Andanzas y lecciones de Don Quijote (14): topar con la Iglesia

El Nuevo Testamento, principalmente los cuatro evangelios, enseñan que el cristianismo no es una religión, el cristianismo es vida.

10 DE FEBRERO DE 2022 · 17:00

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Foto de Grant Whitty en Unsplash CC.

“Habiendo aplacado Sancho a su mujer y Don Quijote a su sobrina y ama, al anochecer, sin que nadie lo viese sino el bachiller, que quiso acompañarles media legua del lugar, se pusieron en camino del Toboso, Don Quijote sobre su buen Rocinante, y Sancho sobre su antiguo rucio. Media noche era por filo, poco más o menos, cuando Don Quijote y Sancho dejaron el monte y entraron en el Toboso. Estaba el pueblo en un sosegado silencio, porque todos sus vecinos dormían y reposaban a pierna tendida, como suele decirse…. Guio Don Quijote, y habiendo andado como doscientos pasos, dio con el bulto que hacía la sombra, y vio una gran torre, y luego conoció que el tal edificio no era alcazar, sino la Iglesia principal del pueblo. Y dijo:

“Con la iglesia hemos dado, Sancho”. Otras versiones de la novela traducen: “Con la iglesia hemos topado”. El sentido es el mismo.

Especialistas en el Quijote, como Martín de Riquer, Sebastián de Covarrubia, Américo Castro, Diego Clemencín, Luis Astrana Marín, Santiago Ramón y Cajal, Nicolás Díaz de Bemjumea, José Quintana, Juan Antonio Pellicer, Vicente de los Ríos y otros reputados cervantistas están de acuerdo en lo mismo: Don Quijote y Sancho toparon literalmente contra el edificio de la iglesia católica más importante del pueblo.

En lo que no coinciden los escritores citados es en el sentido de la frase: ¿Se refería Don Quijote simplemente al dar contra los muros de la Iglesia o pensaba en el peligro que supone tener a la Iglesia católica en contra?

El presbítero católico Miguel Cortacero dice en su libro Cervantes y el Evangelio que el Quijote es novela “de un simbolismo tan grande que apenas si podrían contarse los comentarios que se han hecho de él”. ¿Será acaso que detrás de las figuras que Cervantes hace pasar por delante de nosotros hay ideas más profundas que no puede o no quiere expresar? En sus Meditaciones del Quijote Ortega y Gasset escribe: “No existe libro alguno cuyo poder de alusiones simbólicas al sentido universal sea tan grande como en el Quijote”.

Francisco Navarro y Ledesma explica en su obra El ingenioso Miguel de Cervantes Saavedra que la frase topar con la Iglesia hay que entenderla a la luz de la excomunión contra Cervantes por el embargo de 120 faenas de trigo que pertenecían a la Iglesia católica siendo recaudador de impuestos en Sevilla.

Una excomunión más le cayó a Don Quijote cuando arremetió espada en mano contra 11 sacerdotes que se dirigían a Segovia para dar sepultura al cuerpo muerto de un caballero principal en la ciudad de Baeza. Uno de ellos dice a Don Quijote: “Olvidábaseme decir que advierta vuestra merced que queda descomulgado, por haber puesto las manos violentamente en cosa sagrada”. (Don Quijote, capítulo XIX, primera parte).

Fue el papa Alejandro III, en el tercer concilio ecuménico de Letrán, quien dio principio a la inquisición en el siglo XII. El cuarto concilio de Letrán, en 1215, codificó las leyes de la inquisición y urgió su cumplimiento. Otro papa, Gregorio IX, ordenó en 1231 la creación del tribunal de la Inquisición. Ahorro a los lectores de este artículo la enumeración de las penas que dictaba la inquisición, pero sus representantes, los inquisidores, actuaban con extrema crueldad.

