Todas las novelas de Unamuno: “La novela de Don Sandalio”

Otras obras de referencia consideran esta novela una obra menor en la narrativa de Unamuno. Pero biógrafos, críticos literarios y filósofos no piensan igual.

10 DE SEPTIEMBRE DE 2020 · 21:40

Detalle de la portada en la edición publicada por Alianza Editorial.,
Detalle de la portada en la edición publicada por Alianza Editorial.

Ramón Sopena publicó en 1991 un Diccionario de Literatura en cuatro tomos. Cuando trata la obra novelística de Unamuno destaca Paz en la guerra, Amor y pedagogía, Niebla, Abel Sánchez, la Tía Tula, San Manuel bueno y el Espejo de la muerte, todas ellas comentadas en esta sección. Pero ni una palabra dice de La novela de don Sandalio. Exactamente igual ocurre que los dos gruesos tomos del Diccionario de Literatura Española e Hispanoamericana dirigido por el prestigioso literato leones Ricardo Gullón, los tres tomos del Diccionario de autores, de Montaner y Simón y en los 12 tomos del Diccionario literario de la misma editorial catalana. He buscado en otros diccionarios, en tres enciclopedias, siempre con el mismo resultado negativo.

Otras obras de referencia consideran La novela de Don Sandalio una obra menor en la narrativa de Unamuno. Pero biógrafos, críticos literarios y filósofos no piensan igual.

El matrimonio francés Jean Claude y Colette Rabaté publicó en común el año 2009 en la editorial Tauros una monumental biografía de 800 páginas, la más reciente que se conoce de semejante dimensión sobre Unamuno. Dicen estos eruditos que La novela de Don Sandalio es “obra mucho más asequible para los lectores galos que su Sentimiento trágico de la vida.

Otro biógrafo enamorado de la persona y la obra de Unamuno, el filósofo Julián Marías, que tuvo por maestro a José Ortega y Gasset, publicó en 1942 en la colección Austral, de la editora Espasa Calpe, una biografía del gran vasco de 213 páginas. Según Marías, “la novela de Don Sandalio es un estudio íntimo, un descenso al fondo del alma de un personaje, un relato narrado desde dentro, sin alusiones apenas a un mundo exterior”.

A estos alagos se suman los del varias veces citado en el estudio en las novelas de Unamuno, Eugenio de Nora, autor del libro La novela española contemporánea. Este escritor, fallecido el 2018 a los 94 años, como crítico literario está a la altura del norteamericano de origen judío Harold Bloom, considerado el mejor crítico de la literatura inglesa. Para Nora, “no sólo como novela experimental e innovadora, sino como narración clásica, por su densidad, por el interés que suscita con la mínima cantidad de elementos en juego Don Sandalio, merece uno de los puestos de honor en la novelística de Unamuno. Es una de las tres aportaciones fundamentales, con San Manuel y Todo un hombre a la novela corta española”.

Quienes niegan a Unamuno la categoría de novelista afirman que no se atiene a las normas fundamentales del género, ni dosifica bien el interés pictórico de sus personajes. ¿No? ¿Hay en la novela española personajes tan humanos y ingentes como los que el gran vasco retrata, a unos como ángeles y a otros como demonios, abriéndolos en canal para que los veamos por dentro, tal cómo hace, por ejemplo, en Paz en la guerra, Abel Sánchez, Niebla o San Manuel Bueno? La problemática existencial de El sentimiento trágico de la vida y La agonía del cristianismo está presente en todas las novelas de Unamuno. También en La novela de don Sandalio, que ha sido calificada como “el más original y el más desconcertante de los relatos de Unamuno”.

En la novela, un personaje anónimo envía unas cartas al que llama “querido Felipe”. El autor de esas cartas escribe desde una ciudad de costa donde se ha instalado huyendo de la sociedad y en busca de descanso. 

“Ya me tienes aquí, querido Felipe, en este apacible rincón de la costa, donde nadie me conoce ni conozco, gracias a Dios”.

Pero hasta la soledad cansa. Buscando el trato humano va al casino del lugar. Más que la ruleta o las cartas le atraen las partidas de ajedrez. Se fija en un pobre señor al que llaman don Sandalio. “no viene al casino más que a jugar al ajedrez”. Al conocerlo no lo aparta de su pensamiento: “Está visto que necesito a don Sandalio, que sin don Sandalio no puedo ya vivir”.

Poco a poco va sintiendo la necesidad de saber qué piensa de él don Sandalio. “¿Qué pensará de mí? ¿Cómo seré yo para él?”.

Nuestro hombre incorpora a su vida la vida de don Sandalio. Juega con él partidas de ajedrez. Pasan juntos algún tiempo. Un día le llega la sorprendente noticia. Don Sandalio ha sido encarcelado. En el trayecto del casino, donde le dieron la noticia, a su casa, se iba preguntando ¿por qué? Y en último caso, ¿qué me importa? y “¿que hará don Sandalio, más solitario aún, en la celda de su prisión? ¿Se habrá resignado ya y habrá pedido un tablero de ajedrez?”.

A mala noticia le llega otra peor. El corresponsal dice a su destinatario: “Ahora llega, Felipe, lo más extraordinario, lo más fulminante. Don Sandalio ha muerto en la cárcel”.

No se dice cómo murió, ni por qué, pero al autor de las cartas le cambia la vida. “aquel hombre se me había muerto a mi”, escribe a Felipe. Confiesa que le deja un gran vacío por dentro. Hasta su casa llega la visita del yerno de don Sandalio. Hombre joven. Pretende hablar con él, pero se lo prohíbe. Este le dice que don Sandalio hablaba de él frecuentemente en casa. “¿De mi?” se extraña, “si apenas me conocía, si don Sandalio, acaso ni sabía mi nombre”.

Se marcha el yerno, decepcionado. Queda el autor de las cartas con la mente turbada. No quiere ver a nadie. No quieren hablar con nadie. Anda huido de la gente, “con más hondo temor de oír sus tonterías. De la playa al monte y del monte a la playa, de ver rodar las olas a ver todas las hojas por el suelo”. Felipe le pide que escriba la novela de don Sandalio al ajedrecista. Se niega: “No estoy dispuesto a ponerme a buscar datos de la vida familiar e íntima de don Sandalio”. Como Felipe insistiera, le propone en su última carta, la número XXIII: “Escríbela tú si quieres, ahí tienes todos los datos, porque no hay más que los que te he dado en estas mis cartas”.

Se plantea la conveniencia de dejar la ciudad donde conoció a don Sandalio. Pero lo ve imposible: “¿Podré dejarlo?, ¿no quedo sujeto a él por el recuerdo de don Sandalio sobre todo? No, no, no puedo salir de aquí”.

Prestidigitador Unamuno. Escamoteador de ideas. En el prólogo a su novela llega a sugerir que Sandalio, su don Sandalio, sea “el mismo autor de las cartas que se ha puesto fuera de sí para mejor representarse y a la vez disfrazarse y ocultar la verdad. ¿O no será acaso que el don Sandalio del epistolero, no es otro que el mi querido Felipe mismo?”.

Poco antes de terminar el epílogo que Unamuno añade a la novela, escribe: “Por todo lo cual y por mucho más que me callo, nadie me quitará de la cabeza que el autor de estas cartas en que se nos narra la biografía de don Sandalio, el jugador de ajedrez, es el mismo don Sandalio, aunque para despistarnos nos hable de su propia muerte y de algo que poco después pasó”.

¡Eterno Unamuno!

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