Fábula del Ford-A que terminó corriendo solo
Aunque en la vida hay cosas que sí se pueden cambiar y otras que sí se pueden reemplazar; hay también las que no tienen posibilidad de cambio.
12 DE MARZO DE 2017 · 19:20
Aunque los Ford-A empezaron a salir en 1927, éste, el de nuestra fábula, es de 1934.
Se ve tan enterito como los de las fotos: ruedas impecables, carrocería como recién salida de la factoría, ventanas transparentes, focos en su sitio y con buena iluminación; registración al día, lo que da fe de su edad real; parachoques sin mayores abolladuras, volante dócil, botón de arranque al primer toque y motor con pretensiones de durar aun muchas millas más.
El odómetro ha dado varias vueltas a las cien mil pero eso a nuestro Ford-A no le preocupa.
Un día se encontró buscando a alguien que se interesara por él. Quien lo había manejado a lo largo de muchos de sus años de vida útil, que se había sentado cómodamente a la derecha del asiento del chofer o detrás del volante, ya no lo hacía. Los tiempos habían dicho su orden inapelable: “¡Hasta aquí, no más! ¡Por favor, bájese!”
Solo, había pasado corriendo durante meses de arriba abajo y de un lado a otro. De vez en cuando se detenía en el taller donde se le daba mantenimiento para que los expertos le midieran el aceite del motor, le revisaran las partes vitales, le hicieran uno que otro pequeño ajuste y lo mandaran de nuevo al camino. “Usted está en perfectas condiciones” le decían, y nuestro Ford-A salía de nuevo —feliz y contento— a tragar millas. “¡Tengo vida para rato!” pensaba. Y no dejaba de correr. De pronto, animado por un motivo que más que deseo parecía necesidad, intentó buscar a alguien que lo manejara, que se sentara en el asiento de junto al del chofer o tras el volante y con quien pudiera seguir disfrutando de la vida.
Y un día le pareció haber encontrado a ese alguien. Aunque no hacía mucho que había estado en el taller, volvió allá para que le hicieran un “chequeo” minucioso. Se lo hicieron; sin embargo, lo que no pudieron cambiar fue, precisamente, lo que impidió que se interesaran por él: la fecha estampada en la registración. Y fue esa fecha la que terminó diciendo la última palabra.
“Hoy te ves bien, pero quién sabe mañana. Hoy luces entero, pero quién sabe mañana. ¡Lo siento, pero prefiero no arriesgarme!”
Y nuestro buen Ford-A entendió. Haciendo de poleas y cables corazón, salió a la carretera, para seguir corriendo, solo, millas y kilómetros, sin prestarle atención al odómetro. ¡Que diera las vueltas que quisiera! Algún día, los tiempos le dirían a él: “¡Hasta aquí no más!” Y ese día apagaría motores para siempre.
Los Ford-A son buenos pero no fueron hechos para vivir para siempre.
Moraleja: Aunque en la vida hay cosas que sí se pueden cambiar y otras que sí se pueden reemplazar; hay también las que no tienen posibilidad de cambio: una, la fecha en que saliste al camino; y dos, la forma en que te ven los demás. Por lo tanto, no te desesperes ni te desanimes. Las millas y kilómetros registradas en tu odómetro, son tuyas/tuyos y están ahí para que cuando mires atrás, te hagan sentir alegría. Si tienes fuerza y ganas para seguir cumpliendo tu papel en la vida, no dejes de hacerlo y, como dice Pablo: “No nos cansemos, pues, de hacer bien; porque a su tiempo segaremos, si no desmayamos. Así que, según tengamos oportunidad, hagamos bien a todos…”
(*) La gente suele decir que el dolor es como una montaña rusa. En un momento te lleva a lo más alto para luego lanzarte cuesta abajo. Te tuerce y te retuerce, dejándote el corazón en la garganta y tu mente en nebulosa.
Es posible que te sientas como si estuvieras en una montaña rusa. Que haya momentos en los que te parezca que finalmente estás yendo hacia arriba. Pero de pronto, una visión repentina, una canción, o un olor te trae a la memoria a tu ser querido. Sientes el sacudón, la montaña rusa te precipita hasta el fondo y de nuevo te hallas cayendo a donde estabas.
Tente paciencia. Haz como si estuvieras en Cuidados Intensivos. Sanar requiere tiempo. No dejes que nadie te apresure y no te apresures tú mismo. Date tiempo y permítete sufrir. Ken C. Haugk en "En busca de esperanza y sanación".
Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - El escribidor - Fábula del Ford-A que terminó corriendo solo