Oriana Fallaci y el Islam

La escritora italiana no oculta su fobia contra el Islam y escribe con desgarro, en ocasiones con crueldad, con brutalidad. Acusa al Vaticano de debilidad frente al Islam. A Europa la llama Eurabia.

12 DE SEPTIEMBRE DE 2013 · 22:00

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En la noche del jueves 14 de septiembre de 2006 murió en Florencia, su ciudad natal, la formidable periodista italiana Oriana Fallaci. Un cáncer de mama acabó con su vida terrena. Estaba considerada como la mejor periodista del mundo en la segunda mitad del siglo pasado. Según su sobrino Eduardo, hijo de su hermana Paola, Oriana dejó instrucciones precisas para ser enterrada en la más estricta intimidad. Sólo algunos de sus familiares asistieron a la ceremonia fúnebre. Oriana Fallaci nació en Florencia el 29 de junio de 1930. Hija de padre antifacista activo, ella se declaró siempre anticomunista. La vida tiene estos desacuerdos. Después de cursar estudios medios ingresó en la Universidad ayudada por varias becas. Concluyó con buenas notas el primer año de Medicina, pero abandonó la carrera para dedicarse al periodismo. Comenzó escribiendo pequeños reportajes para un diario de Florencia. En 1954, con tan solo 24 años, inició una brillante carrera en prestigiosos diarios como EL EUROPEO, IL CORRIERE DELLA SERA Y OTROS. Pronto destacó como entrevistadora. Manejaba un estilo muy personal, directo, rozando la provocación y situándose en la plena controversia. Partía de la hipótesis de que en una entrevista lo que cuenta no son las preguntas, sino las respuestas. “Una entrevista es para mi una historia de amor, una lucha, un coito”, dijo una vez. De sus entrevistas más famosas destacan las que hizo a líderes poderosos a escala mundial: el presidente palestino Yaser Arafat; el Ayatolá Jomeini, fundador del nuevo Irán; el presidente chino Den Xiao Ping; la ministra israelí Golda Meyer; el líder libio Mohamad El Gadafi; el general vietnamita Nguyen Van Giap; el secretario de Estado norteamericano Henry Kissinger; el emperador de Etiopía Haile Selassie; el Sha de Persia; la primera ministra de India Indira Gandhi; el presidente de la China comunista Mao Tse Tung, los hermanos John y Roberto Kennedy y decenas de otros políticos de primera fila. También entrevistó a cineastas y actores famosos, como Federico Fellini y Sammy Davis. A España vino para entrevistar al torero el Cordobés, a la duquesa de Alba, a un encarcelado por el régimen de Franco, Marcelino Camacho. La franqueza y la dureza de su trato con los poderosos del mundo creó en torno a ella una leyenda de mujer temible. Reunía al mismo tiempo la admiración y la inquina. Cuando en 1972 entrevistó al emperador de Etiopía, la Corte le exigió que no llevara pantalones. Oriana replicó: “Dígale a su majestad que vendré en pantalones o desnuda”. En presencia del Ayatolá Jomeini se quitó el velo que le habían obligado a llevar para cubrir la cabeza y parte del rostro. A Kissinger lo arrinconó contra las cuerdas, lo bombardeó con preguntas que llevaban metralla y le obligó a confesar las intrigas y telemanejes de sus gestiones políticas. Cuando preguntaron a Kissinger qué le indujo a conceder aquella entrevista a la Fallaci, respondió: “Jamás entenderé por qué accedí”. Casi todo este valioso material periodístico fue publicado en 1974 en un libro que tituló ENTREVISTA CON LA HISTORIA. Como corresponsal de prensa Oriana cubrió los principales puntos de guerra de su tiempo: Estuvo en Vietnam, en las crisis de Oriente Medio, en Afganistán, en Pakistán, en China, en India, en naciones de América Latina. En 1968 fue gravemente herida en la masacre de las Tres culturas, en México. “No soy ningún Rambo