Influencia de la Biblia en Don Quijote de la Mancha

Para Cervantes, todo cuanto la Biblia dice es verdad, y en esa verdad descansaba su fe y su conciencia religiosa.

14 DE JUNIO DE 2024 · 09:00

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Imagen de Rusyena, Unsplash.

Con motivo de una lectura continuada del Quijote en la Universidad de Alcalá de Henares, la semana pasada abordé el tema y presenté una breve biografía del personaje inventado por Cervantes. Todo lo escribí aquí, en Protestante Digital, a la atención de su director, don Pedro Tarquis.

Hoy envío a Protestante Digital otro artículo donde me ocupo de la influencia que ejerció la Biblia en la novela de Cervantes.

No hay noticias de que al menos en idioma español se haya realizado un trabajo análogo al que trato en este artículo.

Marcelino Menéndez y Pelayo dice que “pudo Cervantes no cursar escuelas universitarias, y todo induce a pensar que así fue, pero el espíritu de la antigüedad había penetrado en lo más hondo de su alma”.

En ese espíritu de la antigüedad estaba la Biblia.

En Los trabajos de Pérsiles y Segismunda, novela escrita en prosa limpia, Cervantes alude a uno de los libros menos leídos del Antiguo Testamento, el Levítico.

Pero donde Cervantes hace verdadera gala de sus conocimientos bíblicos es en Don Quijote de la Mancha.

Ya en el prólogo a la primera parte Cervantes cita al gigante Goliat.

En el discurso que Don Quijote pronuncia en el capítulo XXVII de la segunda parte, Cervantes incluye citas de san Mateo, san Juan, y san Pablo. Aquí afirma que “Jesucristo, Dios y hombre verdadero, que nunca mintió, ni pudo ni puede mentir, siendo legislador nuestro, dijo que su yugo era suave y su carga ligera”.

En el encuentro con aquellos que llevaban a su aldea imágenes de santos Cervantes habla de Pablo en términos que demuestran su perfecto conocimiento de las epístolas de Pablo a los corintios.

Así, en Don Quijote de la Mancha he identificado hasta 74 referencias de la Biblia. En ocasiones son citas concretas, otras veces meras alusiones, menciones, recuerdos. Pero conocer no es aceptar, ni amar. ¿Amaba Cervantes los escritos bíblicos? ¿Qué conceptos le merecían? ¿Qué representaba el libro de Dios para el escritor humano?

En el prólogo a la primera parte del Quijote, donde habla del gigante Goliat, llama a la Biblia por tres veces “divina escritura”. El epíteto de divina aplicado a la Sagrada Escritura no es en Cervantes un calificativo cualquiera, sino la convicción de que su autor es el divino Dios.

Una vez reconocida su inspiración Cervantes pasa a hablarnos de la Verdad en la Biblia. Yendo Don Quijote enjaulado en la carreta de bueyes, el canónigo de Toledo entra en conversación con él. Le critica la lectura de libros de caballerías y le aconseja: “Si llevado de su natural inclinación, quiere leer libros de hazañas, lea en la Sacra Escritura el de los Jueces, que allí hallará verdades grandiosas y hechos tan verdaderos como valientes”. Para Cervantes, todo cuanto la Biblia dice es verdad, y en esa verdad descansaba su fe y su conciencia religiosa.

La misión principal de la Biblia, en cuanto a verdad, vuelve a reconocerla y declararla en su mil veces citado discurso de las armas y las letras, donde dice que las letras divinas “tienen por blanco llevar y encaminar las armas al cielo, que a un fin tal sin fin como este, ninguno se le puede igualar”.

No basta con decir que Cervantes conoció la Biblia. La amó, se identificó con ella y la Biblia encaminó sus pies hacia la morada eterna. Este amor de Cervantes a la Biblia se patentiza de forma magistral en unos cálidos y emotivos versos compuestos de alabanzas a los salmos, cuyas primeras líneas se leen así: “Salmos de David benditos, cuyos misterios son tantos que sobreceden a cuantos renglones tenéis escritos”.

En la segunda jornada de El rufián dichoso Cervantes escribe sobre la cruz de Cristo empleando un lenguaje que de no estar en verso se diría de san Pablo. He aquí algunas estrofas: “No hay cosa que sea gustosa sin la dura cruz preciosa…. Yo sé que en todo el cielo, ni en la tierra, aunque espaciosa hay cosa que sea gustosa sin la dura cruz preciosa”.

Los conocimientos que Cervantes tenía de la Biblia son evidentes, pero se plantea la cuestión: ¿Existía la Biblia en castellano en tiempos de Cervantes? Si no existía completa, ¿pudo haber leído partes del Antiguo Testamento y todo el Nuevo? Desde cuatro años antes de nacer Cervantes existía publicado en castellano el Nuevo Testamento de Encinas. En 1556, cuando el Quijote aún no estaba en la mente de su autor, se publicó en Ginebra el Nuevo Testamento de Pineda.

Se ha demostrado que Cervantes no sabía latín. Tampoco lo necesitaba para tener acceso a las muchas versiones castellanas del texto sagrado que en su época circulaban por Italia y España.

Lo que está claro en la historia del Quijote es que la Biblia tuvo una parte fundamental en su composición. José María Sarbi calificó a Cervantes de teólogo. Lo mimo opinó Sancho de su señor Don Quijote. Cervantes no fue teólogo, ni lo pretendió jamás, si bien llama a la teología la reina de la ciencia.

Teólogo o lego, lo absolutamente probado es que Cervantes tenía ante sí versiones de la Biblia completa o del Nuevo Testamento cuando escribía la mejor novela del mundo.

 

 

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