios de civilidad, de laicismo y de independencia del poder público, que son los postulados de toda nación bien gobernada”.

El artículo 3 de la Constitución entonces vigente, disponía: “El Estado español no tiene religión oficial”. Artículo 26: “Todas las confesiones religiosas serán consideradas como asociaciones sometidas a una ley especial”. Artículo 27: “La libertad de conciencia y el derecho a practicar y profesar libremente cualquier religión quedan garantizados en el territorio español, salvo el respeto debido a las exigencias de la moral pública”.

En el contexto de un discurso pronunciado en las Cortes el 13 de octubre de 1931, cuando los citados artículos de la Constitución se hallaban en plena y fogosa discusión, Azaña pronunció su famosa frase: “España ha dejado de ser católica”.

Por entonces no faltaron medios informativos cercanos a la Iglesia católica que calificaron a Azaña de ateo. La afirmación parte de emparentar anticlericalismo con ateísmo. España fue regalada con dos generaciones de intelectuales conocidos, la generación del 27 y la generación del 98. Casi todos los hombres que formaron parte de estas generaciones, desde Juan Ramón Jiménez a Federico García Lorca, fueron anticlericales, pero en absoluto ateos, al contrario, fieles creyentes en Dios; como demuestra Juan Ramón en su libro Dios deseado y deseante fue un anticatólico activo, ahí está la historia. Anticatólico sí, pero no ateo. Azaña leía y meditaba la Biblia, como lo demuestra el hecho de haber publicado una notable traducción de La Biblia en España, del inglés George Borrow. Traducir un libro sobre la Biblia implica haberla leído.

Azaña dejó profundos rasgos de creencia y espiritualidad en otros de sus libros, como El jardín de los frailes, La invención del Quijote y especialmente en una de sus mejores obras, La velada de Benicarló, valiosísimo como testamento espiritual. Entre sus ensayos de crítica literaria sobresalen los dedicados a Juan Valera, por el que le fue concedido el Premio Nacional de Literatura en 1926 y La novela de Pepita Jiménez.

Atraído por el Nuevo Testamento afirmaba que “el uso más desatinado que se puede hacer de él es aducirlo como texto de argumentos políticos y la deformación de la figura de Jesús. La experiencia cristiana –añadía– es una cosa terrible, y sólo se puede tratar en serio; el que no la conozca que deje el Evangelio en su alacena”.

En el citado discurso del 13 de octubre 1931 en el Congreso, concede atención a los protestantes. Dice a los diputados: “El Estado ignora absolutamente a la Iglesia protestante española. En España hay una Iglesia protestante o varias, con sus obispos y fieles, y el Estado las ignora”.

Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - El punto en la palabra - Manuel Azaña