Perdonar, ¿por qué?

La mayoría de las personas no son conscientes que mientras no consigamos perdonar a los que les dañaron, seguirán atados a sus agresores de por vida.

07 DE ABRIL DE 2024 · 20:00

Imagen de <a target="_blank" href="https://unsplash.com/es/s/fotos/forgive#:~:text=Foto%20de-,Jametlene%20Reskp,-en%20Unsplash">Jametlene Reskp</a>, Unsplash.,
Imagen de Jametlene Reskp, Unsplash.

Tres pequeños golpes en la puerta del despacho que, compartía en la primera planta de la Iglesia Bautista de Sevilla con otro misionero, me recordaron que mi cita había llegado. Por favor puede pasar, le dije.

Era Rosa, una joven recién llegada a nuestra congregación: cabello moreno, mirada triste y unas manos muy bien cuidadas, siempre vestida a la moda, todos los que le conocían alababan sus dotes como pianista, días antes de nuestro encuentro me rogó que pudiéramos quedar para conversar, había un tema que llevaba tiempo deseando compartir conmigo. Le contesté amablemente que estaría encantado de recibirle el miércoles de la siguiente semana a las 17h, ambos estuvimos de acuerdo.

Estuve orando por aquella conversación, le pedí a Dios que me mostrará aquello que no podía ver con mis ojos naturales que, me revelara lo que se encontraba escondido en su corazón.

Rosa fue puntual, como alguien que se encuentra deseoso de compartir su pesada mochila con un amigo de confianza. Nos dispusimos a conversar y le hice la siguiente pregunta.

- ¿Qué puedo hacer por ti?

Las lágrimas brotaron de sus enrojecidas mejillas, su mirada se volvió más triste de lo que normalmente parecía. Abrió su boca y se dispuso a compartirme su mayor secreto:

- Pastor, llevo años sufriendo con ataques de pánico, ansiedad, momentos oscuros en las noches en las que siento una presencia maligna, me estoy consumiendo. Lo he probado todo, he gastado mucho dinero en psicólogos, expertos de nueva era, religiones y nada funciona.

Después de un instante en silencio, escuchando la historia de su vida, me dispuse a continuar con algunas preguntas más. Cuando de repente, muy dentro de mí como un susurro lejano pero audible en mi interior, el Espíritu Santo me dijo: pregunta si conoce la oración del Padre nuestro. Sin apenas entender lo que sucedía, lancé la pregunta.

Ella me miró con algo de sorpresa y mientras se secada las lágrimas que aún bañaban su rostro, me respondió:

- Claro que sí pastor, crecí en un colegio de monjas.

- Por favor, ¿me lo puedes recitar?

Con gusto me respondió:

Padre nuestro, que estás en los cielos,
santificado sea tu nombre.
Venga tu reino.
Hágase tu voluntad en la tierra
lo mismo que se hace en el cielo.
Danos hoy el pan que necesitamos.
Perdónanos el mal que hacemos,
como también nosotros perdonamos
a quienes nos hacen mal.

- Por favor, detente un instante- le rogué.

- ¿Qué sucede?- me espetó.

- ¿Me puedes repetir la última oración que acabo de recitar? 

- Sí- respondió.  

Perdónanos el mal que hacemos,
como también nosotros perdonamos
a quienes nos hacen mal.

- Rosa, ¿hay alguien en tú vida a quién aún no has podido perdonar?

Se hizo un silencio que fue interrumpido por un llanto que provenía de los más profundo del alma de Rosa, apenas podía comprender las palabras que salían de su boca, le abrace como solo un padre puede abrazar a una hija que le acaban de romper el corazón.

Cuando consiguió calmarse me dijo:

- Pastor, llevo años odiando a mi Padre, nos ha hecho mucho daño a mi madre y a mí, no le pudo perdonar, nos abandonó por otra familia.

Querido lector, es posible que te sientas identificado con la historia de Rosa. Son muchos los que, llegan a nuestras vidas con heridas provocadas por las personas más importantes para ellos: amigos, padres, madres, abuelos, las marcas que dejan en nosotros aquellos a los que un día amamos son las más difíciles de sanar, solo con la ayuda de Dios y el poder de su Gracia es posible perdonar el daño que nos infringieron.

La mayoría de las personas no son conscientes que mientras no consigamos perdonar a los que les dañaron, seguirán atados a sus agresores de por vida, con una fuerte cadena forjada en la amargura, el resentimiento y venganza.