En su libro Cervantes en su época, Francisco Olmos García escribe: “Cervantes alude varias veces a la inquisición a lo largo de toda su obra, pero no justifica nunca su existencia, antes bien adopta ante ella una actitud hostil que manifiesta a través del terror que infunde en sus víctimas, con alusiones a los tormentos empleados por los ministros del Santo Oficio, o mediante gestos de activa solidaridad con las víctimas”.

Casi al final de la novela, en el capítulo 69 de la segunda parte, Cervantes pone en ridículo a la inquisición haciendo burla de un supuesto auto de fe. Cuando el duque y la duquesa se dirigían hacia el teatro instalado en palacio, donde estaban caballero y escudero, “salió un ministro, y llegándose a Sancho, le echó una ropa de bocacil (tela de hilo gruesa y basta) negro encima, toda pintada con llamas de fuego, y quitándole la caperuza, le puso en la cabeza una coroza al modo de las que sacan los penitenciados por el Santo Oficio, y díjole al oído que no descosiese los labios, porque le echarían una mordaza o le quitarían la vida. Mirábase Sancho de arriba abajo, veíase ardiendo en llamas; pero como no le quemaban, no las estimaba dos ardites. Quitase la coroza, viola pintada de diablos, volviósela a poner, diciendo entre sí:

–Aún bien que ni ellas me abrasan, ni ellos me llevan”. (Don Quijote, segunda parte, capítulo 69).

“Ni ellas me abrasan, ni ellos me llevan”. Una sátira contra el poder y las prácticas de la inquisición. Ni las llamas que encendían para quemar a los condenados ni los demonios que los transportaban al infierno le afectaban en absoluto, dice Sancho en tono burlón.

Cuando Cervantes trata asuntos de índole religiosa tiende a mezclar las bromas con las verdades. Américo Castro, en su libro Cervantes y los casticismos españoles, afirma que “el Quijote, además de sobre muchas otras cosas, fue construido partiendo de una visión secularizada del cristianismo… Tanto en el Quijote como fuera de él, Cervantes ha dejado escapar alusiones a la fase religiosa del conflicto, o antagonismo, entre los valores espirituales exteriores y los valores íntimos”.

Sabio Américo Castro. La religión, la que sea, está encerrada en una serie de prácticas exteriores que los fieles deben practicar.

Pero el Nuevo Testamento, principalmente los cuatro Evangelios, enseñan que el cristianismo no es una religión, el cristianismo es vida. Cuando el Hijo muere, el Padre no clava sobre el madero de la cruz un texto con nuevas normas religiosas, clava una vida, la vida del Hijo. Jesucristo era plenamente consciente de esta realidad. Hablando a judíos fariseos les dice: “Yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia”. (Juan 10:10). Para que tengamos vida descendió del cielo y murió crucificado, no para darnos una nueva religión. Vida en abundancia significa vida eterna. El mismo evangelista escribe en su primera epístola: “El que tiene al Hijo tiene la vida”. (1ª de Juan 5:12). Quien entroniza a Jesús en su corazón está entronizando una vida, la vida eterna.

El cristianismo de Cristo no es religión.

El cristianismo de Cristo es vida.

El cristianismo de Cristo es salvación.

Existe una abismal diferencia entre tener una religión y vivir con la seguridad de la salvación.

La salvación del alma.

En Apocalipsis 2:10 la multitud de los redimidos contaban en las alturas celestiales: “La salvación pertenece a nuestro Dios, que está sentado en el trono y al Cordero”.

A los redimidos pertenece la salvación que fue anticipada por el Padre y llevada a cabo por el Hijo con su muerte en la cruz.

Insisto: La salvación, no la religión. El autor de la epístola a los Hebreos, pregunta: “¿Cómo escaparemos nosotros, si descuidamos una salvación tan grande?”. (Hebreos 2:3).

Nadie se pierde porque rechace una determinada religión. Todos podemos condenarnos si descuidamos la salvación que a Cristo le costó la vida.

En sus obras, especialmente en el Quijote, Cervantes expone el ritualismo convencional que se da en las religiones, culpables de un humanismo despiadado y de actitudes ridículas.

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