Andanzas y lecciones de Don Quijote

Nada se sabe del origen de Don Quijote, pero el hombre existía. Nada sabemos del origen de Dios, pero Dios existe.

14 DE OCTUBRE DE 2021 · 18:00

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Origen de Don Quijote

“En un lugar de la Mancha, de cuyo nombre no quiero acordarme”. (Primera parte, capítulo I).

Cervantes no menciona este lugar. Se han dado varios nombres a la aldea que habitaba Don Quijote. En las dos partes de la novela siempre se hace mención de las ciudades y pueblos donde transcurre la acción, pero no se aclara el lugar de nacimiento del héroe.

¿Dónde habita Dios? Él mismo dice por medio del profeta Isaías: “El cielo es mi trono, y la tierra el estrado de mis pies” (Isaías 66:1). A través del profeta Dios destaca su transcendencia. El cielo aquí es símbolo de la presencia envolvente de su Ser. En Isaías 63:19 el profeta clama: “¡Ojalá rasgases el cielo y bajases!” (Nueva Biblia Española).

Pero Dios estaba arriba y abajo. Si el cielo es su trono, la tierra es el estrado de sus pies. Tribuna, plataforma, tarima. Tras la formación de la tierra según el primer capítulo de Génesis, Dios no la ha abandonado. En una de sus oraciones, Jesús dice: “Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra” (Mateo 11:25).

Cuando Cervantes retrata a Don Quijote oculta su origen. Sin embargo, Don Quijote existe. Se nos describe su aspecto físico, sus costumbres, su alimentación.

Pruebas de la existencia de Dios llenan la historia. Así lo presintió el poeta de Nicaragua Rubén Darío:

¡Dios! Dios está en lo inmenso, en la altura, ¡quién sabe! ¡Me abismo en él si pienso!

¡En ese hondo misterio todo cabe!

Surgen las preguntas:

¿Quién era Dios? ¿De dónde salió? ¿Qué existía antes de Él? ¿Cómo era Dios?

Respuesta de la filosofía: “De la nada, nada puede salir”.

Respuesta de la ciencia: “El mundo puede explicarse perfectamente sin Dios”.

Respuesta de la Biblia: “Yo soy el que soy” (Éxodo 3:14)

Respuesta de la experiencia personal: “Yo se en quién he creído” (2ª Timoteo 1:12).

Nada se sabe del origen de Don Quijote, pero el hombre existía.

Nada sabemos del origen de Dios, pero Dios existe.

Marcelino Menéndez y Pelayo afirma que Don Quijote era hombre de muchas lecturas. Cierto.

En el primer capítulo de la novela dice su autor que Don Quijote “llegó a tanto su curiosidad y desatino en esto que vendió muchas fanegas de tierra de sembradera para comprar libros de caballería en que leer, y así, llevó su casa todos cuantos pudo haber dellos”.

Con tal cantidad de libros Don Quijote logró formar una biblioteca respetable. Se han calculado 300 obras. En su mayor parte libros de caballería. Pero no sólo estos, los más conocidos, los que más se citan. En la biblioteca de Don Quijote había también libros de poesía y otros de temas amorosos. La señora condesa de Pardo Bazán dice que la biblioteca de Don Quijote es, entre otras cosas, “una clasificación perfecta de la literatura de ese período, que va de la lírica a la épica, desde el Amadís a la Araucana”, el poema épico en tres partes de Alonso de Ercilla, escrito entre 1569 y 1589.

Después de su primera salida de la aldea Don Quijote regresa a ella con el cuerpo apaleado. Un vecino que lo reconoce se apiada de él y le pregunta: “Quién ha puesto a vuestra merced desta suerte?”.

Lo carga sobre un jumento y lo deja en su propia casa. El enfermo pide que le den de comer y le dejen dormir. 

Estando en la profundidad del sueño llegan el barbero, maese Nicolás y el cura Pero Pérez. A ellos se unen el ama y la sobrina. Culpan a los libros de haber “echado a perder el más delicado entendimiento que había en toda la Mancha”.

Los cuatro acuerdan destruirlos.

Guiados por el cura, prenden fuego a la biblioteca de Don Quijote.

Monstruosa. ¡Monstruosa y condenable acción la destrucción de libros!

Quien desee saber punto por punto cómo fue la quema de la biblioteca, títulos de libros que ardieron y la reacción de Don Quijote, puede leer los capítulos VI y VII en la primera parte del Quijote.

Biblioteca. Libros. El célebre predicador inglés W. E. Channing dejó escrito su pensamiento acerca de los libros En cultura propia: “Demos gracias a Dios por los libros. Nos hacen herederos de la vida espiritual de los tiempos pretéritos”.

Uno de los que dan gracias a Dios por los libros soy yo. He llegado a tener 6.000 en la casa que habito. En años pasados, consciente de que estoy viviendo la última farra de mi vida, como el tango de Carlos Gardel, he regalado muchos y sigo regalando. Los libros han sido mis amigos, mis amores, mi única riqueza. Han sido mis maestros desde la juventud. Todo lo que soy lo debo a los libros.

Dijo Petrarca en el siglo XIV que los libros llevaron a algunos a la sabiduría y a otros a la locura.

En la locura cayó Don Quijote.

En el primer capítulo de la novela, Cervantes dice de él: “Se enfrascó tanto en la lectura, que se le pasaban las horas de claro en claro y de turbio en turbio; y así, del poco dormir y del mucho leer, se le secó el cerebro, de manera que vino a perder el juicio. Se volvió loco”.

Para Francisco Rico, uno de los grandes especialistas en la obra de Cervantes, es comprensible que se diera tan apasionadamente a los libros de caballería. Los relatos caballerescos le ofrecían la visión quimérica, idealizada hasta el desatino, de un mundo en el que podía alcanzar las cimas más altas.

Los dos personajes más importantes del Nuevo Testamento, que dieron origen a los cuatro Evangelios y a las epístolas, fueron Jesús y Pablo. Los dos fueron tachados de locos.

En Juan 10:20, los fariseos dicen de Jesús: “Demonio tiene y está fuera de sí”. Atrás versiones de la Biblia traducen así este versículo: “Ha perdido el juicio, está loco”.

Marcos 3:20-21 da cuenta del comportamiento ciego y cobarde de los hermanos. Al ver que la gente se agolpaba en torno a Jesús, quisieron librarlo con este pretexto: “Ha perdido el juicio. Está loco”. Estos hermanos eran los cuatro que se mencionan en Mateo 13:55-56: Jacobo, José, Simón, Judas y sus hermanas.

La supuesta locura de Pablo la cuenta Lucas en el libro de Los Hechos de los Apóstoles.

Pablo compadece ante Festo, nombrado gobernador de Palestina en lugar de Félix. Pablo pronuncia un largo discurso en su presencia en el que cuenta cómo fue su conversión a Cristo. Festo no pudo aguantar todo el relato y gritó: “Estás loco, Pablo; las muchas letras te vuelven loco” (Hechos 26:24).

El mismo argumento utilizado para explicar la locura de Don Quijote. Sí, estaban locos, locos los tres, Don Quijote, Jesús, Pablo. Locos con la locura del ideal, locura de amor al ser humano, la locura que afecta a todos los cristianos fieles.

Nosotros somos los locos del mundo. Los que hemos sido salvados en Cristo por la locura de la predicación. Somos adoradores y seguidores del Hombre-Dios al que llamaron loco pero que hoy tiene dos mil millones de seguidores en la tierra y otros miles de millones que habitan con ÉL en la eternidad celestial.

Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - El punto en la palabra - Andanzas y lecciones de Don Quijote