Los que no perdonan, esperan con ansia que mientras ellos beban el veneno de la venganza, el ofensor muera; pero la realidad es todo lo contrario, el veneno solo nos arrebatara la vida a nosotros mismos.

La consejera bíblica y reputada escritora June Hunt en su libro “Clave Bíblica para la Vida” nos describe el corazón de aquellos que no consiguen perdonar versus los que si consiguen:

Ella lo describe de la siguiente manera. El corazón que no perdona es: 

Juez—se enfoca en los pecados que el ofensor cometió en el pasado.

Rencoroso—repasa una y otra vez las razones por las que el ofensor no merece que se le perdone.

Resentido—no se alegra con los logros del ofensor.

Vengativo—se ríe cuando el ofensor falla, tiene alguna dificultad o se duele por algo.

Maligno—habla con los demás acerca de las fallas del ofensor con la intención de lastimarlo.

Arrogante—se cree superior al ofensor, a quien considera menos importante.

Amargado—se siente muy irritable por la ira no resuelta.

Negativo—no puede experimentar gozo ni aprobar nada que tenga que ver con el ofensor.

 

Mientras que aquellos que consiguen perdonan tienen un corazón:

Amoroso—no guarda rencor por las cosas malas que el ofensor le ha hecho. 

Un espíritu de amor - considera la posibilidad de que el ofensor pueda cambiar.

Gozoso—Hace suya la bondad de Dios y su soberanía sobre todos los acontecimientos de su vida, incluso los más dolorosos. 

Pacífico—trata de resolver cualquier dificultad, dolor o división y desea que el ofensor tenga una buena relación con Dios y reciba su bendición.

Paciente—acepta que el ofensor tiene remedio y podría cambiar. 

Bueno—que todavía exhibe sus principios morales y su pureza en medio de la controversia.

Fiel—ora por los que lo han lastimado, para que sus vidas sean transformadas. 

Templado—decide de antemano cómo responder cuando el conflicto aflora

 

En el Salmo 139 se nos invita a mirar a nuestro interior ¿Qué clase corazón tienes, perdonador o rencoroso?

Examíname, oh Dios, y conoce mi corazón;
pruébame y conoce los pensamientos que me inquietan.
Señálame cualquier cosa en mí que te ofenda
y guíame por el camino de la vida eterna. (Salmos 139:23-24? 

 

¿Por qué debemos perdonar?

En primer lugar, porque Dios lo dice:

Por el contrario, sean amables unos con otros, sean de buen corazón, y perdónense unos a otros, tal como Dios los ha perdonado a ustedes por medio de Cristo.” (Efesios 4.32) 

“Sean comprensivos con las faltas de los demás y perdonen a todo el que los ofenda. Recuerden que el Señor los perdonó a ustedes, así que ustedes deben perdonar a otros.” (Colosenses 3:13)

En segundo lugar, porque los demás lo necesitan: 

 Jesús dijo: «Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen» (Lucas 23:24ª)

A los que están dispuestos a escuchar, les digo: ¡amen a sus enemigos! Hagan bien a quienes los odian.  Bendigan a quienes los maldicen. Oren por aquellos que los lastiman.” (Lucas 6:27-28) 

Y en último lugar, porque tú lo necesitas, amado lector:

“Por lo tanto, ya que estamos rodeados por una enorme multitud de testigos de la vida de fe, quitémonos todo peso que nos impida correr, especialmente el pecado que tan fácilmente nos hace tropezar. Y corramos con perseverancia la carrera que Dios nos ha puesto por delante.” (Hebreros 12:1-2)

pero el que odia a otro creyente todavía vive y camina en la oscuridad. No sabe por dónde ir, pues la oscuridad lo ha cegado. Les escribo a ustedes, que son hijos de Dios, porque sus pecados han sido perdonados por medio de Jesús” ( 1 Juan 2:11-12)

Aquella calurosa tarde sevillana terminó con la firme disposición de Rosa de iniciar un viaje con destino a la restauración de su relación con su padre. La travesía duró algunas semanas hasta que se sintió capaz de dar el primer paso, perdonar, el resto es historia. Rosa sirve a Dios a través de la música y ha sido de mucha bendición para muchos que como ella están dispuesto a compartir de la gracia que recibieron.

 

Por un año más
¡Protestante Digital te necesita! Tenemos por delante un gran reto económico. Por eso, hoy te invitamos a ser parte comprometida de esta misión y desafío para asegurar y potenciar la continuidad de Protestante Digital y Evangelical Focus en 2024.

Puedes encontrar más información en apoya.protestantedigital.com.

Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - El Peregrino - Perdonar, ¿por qué?