femenino con el casco en la cabeza y el puñal en los dientes –decía-; sin embargo la guerra ejerce en mi una atracción fatal, una perversa fascinación”. Cuando lo hubo conquistado y conseguido todo en el periodismo se dedicó a escribir libros. Entre 1962 y 1990 publicó seis obras. En CARTA A UN NIÑO QUE NUNCA NACIÓ plantea el tema del aborto. UN HOMBRE, de 1979, biografía la vida de Alexandros Panagulis, un rebelde guerrillero griego con quien la periodista mantuvo una relación sentimental que duró cinco años. Panagulis murió en 1976 en un accidente automovilístico que se creyó provocado por agentes del gobierno griego. Su último libro de esa época fue INSHALLAH (“COMO DIOS QUIERA” o “SI DIOS QUIERE”), sobre la guerra del Líbano. Afectada su salud por un cáncer de mama, se refugió en Nueva York y dejó prácticamente de escribir. A raíz del atentado islamista contra las torres gemelas de Nueva York en septiembre de 2001, Oriana Fallaci rompe diez años de silencio y arremete contra el Islam en dos libros que encienden una polémica furibunda. Primero es LA RABIA Y EL ORGULLO, que “La Esfera de los libros” publica en Madrid en 2002. Le sigue LA FUERZA DE LA RAZÓN, dado a conocer por la misma editorial en 2004. En Italia y en Francia ocupan el primer lugar en la lista de libros más vendidos. Traducidos al inglés y a otros idiomas europeos, ambos libros logran tiradas millonarias, especialmente en Estados Unidos. La escritora italiana no oculta su fobia contra el Islam y escribe con desgarro, en ocasiones con crueldad, con brutalidad. Acusa al Vaticano de debilidad frente al Islam. A Europa la llama Eurabia. Critica a unas Naciones Unidas sumidas en hipocresía y falsedades, acusa a Occidente de miedo para enfrentarse al monstruo que lo acecha, la amenaza islámica. Dice que Europa “se ha vendido al Islam como una prostituta”. En LA RABIA Y EL ORGULLO escribe: “La cosa no se resuelve ni se termina con la muerte de Osama Bin Laden. Porque hay decenas de miles de Osama Bin Laden y no están sólo en Afganistán y en los países árabes. Están en todas partes, y los más aguerridos están precisamente en Occidente. En nuestras ciudades, en nuestras calles, en nuestras universidades, en los laboratorios tecnológicos. Una tecnología que cualquier idiota puede manejar. Hace tiempo que comenzó la cruzada. De hecho, es imposible dialogar con ellos. Razonar, impensable. Tratarlos con indulgencia o tolerancia, un suicidio. El que crea lo contrario es un iluso”. Acontecimientos contemporáneos que siguen en la mente de todos como el escándalo provocado por las viñetas sobre Mahoma, las palabras del Papa Benedicto XVI en Alemania consideradas ofensivas para los musulmanes y la polémica suscitada también en Alemania por la representación de una ópera en la que se corta la cabeza a Mahoma (entre otros muchos), parecen dar la razón a Oriana Fallaci. Sin embargo, con el respeto que merece la periodista que aún hoy cuenta con millones de seguidores en todo el mundo, en sus críticas al Islam exagera. El prestigioso teólogo Hans Kung, en su libro EL ISLAM, acierta cuando escribe que “no puede haber diálogo con fanáticos ciegos, pero la mayoría de los musulmanes desean la paz”. En los mismos términos se expresa el escritor musulmán Ahmad Abu Ismail al referirse a los libros de Oriana Fallaci. La justicia, dice, debe perseguir a los terroristas con sus nombres y apellidos, pero no se debe “generalizar a toda una civilización o una creencia sin distinguir a tirios de troyanos… El Islam significa el sometimiento de todos los seres a las leyes del universo y de la creación”.

Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - El punto en la palabra - Oriana Fallaci y el Islam