Terrorismo político y terrorismo religioso

A medida que las democracias se debilitan, y está ocurriendo en todas partes, el terrorismo crece en poder.

23 DE MARZO DE 2023 · 19:00

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Imagen de Ennio Dybeli en Unsplash.

“El enemigo planetario número uno es el terrorismo”, ha dicho el Secretario General de las Naciones Unidas. Por otro lado, el expresidente de Estados Unidos Bill Clinton llamó en su día a los terroristas “bestias negras” en el nuevo orden mundial, y anunció: “no tendréis sitio donde correr ni donde ocultaros”.

Este principio de siglo, tan radicalmente conflictivo y espectacular, está encontrando en el terrorismo político una de sus más constantes lacras. Los orígenes doctrinales del terrorismo político hay que buscarlos necesariamente en la antigua Grecia. Sus antecedentes son anteriores en miles de años a la filosofía de la bomba. Walter Laqueur, en la obra que en 1977 dedicó al terrorismo, dice que Marx y Engels ejercieron una forma de terrorismo individual contra sus enemigos ideológicos que en ocasiones derivó en terrorismo de masas. Posteriormente, “los marxistas rusos reanudaron el debate sobre el terrorismo cuando los social-revolucionarios iniciaron otra vez las operaciones terroristas al terminar el siglo XIX”, escribe Laqueur.

Existe la creencia muy extendida de que el terrorismo moderno tiene una vertiente política y está ligado a los nacionalismos. Esto no es totalmente exacto en el caso del terrorismo islámico, en el que sus miembros son fanáticos empujados a la violencia por razones xenófobas y de odio a la cultura cristiana.

Ninguna definición del terrorismo podría abarcar todas las variedades que han aparecido a través de la historia. Existe un tipo de terrorismo justificado en términos teológicos llamado terrorismo “santo”, “sagrado” o “religioso”. Para muchos historiadores, los conquistadores blancos que llegaron a tierras americanas ejercieron contra los nativos un terrorismo religioso, argumentando que los indios americanos estaban predestinados por naturaleza a ser esclavos. Teólogos protestantes sostuvieron que los negros eran descendientes de Cam, uno de los tres hijos de Noé, y por tanto estaban condenados a permanente esclavitud. En 1839, el papa Gregorio XV decía que la esclavitud no era tan mala si el esclavo era propiedad de un buen amo.

Para el catedrático Gregario Peces Barbas, la Iglesia católica ha estado en el origen de graves situaciones de tensión social, de violencia y de terrorismo. Hoy día nadie duda de que el terrorismo vasco de ETA se incubó en seminarios católicos, al igual que el terrorismo del IRA irlandés.

No han sido mejores los protestantes. Los terroristas blancos del Ku Klux Klan quemaban negros mientras leían versículos y capítulos de la Biblia.

Los mesianistas judíos organizaron el “Complot del Templo”, una conspiración terrorista para volar los santuarios sagrados de los musulmanes, construidos en Jerusalén sobre las ruinas del segundo templo. Abrigaban la esperanza de poder construir el tercer templo, que precipitaría la llegada del Mesías. Cuando Yigal Amir, el joven estudiante de derecho que el 5 de noviembre de 1995 asesinó al presidente judío Isaac Rabin supo que éste había muerto, exclamó: “Estoy satisfecho. He actuado por órdenes de Dios”. Según especialistas en grupos terroristas judíos, existen en Israel entre 200 y 300 judíos fuertemente armados dispuestos a continuar las acciones terroristas en nombre de Jehová.

Medio hermanos de los judíos, los musulmanes se han convertido en los más peligrosos terroristas de este final de siglo. De entre todas las organizaciones terroristas surgidas de la interpretación violenta del Corán, y son muchas, la Yihad islámica se está manifestando como la más sanguinaria dentro y fuera del Islam. Sus células clandestinas dirigidas por comandos militares de Hezbolá, con un significado tan incongruente como “partido de Dios”, libran cruentas batallas en Oriente y en Occidente.

Con el inicio del siglo hemos conocido el sangriento terrorismo islámico del fundamentalista Bin Laden, cuyas trágicas consecuencias las hemos padecido en Nueva York en septiembre del 2001 y en Madrid. Un terrorismo que no cesa y que apunta un futuro macabro.

El terrorismo religioso no se limita a católicos, protestantes, judíos y mahometanos. Su dimensión, desgraciadamente, abarca otras creencias. El terrorismo en la India en los años 90 tuvo un tinte claramente religioso (el culto de la diosa Kali y la campaña contra la muerte de las vacas) y fue practicado con frecuencia por brahamanes de elevada posición. Miembros de la religión Shilk, musulmanes e hinduistas están empeñados desde hace tiempo en acciones terroristas tendentes a la aniquilación de las tres religiones.

¿Adónde nos conducirá la ola de terrorismo que nos invade? No hay profeta que pueda predecirlo. Porque a medida que las democracias se debilitan, y está ocurriendo en todas partes, el terrorismo crece en poder. Sólo Dios, dueño del tiempo y conocedor del futuro, está en el secreto de la Historia.

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